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La desaparición de un legajo.

El eminente profesor Seokjin aborrecía las modas masculinas de la época. Siempre había sido enemigo de las pelucas empolvadas y detestaba llevar medias blancas hasta las pantorrillas. A diferencia de otros profesores, lucía en toda ocasión su negra toga de catedrático, que acentuaba su aspecto severo y algo demacrado. El único tesoro que cuidaba era su pelo, cortado con esmero. Por lo demás, no se preocupaba de su aspecto.

Secretamente pensaba que un cierto desaliño le daba la imagen adecuada.

—Llega usted con cinco días de retraso, Min —reprochó a Yoongi, con expresión áspera, cuando éste se presentó en su despacho—. Espero que pueda justificar tan mal comienzo. Aquí no damos ni un solo día por perdido; todos han de ser de suma importancia, desde el primero hasta el último. Toda ausencia, si no obedece a justificación creible y demostrables, es considerada falta grave. Explíquese.

Con cierto apuro, Yoongi refirió las circunstancias familiares que habían demorado su partida de Venecia, así como diversos percances en ruta que habían hecho aún mayor el retraso. Antes de dar por acabadas sus justificaciones añadió:

—Me costó mucho convencer a mis padres de que sería muy útil para mí hacer este viaje. A pesar de todas las objeciones, lo logré. Aquí estoy y me considero afortunado.

SeokJin aprobó en silencio aquellas palabras y preguntó a continuación de un modo algo más amable:

—¿Se ha visto en dificultades para encontrar alojamiento?

—Al principio sí, pero he tenido suerte. Una señorita me alquiló una habitación en su casa.

SeokJin enarcó las cejas, interesado.

—¿Una señorita?

—Algo mayor —dijo Yoongi, como si fuese necesario aclararlo.

—¿Dónde está esa casa?

—Aún no sé el nombre de la calle. Está algo apartada, al lado de un palazzo en el que no vive nadie.

—¿Tiene tres fachadas completas y una de ellas da a una pequeña plaza?

—Sí profesor.

—Inconfundible. Es el palazzo Kim; hoy deshabitado, ciertamente. Se está deteriorando. Una verdadera lástima. Y, casi metido en él, está el otro edificio. Sé de cuál se trata. Nunca he entrado allí, pero puedo imaginar esa habitación. Muy alegre no será, aunque sí amplio y ventilado, y sin ruidos de ninguna clase, ¿verdad?

—Es muy luminoso por la mañana —contestó Yoongi evasivo.

—Bien, Min, sea usted bienvenido, a pesar de su retraso. Ahora conocerá a sus compañeros. Hoy el grupo al que usted pertenece hará una primera visita a la biblioteca de la universidad. Confío en que este comienzo sea de su agrado.

—Desde luego que lo será, señor catedrático.

Yoongi se sorprendió al ver que en el curso había un estudiante. Era un hecho tan poco común que le llamó imperiosamente la atención.

Se llamaba Jimin. No era para nada especial a primera vista, pero tenía un aire que resultaba atrayente. SeokJin lo presentó con toda naturalidad como uno más de los alumnos, sin ningún comentario específico.

El grupo constaba de un total de catorce estudiantes. Yoongi incluido.
Nueve eran de Padua: Ocho varones y Jimin. Los restantes venían de Venecia, Brescia, Verona y Ferrara. Yoongi era el que procedía de más lejos.

Hecha la última presentación. SeokJin condujo al grupo a la biblioteca. Les fue explicando las diversas secciones que constaba la susodicha: Los criterios de clasificación de los volúmenes y la distinción entre los que podrían ser consultados libremente y los que necesitaban de un permiso especial.
También se refirió a los ejemplares considerados intocables, por ser de gran valor y antigüedad, o excesivamente frágiles.

datsuzoko. yoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora