Cenizas de una sombra

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13 de julio de 2009
Julia García, chica de 7 años, pelo cobrizo, no muy largo, expresión ténue y apagada.
Como todos los días, desde la detección de la enfermedad de su tío David, decide ir con su familia a casa de su abuela materna, donde se aloja este. Ese día iba a ser especial, pero ella no lo sabía. Todo iba normal, comían allí, pasaban un rato ameno viendo la televisión y comiendo golosinas de un cuenco de cristal, pero no todo eran risas, constantemente se oían lamentos o indirectas de su tío enfermo.

Eran las 16:00, hora de dormir la siesta, el ritual del dormir, como de costumbre, pero Julia nunca se la echaba, prefería seguir viendo la televisión y hablar con David, su tío, el cual era como su padre. Éste no podía dormir debido a los constantes dolores de su enfermedad, la esclerosis lateral amiotrófica, y por ello platicaba todas las tarde con ella.

Pero ese mismo día, su tío se comportaba de forma extraña, solo hacía más que pedirle pastillas a Julia. Ella se ofrecía a traérselas, desde la cocina hasta el salón, sin saber el peligro que suponía el dejárselas todas a su lado. Estas estaban bien guardadas, en lo alto del frigorífico, para que su tío no las alcanzase con su silla de ruedas, por ello, Julia tenía que coger una silla y tres cojines para obtener lo que su tío le pedía, morfina, para el dolor.

Eran dos botes, pequeños, de unas 10 pastillas cada uno, los que les trajo Julia a su tío. Ella seguía embobada con los dibujos animados mientras sin saberlo, su tío se tragaba las pastillas como caramelos. Fue el ruido de espuma cayendo lo que hizo que Julia se diese cuenta de que su tío se estaba ahogando con su propia saliva. Su familia se acercó corriendo al salón tras oír el siniestro y estremecedor grito de Julia, su tío, se estaba suicidando ante sus ojos. Todo borroso, lo único que podía observar la inocente niña era su familia desesperada llamando a la ambulancia, mientras los demás trataban de ayudarle a respirar. Los gritos los oía en eco, y el tiempo pasaba rápido, al igual que las lágrimas seguían el transcurso de su cara.

Cuando el tío dejó de toser, solo Julia pudo apreciar una sombra saliendo de él, y entrando en el cuerpo de esta mediante sus ojos. Ella no supo que pasó ese día, pero sería algo que le atormentaría siempre...

14 de julio de ese mismo año.
Fue el funeral del tío de Julia, un día triste para todos, sin duda, el tanatorio era un sitio apagado dónde solo se oían lamentos y gritos de dolor y sufrimiento. Todos se aferraban a Julia, ya que fue ella quién apreció cada detalle de su lenta agonía. Para ella los minutos eran segundos, y las horas, minutos. La incineración fue rápida, tras la misa. El funeral terminó a las tres horas de comenzar. Lo único que recuerda Julia de ahí son las voces de su tío en su cabeza, recordándole los mejores momentos que ha pasado con él. Todo era extraño, puesto que también veía recuerdos que nunca había visto antes, desde una perspectiva que no era la suya. Ella no sabía lo que estaba pasando, por lo que comenzó a hiperventilar, a tener sudor frío y a temblar. No pasaron ni dos minutos y la madre ya estaba llamando a una ambulancia.
Hasta que Julia dijo: "Estamos bien, mamá"
-"¿Estamos?" Respondió la madre con lágrimas en la cara.
-"¿Dije estamos? Quise decir estoy, me he equivocado" Dice Julia con cara de desconcierto.

23 de julio.
La muerte del tio de Julia es cada vez menos nombrado, por lo que poco a poco dicho suceso se va haciendo menos triste para la familia. Pero Julia cada día iba a peor, las voces aumentaban, los ecos resonaban en su mente, y ella cada vez sentía más una carga en su espalda. Esa misma noche, tras cenar en familia como siempre, Julia procedía a lavarse los dientes.
-"Lávate los dientes y recuerda cerrar el grifo, Julia" dijo el padre, con su voz grave.
-"¡Sí papá!" replicaba Julia, corriendo al cuarto de baño en pijama con una sonrisa en la cara.
Mientras Julia se lavaba los dientes, la única luz ténue del cuarto de baño parpadeaba una y otra vez, esto estaba fuera de lo habitual, puesto que cada dos meses el padre cambia las bombillas de todas las habitaciones. Julia, asustada, decide cerrar los ojos pensando: ("No pasa nada, no pasa nada...") repetidas veces. Tras volver la luz a la normalidad, Julia abre los ojos, y lo primero que ve es lo único que tiene delante, un espejo. El chillido de Julia fue escalofriante tras apreciar una sombra de unos dos metros reflejada tras ella. La luz volvió a parpadear, los padres fueron corriendo al cuarto de baño donde se encontraba Julia, lo primero que hizo la madre fue abrazar a la niña que estaba llorando, mientras el padre se armaba con una fregona y miraba a todos lados con cara de enfado. Todo fue normal ese día, excepto que Julia durmió con sus padres.

Los años fueron pasando, cada vez la carga que sentía Julia era mayor, puesto que el insomnio y los pensamientos nocturnos le atormentaban... La única solución, lo único que podía hacer... lo hizo...

13 de enero de 2017
Julia ya tenía 15 años. Era un día lluvioso, con rayos y truenos resonando en todo el vecindario. La madre, al decidir quitar la ropa y llevarla al desván, al altillo donde habían cajas de ropa, se encontró con una sorpresa no muy grata... La música alta, todo desordenado y Julia colgada de un cable a una de las vigas de madera que soportaban el ático. Julia había decidido suicidarse, utilizando una silla y un cable largo. Además, dejó una nota. La cual decía:

-"Queridos familiares:
He decidido quitarme la vida..." a partir de aquí es ilegible, puesto que la nota estaba bajo el inerte cuerpo de Julia, ello conllevaba a estar llena de saliva de Julia. Aunque al final de esta carta, se podía apreciar una firma...
"Un saludo, David"

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⏰ Última actualización: Aug 24, 2020 ⏰

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