Tata y Mang eran unos bebés muy inquietos, les encantaba jugar a todas horas. Ya sea con sus amiguitos o ellos solos, de día o de noche, siempre lo hacían; como ahora.
Un juego muy simple pero les encantaba; ambos podían ver el rostro del otro divirtiéndose y solo eso bastaba para que amaran el juego.
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─ No tan rápido Mang, me voy a marear─ a Tata le gustaba, pero también sentía su estómago revolverse y no precisamente por las mariposas que sentía al ver a Mang tan contento.
─ Perdón Tata, lo haré más despacio.
─ Así esta perfecto Mang─ guiñó el ojo.
Por el ambiente tan cálido y conmovedor, parecía que salían pequeños corazones del lugar. Sin duda era uno de sus juegos favoritos junto con las escondidas y por supuesto, a darse besitos. Aunque eso último no es un juego exactamente...
