Capítulo 16

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Diamante sonrió satisfecho, mientras observaba como Ojo de Tigre se iba alejando hacia la oficina del director. Petzite me miró con odio y supe ahí, que la venganza llegaría tarde o temprano. Se fue con su grupo de amigas afuera de la cafetería. Diamante volteó a verme, la preocupación reflejada en sus ojos.

—¿Estás bien? Lamento no haber podido llegar antes.

—Si... Estoy bien... —murmuré por lo bajo.

Seiya apareció a su lado, sonriendo.

—Él es idiota de nacimiento.

—Oh, ¿en serio? No me había dado cuenta —dijo Yaten sarcásticamente.

—¿Quieres terminar de comer para irnos? —me preguntó Diamante, omitiendo los comentarios de sus amigos.

—Está bien...

Luego de las clases, guardé algunos libros para poder estudiar el examen que tenía mañana de biología y fuí junto con Diamante hasta su auto para poder irnos a casa.

Una vez allí, él me tomó de la mano y entramos, siendo recibidos por Luna, quien maullaba y se restregaba en nuestras piernas, agitando la punta de su cola en alto. El ambiente se llenó de las risas de Hotaru, quien corría siguiendo a Luna. La gata la miró y comenzó a correr, mientras seguía maullando.

—¡Luna! ¡Regresa! —Hotaru gritó, con una sonrisa plantada en su rostro.

Cuando pasó frente nosotros, Demian la agarro entre sus brazos y la alzó sobre su cabeza. Hotaru gritó por la sorpresa.

—¡Demian, déjame!

—Deja al pobre gato —rió.

Sonreí, viendo la escena familiar desconocida para mí, de repente la imagen de un niño pelinegro un poco mayor que yo apareció en mi mente, cerré los ojos fuerte y sacudí mi cabeza haciendo que la imagen se esfumara, seguramente debe ser un recuerdo de un sueño. Los maullidos volvieron, cada vez más cerca. Sentí como la bola de pelos clavó las garras en mis jeans y comenzaba a trepar por allí. Reí, mientras Luna continuaba su recorrido por mi pierna. Diamante dejó a Hotaru sobre su espalda, haciendo que sus finas y pequeñas piernas abrazaran su torso. Hotaru rió al ver al gato llegando por mi vientre y comenzando a trepar por mi abrigo. Yo no sabía que hacer, solo reía algo nerviosa.

—¡Gata mala! ¡Déjala! —gruñó Diamante.

—Quiero ver hasta donde llega —lo contradijo su hermana.

Luna llegó hasta mis brazos, acurrucándose y escondiéndose entre ellos, ronroneando. Acaricie temerosa su lomo, mientras éste se arqueaba sobre mi mano. Hotaru aplaudió a gusto.

—Un día lo encontraremos plantado al techo —la voz de Karen resonó en la sala, mientras salía de la cocina secándose las manos con un paño, sonriendo—. Trepó la pared de alfombra que hay en la biblioteca. No se podía bajar y gritaba como loco. ¿O no, Hotaru?

—Si. Papá tuvo que subirse a una silla para sacarlo.

Demian la bajó, poniendo sus pies devuelta al suelo.

—¿Tienen una biblioteca aquí? —pregunté. Jamás había visto la casa completamente.

—Si. ¿Te gustaría verla? —me preguntó ella.

Asentí con la cabeza sin vacilar.

—Demian, ¿por qué no la llevas?

—Claro. Ve a dejar tu mochila a tu habitación.

—De acuerdo.

Subí las escaleras y dejé la mochila sobre mi cama, aún sin soltar a Luna. Diamante estaba fuera, en el pasillo, esperándome.

—Es por aquí —señaló a otra escalera para ir a la planta superior. Lo seguí, observando cada rincón desconocido.

Él me guió hacia una puerta doble en madera tallada. Luna ronroneaba y aquel sonido resonaba por todos los pasillos del tercer piso de la casa. Diamante las abrió y encendió las luces, dejándome ver las muchas estanterías de tres secciones donde habían muchos, pero muchos libros.

Habían de todo tamaño, clase, color y grosor. Un mundo por descubrir. Diamante posó suavemente una de sus manos en mi espalda, empujándome para hacer que entrara a la habitación. Había unas largas escaleras para alcanzar los libros de los estantes más altos, sillones, mesas y lámparas en dos esquinas. Una alfombra realmente bonita estaba en el suelo, con diseños florales rojos y verdes oscuros. Sentí la mirada de él sobre mi rostro, expectante.

—¿Te gusta leer?

—Por mí leería todo el día... —murmuré, sin mirarlo.

—Ve y revisa lo que quieras. Debo hacer unas cosas —me sonrió antes de alejarse de la biblioteca, dejándome sola.

Caminé hacia una mesa, donde habían varios libros. Me hinqué frente a ellos y comencé a ver sus títulos, hasta que ví uno:

Romeo y Julieta.

Mi libro... En mi casa... Junto con los otros de mi madre. ¿Cómo los pude haber olvidado allí? Debía tenerlos. Ahora. Ya.

Me levanté, decidida a ir hasta allí para buscar mis libros. Sabía ya por la hora que mi padre no estaría en casa, así que tenía como dos o tres horas como mínimo para ir y volver. Nadie debía verme si quería ir rápido, así que bajé las escaleras lo más despacio posible. Por mi peso y estatura, mis pasos eran ligeros y no resonaban por el suelo, pero aún así tuve cuidado.

Llegué a la sala, dónde estaba al fondo la puerta que daba el exterior. No había nadie, excepto Luna, quien estaba sobre el sofá, mirando mi llegada expectante. Abrí la puerta, escuchando un chirrido de parte de ella. La abrí lo necesario como para poder salir.

Corrí por las rocas, tierras y pedazos de césped ágilmente. No quería demorarme mucho. Diamante podría ir a buscarme y no encontrarme dónde me había dejado, también Hotaru o Karen.

Camine unos minutos hasta llegar al viejo pórtico de casa, tome el pomo de la chapa y la gire para entrar a mi antiguo hogar. El olor dentro era insoportable. Platos y vasos amontonados en el lavaplatos, sucios, de hace semanas. El suelo lleno de migajas, húmedo, con hongos. Todo estaba deteriorado. Papá no había hecho nada mientras yo no estaba. Me sentí mal por él en un momento, pero luego me arrepentí. Fuí a mi habitación, que se encontraba tal cual cómo la había dejado. Me agaché abajo para ver bajo mi cama y vi los libros. Todos.

Sonreí y los agarré entre mis manos, sintiendo el conocido tacto sobre mis dedos. Revisé los títulos una vez más y comencé a ojearlos.

Lo que me llamó la atención, fue que entre las hojas de en medio habían unos sobres y papeles. Arrugados y sucios, todos juntos. Tomé el más grande que se encontraba doblado por la mitad. Era suave, por más que estuviera arrugado. Un papel grueso, resistente. El miedo había comenzado a picar sobre mi cuero cabelludo. Lo desdoblé y comencé a leer con atención cada palabra.

El mundo cayó sobre mis pies.

—Adopción... —susurré, bajo mis propias lágrimas cuando leí el título de aquel documento -. Padres biológicos: Jeff y Eleonor. Padres adoptivos: Seth Hino y Amanda Hino... No... —me rompí en ese momento.

La presión era demasiada. Necesitaba procesar aquella información con tranquilidad. Volví a dejar todo en el libro y los cargué todos firmemente contra mi pecho para poder irme de aquella casa que jamás fue mía. Mi... padre, no había tenido ningún derecho sobre mí como para golpearme todos estos años. ¿Y mí madre? Lloriqueé todo el camino hasta llegar a la casa de Diamante. Entré por la puerta de atrás, por la cocina. No había nadie. Subí lo más rápido que pude las escaleras para ir directamente a la biblioteca. Me fuí a un rincón, acuclillándome en una esquina y dejando todos los libros frente a mi. Volví a sacar aquellos papeles y continué con mi lectura..

Sálvame (Adaptación Rei/Diamante)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora