Los seres humanos vivimos vidas diferentes, mas hay algo que todos tenemos en común: etapas.
Las etapas de nuestras vidas pueden ser largas, cortas, marcar algún comienzo o un fin. Y para Jeon Jungkook, un joven de catorce años, deshacerse de ellas y superarlas siempre había sido simple.
Cuando iba al jardín de infantes, recordaba haber llorado los primeros dos días, pero esto cesó de inmediato en cuanto, casi como por arte de magia, superó sus miedos y se centró más en el aprendizaje. También recordaba haber cambiado de caricatura favorita casi una vez por mes, y de banda preferida bastante seguido, una vez que fue adolescente.
Los gustos y las emociones de Jungkook solían ser etapas más que breves ante los ojos de cualquiera, pero hubo una sola de la cual jamás se había podido despegar.
Cuando Jungkook comenzó la escuela secundaria, tuvo muchísimos cambios en su vida: había dejado ya cinco clubes de actividades, cambiado de grupo de amigos e incluso de corte de cabello. Todo parecía ser bastante normal en su mundo —ese en el cual la única constancia era no ser constante con nada—, hasta cierto día, cuando vio por primera vez al nuevo estudiante de su curso.
Su nombre era Kim Taehyung. Sus cabellos castaños y lacios, sus perfectas facciones, su voz profunda y su brillante sonrisa habían llegado para instalarse por un tiempo indeterminado en la cabeza del joven Jeon. Y como no era de esperarse para él, duró mucho, mucho tiempo.
Ya pasado un año de la llegada del muchacho a la escuela, Jungkook, quien era demasiado tímido como para acercarse a su amor imposible, decidió hacerlo mediante un plan que parecía no tener fallas.
Tras haber seguido en silencio a Taehyung durante un año, pudo llegar a descubrir ciertas cosas sobre él. Aprendió que le gustaba tararear canciones tristes cuando llovía, que adoraba tener muchos amigos, que tenía un corazón enorme y que, al parecer, había algo que le apasionaba: la fotografía.
Desde el primer día, Jungkook lo había visto pasar por el salón del taller de fotografía varias veces. Solía mirar dentro de él por una de las ventanas y suspirar pesadamente, como si anhelara con toda su alma entrar allí. Y eso no pasó sino hasta unos meses después.
Taehyung se volvió aún más popular luego de haberse vuelto miembro de aquella clase, pues era el mejor en lo que hacía. Y poco después, se volvió el presidente del taller. Él era quien se encargaba de anotar a todos los que quisieran entrar, y quien tomaba algunas pequeñas pruebas antes de que cualquiera pudiera ingresar. Jungkook, tras haber notado que cada miembro que ingresaba —aunque no fueran demasiados— se volvía cercano a él, quiso intentarlo. Así, tras haber dudado durante un buen tiempo, ahorró dinero, compró su cámara, caminó hacia la puerta de aquel salón, dijo haber querido entrar y...
—¡Hola! Mi nombre es Kim Namjoon. Soy el presidente de la clase de fotografía ¿Gustas pasar? Te tomaré una breve evaluación para ver qué tanto sabes sobre el tema y, así, podré basarme en lo que necesitas aprender.
—¿Presidente? —se sorprendió— ¿Qué hay de--?
—Ah, ¿Taehyung? Fue algo bastante repentino, pero se fue. Ya no vendrá más a esta escuela.
—¿Eh? ¿Por qué?
—Bueno, él se estaba quedando aquí temporalmente. En realidad, a pesar de haber entrado hace un año, sabía que estaba en una lista de espera en una escuela del extranjero. Ahora que lo admitieron, anunció al director la noticia y se fue. Debe estar en su avión, ahora mismo —dijo y chequeó su reloj—. En fin... ¿Vienes?
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Vante [Vkook] [One shot] ©
Fiksi PenggemarCon la llegada de una exposición exclusiva de Vante, uno de los fotógrafos más populares y exitosos de Corea, todos los aficionados de la fotografía se volvieron locos de la emoción. Y Jeon Jungkook, uno de sus más grandes admiradores, no esperaba l...