Todo ocurrió cuando la chica, a quien llamaremos Nuria (nombre ficticio) a sus 15 años recién cumplidos, decidió ir a pasar la noche del viernes a la casa de campo de uno de sus mejores amigos, tal y como solía hacer casi todos los fines de semana. Aquella casa estaba a unos cuantos kilómetros del pueblo más cercano, por lo que que los amigos tenían que ir en motocicleta hasta allí, atravesando todo el pueblo donde vivían y, seguidamente algunas carreteras secundarias y caminos rurales.
Nuria contó en su correo electrónico que estas carreteras eran algo complicadas, no estaban asfaltadas debidamente y por la noche era difícil conducir por allí ya que no estaban bien iluminadas. Además, las montañas estaban muy cerca y el lugar solía verse invadido por pequeños animales que solían cruzar por los caminos y carreteras (zorros, conejos, jabalíes y otros animales). Nuria afirma que tenía miedo de ir en su moto por allí, porque nunca sabía cuándo podría tropezar con algún animal y atropellarlo sin querer.
Ella siempre recorría aquellos caminos acompañada de un par de amigos. Cada uno de ellos tenía su propia motocicleta y solían conducir en grupo por aquellas peligrosas carreteras. Alguna vez habían tenido complicaciones por culpa del mal estado del camino o la poca visibilidad, y, aunque habían sido sólo pequeños sustos, ahora ellos intentaban cuidarse de no ir a solas por allí, así si ocurría algo inesperado podrían echarse una mano los unos a los otros, pero aquella noche iba a ser diferente para la muchacha.
El día había sido fantástico y se estaban divirtiendo a lo grande. El grupo de amigos solía pasar el tiempo en una pequeña casa de madera prefabricada que, el padre de uno de ellos había construido en su terreno para que los muchachos pudieran estar tranquilos. Por lo general, todos solían quedarse a dormir los viernes, pero la madre de Nuria nunca había sido muy partidaria de esto, y aquel día, por alguna razón, no estaba dispuesta a permitir que su hija pasase toda la noche fuera. Serían sobre las 12:30 de la noche cuando la muchacha tuvo que despedirse de sus amigos para iniciar la marcha hasta casa, muy a su pesar, ya que no le gustaba tener que volver a solas por aquellos caminos.
Según nos cuenta Noelia, el cielo estaba rojo aquella noche, y, aunque faltaban pocas semanas para que fuera verano, todavía podía sentir una brisa helada que la hacía temblar de frio cuando iba en motocicleta. El camino, sin embargo, había estado bastante tranquilo aquella vez, sin ningún animal inesperado cruzándose por delante del vehículo de dos ruedas, sin pedruscos puestos a mala fe en medio del camino, y sin ningún otro coche que se hubiera cruzado en su camino. Ya faltaba poco para abandonar por fin aquellas carreteras y llegar hasta el pueblo cuando la muchacha tuvo que reducir la velocidad a causa de algo que acababa de escuchar, algo que la sorprendió a la par que la dejó totalmente confundida.
Al principio el ruido del motor no la dejaba escuchar demasiado bien, pero ella creyó reconocer casi al instante el fuerte ruido de unos aleteos a su alrededor. Miró a un lado y luego al otro, pero la oscuridad no la dejaba ver más allá de unos cuantos metros. No podía ubicar el lugar del que provenía aquel fuerte ruido, pero entonces alzó la vista y lo vio, algo terrible que, inexplicablemente la aterró casi de manera instantanea, provocando que por un momento frenase su motocicleta en seco hasta el punto de casi detenerse en medio de aquel oscuro camino de montaña.
Era una silueta grande y oscura, que Noelia pudo relacionar rápidamente con la de una persona. (o al menos algo que tenía forma humanoide)Podía observarse claramente que tenía dos piernas y dos brazos, pero lo más aterrador e imponente eran aquellas enormes alas, que se movían con fuerza provocando aquel arrebatador estruendo.
*Noelia comentó en su email que jamás ha podido olvidar este terrible sonido, y que a veces, todavía lo escucha cuando está a solas con sus pensamientos.
No supo porque, pero cuando lo vio no pudo evitar sentir un súbito ataque de pánico. Noelia no solía ser una persona asustadiza, de hecho, siempre intentaba buscar una explicación lógica para ese tipo de cosas, como por ejemplo que aquello podría ser un animal, un búho o un águila (aves que habitan de manera habitual aquella zona), pero ella ya había visto varias veces a estos animales y ni remotamente se parecían a lo que estaba viendo ahí, en lo alto de aquel cielo rojizo. Las aguilas podían ser peligrosas y los buhos, enormes, pero jamás había sentido aquel intenso terror al encontrarse con aquellos animales, sin embargo, en esta situación el miedo estaba apoderandose de la chica por momentos.
Por un momento sintió que si aquella cosa volteaba a mirarla pasaría algo terrible. No supo porque, pero se sintió totalmente predada por aquel ser, que por suerte todavía estaba lejos de ella, sobrevolando lo que seguramente sería el pueblo al que intentaba llegar. Estaba muy asustada, pero lo más perturbador de todo aquello no era el hecho de tener algo así sobre su cabeza, revoloteando sin cesar, lo más perturbador era no tener ni la más remota idea de porque su instinto más profundo y primitivo la estaba alertando de ese modo, anunciándole con total claridad que corría peligro.
Noelia pensó que parar allí enmedio del camino, totalmente oscuras y sin modo alguno de comunicarse (en aquella época no existían los smartphones tal y como los conocemos ahora y hacerse con un teléfono móvil no era tan sencillo como hoy en día.) no era una buena opción, así que decidió salir de allí a toda velocidad en dirección al pueblo, ignorando las señales de tránsito y todo lo que había a su alrededor. Sabía que haciendo aquello se acercaría más a esa cosa, pero también era su única forma de llegar a casa lo antes posible.
Cuanto más se acercaba, más fuerte sentía el revoloteo de aquellas terribles alas, pero la chica en ningún momento volvió a mirar hacia arriba. No podía hacerlo, estaba demasiado aterrorizada como para volver a cometer el mismo error. ¿Y si al mirar de nuevo se daba cuenta de que él se había volteado a verla? La sola idea la estaba aterrorizando.
La chica jamás había conducido su motocicleta tan rápido como en aquella terrible noche, poniendo en peligro incluso su vida en el trayecto. Ignoró señales, semáforos, y buscó el modo mas rápido de ponerse a salvo aunque ello pudiera suponer la posibilidad de meterse en lios por conducir de ese modo tan irresponsable. Pero por desgracia para ella, no se cruzó con nadie aquella noche del viernes; Ni un coche de policia haciendo su ronda, ni un sólo vecino volviendo a casa, ni un sólo grupo de jovenes divirtiendose... El pueblo estaba en silencio, y Nuria sólo podía escuchar aquel fuerte aleteo aún por encima del ruido de su motocicleta.
Cuando llegó a casa sus padres estaban todavía despiertos, esperandola. Ellos habían querido asegurarse de que la muchacha hubiera llegado bien y a la hora establecida, pero no esperaron encontrar a su hija en aquel terrible estado de nervios. Ella estaba aterrorizada, con el rostro desencajado por el pánico y sollozando, intentando explicarles a ambos progenitores lo que había visto durante su vuelta a casa por las carreteras.
En otra situación, sus padres jamás se hubieran creído tal historia de horror, pero aquella vez era muy diferente. Ellos jamás habían visto a su hija descompuesta de ese modo, por puro pánico. Todo lo que estaba contando lo hacía con tal sinceridad, y con tal terror, que a los dos no les quedó más remedio que creerla y asustarse también, llegando a pensar incluso que ese extraño ser podría volver y llevársela. Noelia aún recuerda cómo su padre bajó todas las persianas del ático en el que vivían por aquel entonces, intentando que su hija se sintiera algo más segura y se tranquilizase. Su madre siempre le dijo a Noelia que aquello que había visto no era de esta dimensión, sino mas bien un demonio con alas, que jamás debió estar aquí.
La muchacha pasó bastante tiempo asustada, y nos cuenta que, aún a día de hoy todavía siente escalofrios al recordar aquella verdadera historia de terror que tuvo que vivir. Muchas veces se despierta en mitad de la noche, recordando aquel fuerte e incesante reboloteo, y se siente aliviada al no tener que pasar nunca más por aquellas oscuras carreteras, ya que, a día de hoy ella ya no vive por allí. Noelia también nos cuenta con mucha tristeza que después de aquella vivencia de terror ya no volvió a la casa de su amigo, y poco a poco terminó distanciándose de ellos.
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Un demonio con alas
HorrorEsta historia de terror, a la que llamaremos "un demonio con alas" me la envió una lectora del blog, procedente de España. Ella es una muchacha de 26 años que vive en la Comunidad Valenciana, pero por razones personales no ha querido compartir su no...