Capitulo 34: Despertar

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Mi mamá y el imbécil llegan al mostrador ubicado justo a las afueras de la entrada. Palabras se intercambiaron, y mi madre apunta a una mesa en el exterior. El imbécil asiente. Él no debe conocerla lo suficientemente bien, o ya habría predicho eso. Podría hacer menos de cincuenta grados y estar lloviendo intestinos, y mi madre todavía insistiría en que se sentaran afuera.

Así podemos ver a la gente mirar.

No, mamá, así la gente puede verte.

La pareja se sienta en una mesa redonda con un mantel a cuadros rojo y un vergonzoso arreglo central de Gysophila p, la escoria del mundo de las flores. El imbécil llega a través de la mesa y toma la mano de mi madre. Pasa su pulgar sobre sus nudillos, y ella inclina la cabeza hacia un lado y sonríe. Es una bonita sonrisa, y casi la compro como feliz. Pero algo está mal. Esta no consume su rostro como las sonrisas que reservaba para mi padre. Esto me pega: a ella le gusta este tipo... pero no de la manera en que le gustaba papá. 

El darme cuenta hace que los músculos de mi pecho se relajen por primera vez desde que llegué a Nueva York.

Mamá tiene un novio, que detesto.

Pero ella no lo ama.

Me quedo cerca de la calle y observo a mi madre y al imbécil compartir bruschetta y espaguetis. No puedo dejar de preguntarme cuando mamá empezó a comer carbohidratos, porque lo último que recuerdo, es que los puso a la altura de la piel artificial y violadores.

Cuando llega la cuenta, el imbécil paga, y mamá actúa toda agradecida, como si ella no lo hubiera abandonado si no lo hacía. El tipo se levanta y la ayuda a levantarse de su asiento, y soy capaz de conseguir una buena mirada de él. Es casi tan alto como yo, pero un poco más delgado. Sus ojos están un poco demasiado separados, y su cabello oscuro está pegado al cuero cabelludo. Todo en él grita militar, desde la forma rígida en que se mueve a lo crujiente de su traje. Supongo que era un comandante o sargento o una de esas otras palabras, eso significa que eres el gritón frente al gritador.

Juntos, caminan por la calle y se mueven hacia mí. Retrocedo y los dejo pasar, luego los sigo de cerca. Parece que se dirigen de regreso al apartamento de mi madre. 

Por qué, no tengo i…

Oh, no. No.

Él va a su apartamento en la mitad del día.

Va a tratar y... y…

Mi estómago se vuelve pesado. Hola oscuridad, mi vieja amiga.

Como esperando ver un accidente de autos, continuo siguiéndolos, igualando su ritmo paso a paso. Imbécil y mamá se paran fuera de su casa de piedra rojiza, y digo una oración silenciosa a un Dios largamente olvidado.

No le dejes entrar, mamá. No lo hagas.

Por algún milagro, el tipo la besa y se da vuelta para irse. A juzgar por su paso rápido y su rígido traje de culo apretado, probablemente se dirige de nuevo a trabajar. 

Me río con alivio y veo a mi madre caminar al piso de arriba. En la puerta, se detiene y se vuelve. Ella lo mira irse con una sonrisa aturdida colgando de su boca. Pero entonces algo cambia. Sus ojos caen a sus pies como si estuviera pensando. Y la sonrisa se desvanece. Esta no sólo desaparece, se desmorona, como si no está segura de cómo había llegado hasta allí en primer lugar.

En ese instante, sé que nos echa de menos.

Lo puedo ver en las líneas de su cara, las que ni siquiera el Botox puede borrar. 

Puedo ver la forma en que sus hombros se hunden y su espalda se joroba. Empuja sus brazos alrededor de su cintura en un apretón, entonces se desenvuelve a sí misma, abre la puerta y entra.

El Coleccionista - Verkwan (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora