Capítulo 38

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Los días pasaron rápido. Hermione trabajó duro para poder cumplir su pacto con Shacklebolt, incluso Bellatrix dejó sus propios negocios de lado para ayudarla con todo lo relativo a la protección de los centauros, los unicornios y todas las criaturas con las que ella se llevaba bien. No obstante, no permitían que el trabajo les quitara tiempo de estar juntas. Apenas salían de casa más allá de los propios terrenos de la Mansión y tampoco lo necesitaban. La gryffindor también se encargó de establecer una ruta por los países que visitarían al año siguiente. Bellatrix movió sus contactos y obtuvo la localización de los padres de la chica en menos de una semana. Llevaban una vida tan organizada como apasionada.

Cuando llegó el día de su aniversario, Hermione despertó a su novia con una tarta que ella misma había creado utilizando de base sus galletas favoritas, mucho chocolate y todos los dulces que le gustaban. Bellatrix comió más esa mañana que el día en que escapó de Azkaban. No habían planeado nada especial, así que la chica le preguntó qué prefería hacer.

-Quiero ir a la fiesta del maldito Hogwarts -gruñó la bruja.

-¿En serio? -preguntó la chica ilusionada, no habían vuelto a hablar del tema- No quiero que lo hagas solo por mí...

-No es solo por ti. Aún tengo ropa y cosas por recoger en mi habitación. Y no soy una cobarde: tengo que despedirme de ese condenado lugar. Por otro lado, tengo una novia veinteañera que además de ser la más inteligente de su generación, está buenísima y seguro que eso jode profundamente a la vieja McGonagall, a los Weasley y a varias personas más. Nada me hace más feliz que fastidiar al prójimo -expuso la bruja sonriendo.

Hermione se rió, la besó y le dijo que entonces tenían que salir en una hora y que necesitaba buscar algo que ponerse. La slytherin aceptó y quedaron en el salón de la planta principal.

El problema de la escasez de ropa que la joven había sufrido durante sus primeras citas con su bruja era ahora el inverso: en su habitación-vestidor colgaban decenas de vestidos que Bellatrix le había regalado cuando se fue a vivir con ella simplemente para que los estantes no se viesen tan vacíos (y sospechaba que también para desterrar sus atuendos muggles). Algunos los había estrenado en sus cenas con ella, pero seguía habiendo un montón de opciones elegantes con la etiqueta aún puesta. Tras ducharse y alisarse un poco el pelo, optó por un vestido granate hasta la rodilla en honor a gryffindor y en honor a que le hacía muy buen culo y su novia disfrutaría con la visión. Cuando estuvo lista, bajó a buscarla. La encontró entretenida bebiendo.

-¿Quieres? -le ofreció alargándole el vaso- Es para los nervios.

-¿Es una tila? -preguntó Hermione con inocencia.

-Casi. Whisky de alta graduación.

La chica sacudió la cabeza. Entendió que la slytherin realmente lo necesitaba: volver a Hogwarts requería más esfuerzo del que estaba dispuesta a reconocer. Se lo terminó de un trago. Llevaba un vestido verde oscuro con encaje negro, ajustado en la cintura; el escote no era de los más pronunciados, pero la novedad era que le cubría solo hasta medio muslo. A la bruja le faltaba un año para cumplir cuarenta, de normal aparentaba unos treinta y pocos y sin las faldas largas parecía que seguía en la década de los veinte. Llevaba unas botas de terciopelo negro casi hasta la rodilla y había pasado de las medias a pesar de estar en pleno diciembre. "¡Joder!", exclamó la castaña lanzándose a besarla sin poder contenerse, "¿Nos da tiempo a uno rápido?". "No", se rió la duelista, "Pero descuida que encontraremos tiempo. Ahora vámonos. Venga, camina delante de mí que quiero disfrutar de las vistas" dijo empujándola y mirándole el culo sin ninguna discreción. Se pusieron las capas con un hechizo para calentarse y Hermione las apareció a la entrada de los terrenos de Hogwarts.

Alguien que cuide de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora