Piloto

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—Casi quince millones de bolívares, es el equivalente a la cantidad que me pidió, no son falsificaciones ¿Quiére revisar el porcentaje de esta bolsa?— un par de ojos violeta observó con expectativa al hombre delante suyo 

Con un gesto, él ordenó a su ayudante parado detrás que contara los billetes, el trabajador extrajo una contadora de billetes de su maletín y comenzó a desfajar los rollos dejando que el aparato hiciera su trabajo. Mientras ambas partes se sentaban a beber té dos forma aparentemente despreocupada, luego de que se contabilizaron los billetes en la maleta sonrió lleno de satisfacción

El hombre habló en voz baja a su ayudante para que procedieran con el intercambio del resto, mientras ellos mantenían una charla ociosa, detrás del restaurante se hacía un intercambio de sacos llenos de dinero que simulaban ser arroz, cuatrocientos millones de yenes por bolívares, algunos minutos más tarde se le informó al oído que los billetes eran auténticos antes de sonreírle de vuelta el dinero fué contado en exactamente catorce millones novecientos doce mil setecientos diecinueve bolívares para arrancar —Es precisamente la cantidad acordada señorita Shiomi, me alegra poder encontrar a una compañera tan confiable para hacer negocios

—Oh, vamos señor Hamasaki, no hay por qué ser tan formales— sonrió ella dándole un sorbo a su bebida —Creo que es justo decir adiós después de que se comprobó mi buena voluntad — expresó dejándose la taza vacía en el plato —Si alguna vez necesita otro intercambio, no dudé en hablarme. Será un gran placer volver a hacer negocios con usted— depositó una tarjeta de presentación antes de cuadrarse las gafas —Si me disculpa, me retiro

—Que le vaya bien jovencita, nos estaremos viendo pronto— la despidió con gentileza antes de que ella cerrara la puerta de su mesa privada.

La mujer se atuso el pelo rubio con sutileza antes de subir a una furgoneta blanca con la calcomanía de una arrocera, el conductor la observó con felicidad antes de ponerse en marcha a sabiendas de que tenía un auto casi pegado a ellos por la parte trasera. Hamasaki no confiaría tanto como para dejarla ir sin más, así que por supuesto tenía un plan de reserva, una verdadera lástima que ella se le adelantara incluso en esos momentos.

Más adelante, el tráfico se había intensificado considerablemente, los autos tenían más de diez minutos esperando a poder avanzar en un infernal embotellamiento —¿Qué sucede?— preguntó el conductor de la furgoneta intentando divisar lo que ocasionaba tal caos

—No te preocupes, puedes entrar en el auto lavado de allá y saldrás por la siguiente calle— anunció la rubia señalando el establecimiento. Su chofer hizo caso a su sugerencia revisando al auto de atrás seguirlos sin demora.

En el restaurante, Hamasaki se disponía a irse antes de que fuera interceptado por uno de sus lacayos a toda prisa —¡Señor! ¡Señor! ¡No haga el intercambio!— llegó dando tropezones. El aludido lo pateó en la espinilla sin piedad antes de taparle la boca. El otro siguió con sus intentos de hablar aunque la palma sólo le dejaba emitir sonidos ininteligibles

—¿Quieres callarte imbécil?— aunque el restaurante le pertenecía a él en sí, aún debía ser cuidadoso incluso aquí —Vamos a la mesa privada, ya veré si lo que tienes para decir es tan importante— seguidamente lo arrastró casi literal a la antigua sala donde lo liberó —Ahora dime ¿Qué es este alboroto?

El ansioso muchacho no se demoró en decirle —Señor, no haga el cambio, no es conveniente

—¿Qué? ¿Por qué?

—¡El bolívar se ha cambiado! ¡Se imprimieron nuevos billetes para Venezuela, los que nos quieren dar ya no valen nada!

Sin duda, Hamasaki debió escucharlo antes.

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