La risa de Paula empezaba a ser irritante. El incidente no había sido tan gracioso desde dentro. O tal vez el hecho de que la chica ya se hubiera terminado la tercera copa ayudara a multiplicar las carcajadas.
-Osea, osea- recapituló tomando aire y secándose las lágrimas- que tú creías que te estaba mirando las tetas... ¡y en realidad le interesaba la lectura!
Un nuevo estallido de risas tan grande que tuvo que agarrarse la tripa y llegó a contagiárselo a la aludida un poco.
-¡Cállate! Tú habrías pensado lo mismo, pervertida. ¿Y se puede saber porque a ti te está subiendo más que a mi?
-Porque me he bebido otro al que me ha invitado mi cita- aclaró arrastrando las palabras. Luego le guiñó un ojo e intentó irse tambaleándose pero Carolina le agarró con rapidez del brazo y la volvió a sentar.
Ella también estaba algo mareada y tenía esa agradable sensación de no tener vergüenza de nada provocada por el alcohol que se evaporaba al ser en apariencia la que tenía que controlar las estupideces.
-Muuuuuy bieeeeen- comenzó a decir muy despacio-. Me parece que te voy a quitar esto un rato, ¿vale?- dejó el vaso de su amiga en el suelo y se sintió como una estúpida al ver que estaba vacío.
Al dirigirle una mirada de desaprobación a su amiga se dio cuenta de que le había robado el vaso y se lo estaba bebiendo. Se lo quitó también con rapidez.
-¡No! ¡no! ¡no! Paula, esto no. Esto caca.
No le gustaba hablar como si estuviera tratando con un niño en lugar de la muchacha adulta con la que en realidad hablaba. Pero un borracho es como un niño patoso: te ríes de ambos, tienes que estar todo el rato pendientes de ellos y al cabo de un tiempo se avergüenzan de lo ocurrido.
-Tengo pis- soltó de repente la "niña". Acto seguido se echó a reír como si estuviera viendo un monólogo de David Guapo/Dani Rovira/Flo/elqueosdelagana.
-Muy bien- suspiró la otra-, pues al baño.
La ayudó a levantarse aunque no pensara que fuera tan mal. Una vez andando la soltó para poder moverse mejor entre la gente y la dejó ir andando delante por si acaso.
De repente la borracha tropezó con el aire y se calló de bruces contra el suelo, confirmando que si, que iba fatal.
La agarró del brazo para levantarla mientras gritaba para hacerse oír por encima del ruido:
-¡Mierda, Paula! ¿Has cenado algo?
La nombrada estalló en un montón de risas.
-Llevo sin comer nada desde el desayuno- levantó el brazo como ganadora mientras añadía-: ¡Nuevo récord! Tenía que estar guapa para ver a Carlos. Pero que no tengo hambre.
-Claro, así como vas a estar, desgraciada. Vamos, te invito a un perrito.
Comenzó a arrastrarla hacia la salida pero de repente escuchó como chillaba en su oído.
-¡¡¡PIS!!!
-Antes vamos al baño, si, decidido. Prefiero que te desmayes antes de quedarme sorda...
Cambio de dirección y como obedeciendo a su petición su amiga dejó de utilizar las piernas e hizo que la sujetará para que no volviera a caer al suelo.
-¡Es broma! ¡es broma! Grítame. No te duermas. ¡PAULA!
Entre una maraña de pelos rubios apareció una sonrisa inimitable que la tranquilizó. La sonrisa de borracho. *Nota: no se describirla porque es de esas sonrisas extrañas que o sabes de qué hablo o no tienes vida social y nunca has estado con un borracho.*
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La felicidad no tiene nombre.
RomancePasar el verano en un pueblo donde la media de edad pasa de los 40 años no es, ni por asomo, un buen plan para una chica de 17 años. Con lo que Carolina no contaba era que todas las vacaciones tienen sus sorpresas.