Naturaleza, Runas y Misterio

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Un capítulo con Cardinale de protagonista, wiii. Mi subconsciente me lo exigió.

Cardinale se encontraba cerca del lago, no quería admitirlo, pero estaba preocupado. No sabía a ciencia cierta qué era lo que estaba pasando, ya tenían demasiadas semanas en aquel lugar y aun no lograban descubrir gran cosa, estaba frustrado, necesitaba al menos una pista que le ayudara a comprender el gran misterio que se estaba gestando delante de ellos.

Golpeó el tronco de un árbol e hizo que este se partiera, se sorprendió a sí mismo, no era dado a ese tipo de arranques y mucho menos era de los que gustara hacer uso de sus puños para desquitar sus sentimientos, debía estar peor de lo que imaginaba. Se recargo en el tronco del árbol y suspiró. El sonido de unos pasos lo pusieron en alerta.

—se han desviado del camino, jovencito— frente a él, una mujer que parecía demasiado vieja para ser real, de inmediato preparó una rosa—. No hay por qué ponerse tan a la defensiva, tal vez pueda responder algunas de tus dudas, las runas me guiaron hasta ti.

—¿Las Runas? ¿Usted es...? —sus ojos se abrieron con sorpresa.

—Soy Kala—la mujer asintió ante la pregunta inconclusa del santo—, me llaman la mujer de las runas y lo único que quiero es que el nuevo orden prevalezca hasta la llegada de uno nuevo, pero por ningún motivo las viejas prácticas deben volver.

Cardinale no podía creer que justo aquella mujer se apareciera frente a él, los aldeanos comentaban que era de mal augurio toparse con ella o peor, que esta te busque. Claro que el no creía en esas supersticiones absurdas, pero no podía dejar de lado la sorpresa que le daba que fuera a buscarlo justamente a él, dadas las circunstancias lo más lógico sería que buscara a Izo. Espabiló, esa era su oportunidad.

—Usted utiliza elementos que se supone y según usted ya no deben existir, ¿por qué no está de parte de los sectarios? —cuestionó con desconfianza.

—Porque yo acepto que los ciclos se cumplen y nuevas cosas deben aparecer, yo no me anclo al pasado ni a la vida que tengo o a la que alguna vez tuve, aunque ya he vivido más tiempo del que me hubiese gustado, pero debo cumplir con mi rol, así como ustedes deben cumplir el suyo.

—¿Qué saben de nosotros y de Hades?

—Nada—respondió escuetamente la mujer.

—Imposible, quieren a Izō y saben de la existencia de las vasijas que sellan a los dioses gemelos y su círculo de piedra está donde se hayan las almas de los espectros, no puede ser simple coincidencia—no podía creer que no hubiera una relación entre ambos, era inverosímil tal afirmación.

—Solo importa el poder que se puede obtener de ellos, la energía; con las runas correctas, todo ese poder puede ser utilizado con los fines que se desean.

«Las antiguas tradiciones, la de nosotros me refiero, nacieron en tiempos demasiado oscuros, cuando las civilizaciones apenas comenzaban a desarrollarse y dieron forma a nuevas creencias. Estabilizamos el caos y luego debimos desaparecer.

Ustedes no saben nada de nosotros, porque ya no deberíamos formar parte de esta vida más que como un vago recuerdo y a veces, ni eso, pero como ves, hay quienes se aferran y no se quieren ir; nunca necesitamos de ustedes y ustedes nunca necesitaron de nosotros, pero formamos parte de un todo y es nuestro deber mantener el orden, aunque sea desde las sombras ¿me equivoco?»

Cardinale se quedó meditando sus palabras, era obvio que aquella mujer tenía razón en lo último que dijo, en todo el mundo existían creencias de dioses de todo tipo, algunos eran los mismos dioses del olimpo, solo que, con diferentes nombres. Había algo en ellos (la anciana que tenía delante y el viejo que acompañaba a los sectarios) parecía que simplemente no estaban atados a ninguna divinidad, que se movían bajo sus propios hilos y reglas, prueba de ello, era su incalculable edad.

Un Camino Hacia El HonorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora