(TW: DEPRESIÓN, INTENTO DE SUICIDIO, TERAPIA)
El temido supervillano Dr Horrible creyó que su mundo terminaba cuando la chica de la que estaba enamorado empezó a salir con su némesis, el Capitán Martillo. Terminó de verdad cuando ella murió entre su...
Nota de la autora: ¡Hola! Soy muy insegura con mi forma de escribir y esto no lo he revisado, así que cualquier crítica constructiva será muy bien recibida por mi parte. Aquí vamos a tener romance, angst, fluff, slow burn y todas las indulgencias que vienen con enamorarse de un supervillano. Dicho esto, sí, he llamado Metrópolis a la ciudad porque no tengo vergüenza ni capacidad para poner nombre a ciudades. Un abrazo, espero que os guste :D
Eran las dos de la madrugada de un lunes, y las fuerzas del bien de Metrópolis dormían con las persianas cerradas. Casi todas las fuerzas del mal dormían también, habiendo disuelto horas antes una reunión para discutir los planes malignos de todo el mes. Solo un villano había trasnochado y regresaba a su apartamento arrastrando los pies, con las manos en los bolsillos y la mirada perdida.
De su hombro izquierdo colgaba una mochila con una bata de laboratorio roja, unos guantes de látex negros y las mismas gafas de protección que usaba desde que empezó a escalar en el mundo del crimen. Se movía por inercia, como un barco arrastrado río abajo.
Su pelo rubio ceniza, que crecía en todas direcciones, le hacía parecer una grulla crestada. Estaba tan delgado que tenía que agarrarse los pantalones con la mano para no perderlos cada pocos pasos. Sus ojos negros y hundidos en las cuencas se perdían en la acera. No tenía motivos para mirar hacia arriba, nada que ver y desde luego nada que temer desde que pasó a formar parte de la élite del mal internacional.
Sin embargo, cuando ya casi estaba llegando a su edificio, algo le hizo levantar la vista y le congeló la sangre en las venas.
Aceleró el paso con los ojos clavados en la imagen de su vecina, que balanceaba los pies sobre el vacío sentada en el alfeizar de la ventana. La pequeña luz roja de un cigarro se encendía intermitente en la oscuridad, como un temporizador que marcaba apenas un par de minutos antes de que Amy se precipitase hacia el asfalto.
Iba a saltar. Estaba seguro, porque él mismo pensaba en hacerlo todos los días.
Con la sangre zumbándole en los oídos, el villano corrió con todas sus fuerzas hacia el portal y escaleras arriba. En su cabeza se reproducían en bucle todas sus conversaciones con Amy, pero sobre todo aquella en la que le dio una copia de la llave de su apartamento"por si había alguna emergencia". Sabía perfectamente dónde estaba, solo tenía que cogerla, entrar en su casa e improvisar algo. ¿Llegaría a tiempo? ¿Serviría de algo?
El villano, que creía haber perdido la empatía, sentía el corazón en la garganta. No tenía forma de saber que alguien le estaba observando.
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