XV. Contacto directo.

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Hola, :) he volvido.




Llevaban alrededor de una hora caminando, Aden estaba despierto y muy curioso mirando a su alrededor, ninguna de las dos había dicho una sola palabra respecto a lo que había pasado, pero ambas pensaban en ello, ambas tenían preguntas, aunque quizá Lexa era quién más preguntas tenía. 

Un dulce olor a pan llegó a las fosas nasales de la loba, quien inmediatamente dirigió su mirada hacia aquel lugar, podía sentir en su piel el calor de aquél lejano lugar en el que algún humano, ajeno a ellas, preparaba aquella masa tan deliciosa, su estómago gruñó con tal fuerza, que Clarke la regresó a ver, esbozando una sonrisa de lado, mientras una de sus cejas se alzaba divertida. 

—¿Hambrienta, pequeña loba?— preguntó mientras jugaba con su daga entre sus dedos, el sol empezaba a ponerse en el horizonte, y un haz de luz naranja iluminaba el rostro de la vampiresa, y sus ojos azules brillaban más de lo normal, además de que su cabello parecía aclararse un par de tonos debido a la exposición. 

—Un poco. ¿Tú no?— respondió Lexa mirando a la rubia con admiración y dulzura. Aden chupaba su manita y hacía sonidos con su saliva que resultaban divertidos para ambas mujeres. 

—Bueno, un poco. Tu sangre ayudó mucho, allá en la cueva, pero me hace falta un poco más para llenarme.— sonríe mirando hacia el suelo. Luego eleva la mirada hacia la loba, y se acerca un paso hacia ella. —¿Quieres que acampemos?— Su voz era dulce, y eso a Lexa la emocionaba, pero también la perturbaba, nunca había escuchado a Clarke así de tierna, y mucho menos la había visto pedir su opinión antes.

—Bueno yo… Creo… creo que sí, que sería una buena idea… si, ¿por qué no?— Su lengua parecía haber olvidado las técnicas necesarias para expresarse de manera correcta justo en ese momento. Maldijo internamente a su estupidez y su rostro se enrojeció levemente. —¿Tienes algo en mente?—

La rubia asintió dejando las mochilas en el suelo, se sacó su capa y la extendió en la tierra, era lo suficientemente grande para los tres. —Quédate aquí con Aden, iré a… Cazar un poco. ¿Sí?— Clarke dudó unos segundos, pero al final se acercó a ella y besó su frente mientras que con su mano despeinada al pequeño vampiro que parecía ajeno a sus acercamientos. Sin decir una palabra más, desapareció por el bosque. 

—Pero…— Lexa se había quedado muda en ese momento sin saber cómo continuar. Al darse cuenta de que lo mejor, era hacer lo que la rubia había pedido, se agachó y colocó a Aden sobre la capa, acomodandolo con un poco de ropa que sacó de la mochila. —Quédate aquí, voy a recoger algo de madera, ¿sí?— dijo como si el pequeño pudiese entenderla. Él se encontraba intentando averiguar qué eran aquellos extraños bultos en sus pies, y para qué servían. Ya tenía unos en sus manos, ¿por qué iba a necesitar otros? Ni siquiera estaba seguro de poder alcanzarlos con su boca. 

Lexa se alejó unos pasos apenas, teniendo en cuenta al niño todo el tiempo mientras buscaba algunas ramas secas, y algo de hierba seca para encender una fogata, no es que fuesen a cocinar, pero, necesitaban mantener el calor en la noche, y alejar a los animales no deseados. De repente se puso alerta, podía escuchar algunas hojas resquebrajarse, y a su olfato llegaba un olor que era desconocido. Sentía que algo la acechaba, así que se mantuvo en guardia en caso de que tuviese que defenderse. Iba caminando de regreso a Aden, no se había separado mucho, apenas un par de metros, cuando se dio cuenta que en medio de la maleza dos ojos observaban a su niño. 

Aden por supuesto, era inconsciente de aquella amenaza, no sintió que se encontraba en peligro, hasta que escuchó un leve ronroneo cercano a él. Lo único que pudo ver en aquel momento fue como un gato negro gigante se impulsaba para saltar sobre él saliendo de entre los arbustos. Cerró sus ojitos, podía no entender del todo lo que sus madres decían, pero claramente entendía cuando se encontraba en peligro, y lo único que pudo hacer, fue chillar con fuerza. 

Madre Luna.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora