En cuanto salieron del restaurante italiano de la zona muggle de Londres, Hermione decidió que ya estaba bien de emociones por una noche y arrastró a Bellatrix hasta una calle vacía para poder aparecerse.
-Aparécenos tú -pidió la chica.
-Está bien. Te prometí que lo haría, pero solo esa vez.
-¿Por qué? -preguntó la chica extrañada- Es solo aparecerse...
-Yo utilizo magia negra para hacerlo y crea adicción. No pienso dejar que te afecte a ti.
La chica se encogió de hombros sin entenderlo pero asintió. Bellatrix pegó su cuerpo al suyo y ambas desaparecieron en una nube de humo negro. Cuando al segundo siguiente surgieron a las puertas de la mansión Black, la duelista mantuvo el estado sin volver a sus cuerpos. Atravesó las verjas de entrada, las puertas y finalmente aterrizaron en la última planta de la mansión. La sabelotodo no sintió el mareo inherente a aquel sistema de transporte, ni siquiera un ligero malestar. Al revés, había sido como si la magia de la ex mortífaga se fusionara con cada fracción de su ser, como si fuese una con su energía oscura y nada pudiera frenarla. Como volar sin escoba, libertad en su estado más puro.
-¡Ha sido alucinante! ¿Por qué hemos perdido tanto tiempo haciéndolo a mi manera si así es mucho mejor? -preguntó la chica.
-Porque ese es el problema de la magia negra: la seducción, la euforia, esa sensación de que puedes hacer cualquier cosa. Pero enseguida te consume y dejas de ser dueña de tus actos. Así que seguiremos haciéndolo a tu manera -explicó con gravedad.
La gryffindor entendió que iba en serio. Además, concordaba perfectamente con las sensaciones que había experimentado. Aceptó que la ex mortífaga sabía mejor cómo controlar ese aspecto y se fiaba de ella.
-¿Por qué estamos en la cuarta planta? La nuestra es la tercera.
-Quiero enseñarte una de mis habitaciones favoritas -contestó la bruja.
A pesar de llevar varios días viviendo en aquella mansión, había muchas estancias que la chica no había visitado. Aún se perdía por los pasillos que conocía así que no veía necesidad de arriesgarse a más. Siguió a la bruja hasta lo que calculó que sería el extremo sur de la última planta. Cuando su novia abrió la puerta del último cuarto, se quedó sin habla. La habitación únicamente tenía la pared que daba al pasillo. El resto era una especie de burbuja de cristal transparente que permitía ver al completo el cielo nocturno. La propia altura de la Mansión se sumaba al hecho de que se hallaba sobre una colina y no había contaminación lumínica: la luna llena, las estrellas y constelaciones se distinguían perfectamente. Las de verdad, no una ilusión o una recreación del cielo como el techo del Gran Comedor. A sus pies se veían las luces nocturnas de Londres y las hectáreas de bosques que protegían la mansión. Respecto al mobiliario: el suelo estaba cubierto por una alfombra de pelo blanco, una descomunal cama con dosel, una cómoda y una mesa baja con un par de butacas. Todo en tonos suaves para preservar la calidez y la atmósfera etérea del lugar. Parecía mentira que un lugar así formase parte de la Mansión Black.
-La verdad, Bella -murmuró la chica fascinada- cuando me has dicho que era una de tus habitaciones favoritas me esperaba un cuarto de tortura, de sadomaso o algo así...
La bruja resopló.
-Si para follar o torturar necesitas un cuarto especial, es que no se te da bien. Yo puedo hacer las dos cosas en cualquier parte y siempre llevo el instrumental necesario por si acaso -comentó acariciando uno de los cuchillos que llevaba en la cintura-. De hecho, una vez en el salón de la Mansión Malfoy...
Hermione decidió que no necesitaba escuchar otra de las historias de tortura de la mejor mortífaga del Señor Oscuro, así que la besó y la empujó hacia la cama dejando claras sus intenciones. Se tumbó sobre ella besándole el cuello mientras bajaba una mano a su cintura para quitarle los vaqueros. "Buena suerte con eso" se burló la bruja sin prestar ningún tipo de ayuda. La gryffindor se dio cuenta de que tenía razón, le hizo gracia pensar que nunca le había quitado unos pantalones a nadie. Puso ambas manos a la tarea y tuvo que dejar de besarla para desabrochar la prenda y bajársela del todo. "Si me hubieses dejado llevar falda ya iríamos por la segunda ronda" comentó Bellatrix intentado no reírse. Cuando al fin lo consiguió, se agachó y besó cada centímetro de las bragas de encaje de la bruja. Aquella provocación terminó con los nervios de la duelista que invirtió sus posiciones con un movimiento rápido.
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Alguien que cuide de mí
FanfictionBellamione. Hermione Granger vive su último año en Hogwarts con la amenaza de la inminente guerra contra Voldemort. Durante el baile de Navidad, se entristece porque parece Bellatrix Black, su profesora de Defensa contra las Artes Oscuras, no ha asi...