Capítulo 41. Nada es para siempre.

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Narra Mason

Caminé a pasos rápidos con Morgan cargándola en mis brazos, mirando constantemente hacia atrás. Había dejado en el suelo a Chase pero nadie sabía si en algún momento se recuperaba y correría hasta donde estábamos nosotros para… vaya a saber uno qué haría.

Si antes creía que era un loco ahora sabía que era un enfermo. Lo que acababa de hacerle a Morgan… Dios, eso no debía ni perdonárselo él mismo.

Cargaba con mucha cólera encima pero debía fingir y hacerme el fuerte sólo por ella. Por Morgan. Quien no dejaba de llorar en mi pecho y eso no hacía más que romperme el alma y enfurecerme aún más. Apretaba mis dientes con tanta fuerza que sentiría que en algún momento me rompería la mandíbula.

Respira, Mason. Hazlo por Morgan. Hazlo por ella.

Una vez frente a mi auto maniobré de alguna forma para poder abrir la puerta luego de quitarle el seguro sin tener que dejar de cargarla ya que estaba prendida a mi cuello.

—Morgan, linda. —me incliné dentro del auto para poder sentarla. —Morgan.

—¡Espera! No te vayas. —comenzó a llorar otra vez apretándome más a ella. Cerré mis ojos con fuerza. Me dolía muchísimo verla así. —Por favor, Mason. No me dejes sola.

—No iré a ninguna parte ¿Sí? Tranquila. —llevé mis manos hasta las suyas en mi nuca y las desate lentamente. —Escucha, sólo daré la vuelta para montarme del otro lado ¿Okay? —sus ojos me miraron llenos de lágrimas  asintiendo lentamente. No pude contenerme y la abracé contra mí sintiendo un nudo en la garganta. —Ya pasó. Estás conmigo. Quédate tranquila.

Minutos más tarde estábamos yendo a mi casa de nuevo ya que no teníamos más opción teniendo en cuenta que su padre no podía verla así. No era padre pero saber que lo más preciado que tenía estaba sufriendo… no sabía de qué era capaz. Si ya sólo sentía angustia de verla así, tan rota y traumada por lo que acababa de pasarle. Demonios, si ustedes pudieran sentir lo que yo sentía al verla allí con sus pies sobre el asiento y su rostro escondido entre sus piernas sin dejar de sollozar. Tenía ganas de volver por la calle para matar al hijo de puta de Chase. No me importaba nada. Quería que sufriera el doble de lo que le había hecho pasar a Morgan. 

Si ella no me hubiese frenado no sé qué podría haber pasado.

Él no estaba en condiciones de poder defenderse y eso me daba ventaja para poder golpearlo y descargar mi maldita furia contra su cuerpo. No era un pelea justa, no me importaba, yo sólo quería que sintiera dolor.

Parpadeé, respiré profundo. Hice una especie de ritual buscando mi calma, ya había acabado. No terminó de la mejor forma pero ya había acabado.

Durante el trayecto Morgan pareció haberse calmado un poco sin embargo sus ojos no dejaban de lagrimear y su herida en la frente ya no derramaba sangre. Por suerte había sido algo superficial y no tuvimos que ir al hospital. Su labio estaba partido en una esquina y el moratón en su pómulo cada vez tomaba un color más oscuro. Y ni hablar de su tobillo. Ella simplemente no podía ponerse de pie. Y eso es lo que más me preocupaba.

Una vez frente a mi casa me sorprendí al ya no escuchar la música a todo lo que da y las luces estaban apagadas, a excepción la que  iluminaba la cocina.

Apagué el coche y la miré, esperando alguna reacción. Quizas sintió mis ojos sobre ella que volteó a verme con su rostro triste.

Un Plan Desastroso ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora