Danger

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El médico salió de la habitación, sangre adornaba su bata blanca y aún portaba la mascarilla sobre sus labios.

Y pronto se la quitó, mientras sonreía.

— Lo salvamos —dijo con satisfacción.

Syd pegó un salto seguido de un grito de alegría.

George y John se abrazaron contentos y la madre de Roger, junto con Clare lloraron de emoción.

Brian solo miró al médico y abrió la boca dispuesto a preguntar si podía entrar, este solo asintió sin borrar la sonrisa.

— Vaya con él —le dijo.

— Gracias, un millón de gracias —dijo y corrió a entrar.

El rubio se encontraba durmiendo, por lo visto lo habían limpiado, puesto que no había ningún rastro de sangre en su rostro, solo un poco en la bata que llevaba.

Brian se acercó y besó su cabeza, mientras lágrimas de alivio caían de sus orbes color avellana.

— ¿Por qué lloras, poodle?

Se inclinó a verlo y sonrió, a tiempo que se secaba las lágrimas con el dorso de la mano.

— Porque estoy feliz de que hayas vuelto —respondió.

— Lamento haberte asustado...

— Oh, Roggie... eso no es problema —acarició su cabello—. Lo importante es que estás bien.

Roger asintió.

— ¿Te duele?

— Muchísimo... —respondió Roger, aún le costaba hablar.

Brian besó su mejilla, retomando los tiempos en los que recién comenzaban a descubrir su sentimiento mutuo, llegando una profunda nostalgia y alegría a invadir cada centímetro de su cuerpo.

— ¿Sabes? Me duelen los labios —comentó el rubio tomándolo de la camiseta de forma débil, pero suficientemente fuerte para acercarlo y plantándole un dulce beso en los labios.

Brian correspondió estando más feliz de lo que nunca había estado.

Roger salió del hospital unas semanas después. Todos los dos Brian fue a verlo, dejando flores en sus manos y besos en sus labios.

— ¿Estás seguro de que no sabes quien te apuñaló? —preguntó el mayor acariciando su cabello y mirándolo a los ojos.

— Sí —mintió Roger, sin embargo, Brian lo descifró.

— Bebé, sé que lo sabes —dijo—. También sé del trato.

Roger abrió los ojos como platos a tiempo que palidecía.

— Pero no te preocupes —habló rápidamente Brian—. Hablé con Meltedboy y los Leopards te ayudarán a pagarlo. Ya no corres peligro, mi amor.

— ¿De verdad?

— No, ya no.

Fue como quitarse una mochila pesada de la espalda tras un largo trayecto. Soltó un suspiro de alivio un abrazó fuertemente sin importarle el dolor punzante de la herida.

Brian correspondió el abrazo del más joven con una sonrisa. Por fin estaban nuevamente en casa y no en un frío hospital.

Brian le había rogado a Roger que se quedase por unos días con él, puesto que quería cuidarlo, y el rubio no tuvo otra que aceptar.

De todas formas, sabía que estaría seguro con él y que el amor y la alegría no le faltarían.

— Espero que recuerdes la propuesta que te hice antes de lo sucedido —dijo Brian abrazándolo por los hombros.

— Hm... no estoy seguro, repítela —pidió Roger fingiendo con una sonrisa.

— Está bien —besó su cabeza y sus labios reiteradamente haciéndolo sonreír más—. Roggie, desde el día en el que te vi que supe que había algo en ti que nadie más tenía. Eso me intrigó enormemente, pensando en un principio que sería el deseo de una amistad. Pronto supe que lo que quería era algo más, que lo que quería eran tus rosados labios sobre los míos, tus hermosos ojos mirándome y tu bonito rostro dispuesto a que yo lo besara. Porque Roger, te quería a ti, quería tu amor, quería una vida contigo, y eso fue lo que sigo queriendo, ¿te casarías conmigo?

— No fue el mismo discurso—observó Roger.

— Cállate, rubia, arruinas el momento.

Roger se echó a reír y lo abrazó con fuerza apoyando su cabeza en su pecho,

— Por supuesto que me casaré contigo —respondió.

Se besaron tierna y apasionadamente como tendían a hacer y se dejaron abrazar por el otro. Felices, de la mano, sonriendo.

La boda fue en julio. Ambos dieron sus votos y cuando el sacerdote los anunció, volvieron a besarse. Felices, de la mano, sonriendo.

Syd gritaba "¡te dije que me lo agradecerías!" Cuando salían de la iglesia. Los dos se miraron y sonriendo sabiendo que así era.

La luna de miel ocurrió en Italia. Viajaron por Venecia, Roma y Florencia. Pasearon por sus calles, se besaron y estuvieron juntos. Felices, de la mano, sonriendo.

— Bienvenido a su nueva casa, señor Taylor-May —anunció abriendo la puerta.

— Muchas gracias, señor May-Taylor —sonrió besándolo en los labios.

— ¿Vas a entrar? —preguntó Brian.

— ¿No que el novio carga a la novia por el umbral? —preguntó Roger arqueando una ceja.

— Roger, eres hombre.

— ¿Y?

Brian rió por lo bajo y lo cargó con delicadeza llevándolo al interior de lo que sería su nueva vivienda.

Al estar dentro, sonrieron, y ambos se dieron un dulce ósculo.

Dos años más pasaron cuando una niña llegó a sus vidas.

La habían adoptado a decisión de ambos y no podían estar más felices.

La cuidaron y atendieron lo más que pudieron, intentando ser buenos padres.

Y lo lograron. Felices, de la mano con su hija, sonriendo.

La niña fue creciendo, pronto cumplió los cinco años, una fiesta con un castillo inflable y "el tío Syd" disfrazado de Axl Rose, junto "al tío George" disfrazado de Slash —puesto que ella prefería a Guns N' Roses que a Cenicienta—. Brian y Roger la celebraron felices y orgullosos. De la mano, sonriendo.

La niña se graduó a los dieciocho años, estaban junto con su novio viéndola dar un discurso al ser la mejor de su clase.

Sus manos seguían entrelazadas mientras el orgullo se reflejaba en sus ojos y en las lágrimas que caían discretamente de los ojos del rubio —quien comenzaba a tener algunas hebras blancas—.

Pronto otra iglesia, esta vez su hija era la novia.

Recordaron con una sonrisa cuando Bethany les había presentado a su novio, Peter. Brian casi se había desmayado, puesto que no quería admitir que su hija ya tenía la edad suficiente para ello.

El rizado fue a dejarla junto con el rubio, le sonrieron a Peter y le dijeron que la cuidara.

Un hospital, Bethany acababa de dar a luz a su hija.

Envejecimiento, pero estando junto al otro. Cuidando de sus nietos cuando era necesario y amándolos en todo momento.

Finalmente la muerta toca sus puertas y Roger debe partir con ella.

Sin embargo, la vida dejada atrás fue una llena de recuerdos, amor y alegrías.

Estando con el otro, felices, de la mano, sonriendo.

Fin

¿Y si...?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora