Bohemio atardecer

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Iba pasando cerca del río colindante a mi escuela luego de que acabasen las clases, me gustaba salir a mirar aves y perderme en mis tontos pensamientos. Todo iba normal como siempre, hasta que escuché un suave chapoteo en el agua que erizó mi piel y se llevó toda mi atención, buscando de donde venía cuidadosamente baje al río, paso a paso me acercaba a la orilla, cuando del otro lado del río la pude ver, era hermosa, una mujer de unos 20 años, estaba acostada en el pasto y con la mano izquierda  jugueteaba con el agua del río, su pelo corto y castaño me llamaba ciertamente la atención. Siempre me ha atraído el pelo corto, pero es más, su delicada sonrisa me hacia sentir seguro, me aceleraba el corazón de tan solo verla, si bien era claramente mayor que yo por varios años no podía dejar de pensar en ella. ese día me fui a dormir pensando en ella, incluso la vi en mis sueños.

Al día siguiente hice la misma ruta con la esperanza de verla de nuevo, y así día tras día, se volvió una especie de rutina, nos encontrábamos a la misma hora en el mismo lugar.

Fue un viernes donde decidí acercarme, crucé el río saltando de piedra en piedra hasta llegar al otro extremo, y ahí estaba, tan callada como siempre me dio una tierna sonrisa. Mi corazón aceleraba su palpitar cada vez más y más, nervioso le ofrecí mi mano. Esa tarde solo fuimos nosotros dos tomados de la mano mirando el río.

Si ella sentía algo por mi no lo sabía, pero seguro estoy de que la amo más que a todo el en mundo.

La mañana del Lunes me fui a la escuela leyendo el periódico, todo marchaba bien hasta que llegue a la pagina 14, no sé que me aterraba más, el titular "joven desaparecida" o la foto, era ella, no podía creerlo, no pensaba ir a la escuela luego de enterarme de esta terrible noticia, no podía hacer caso omiso. 

Luego de correr sin parar llegue al río, ella estaba ahí, no pueden creer la satisfacción que me produjo verla sana y salva. Crucé el río, la tome de la cabeza y limpié la tierra de sus labios y la besé apasionadamente. Nadie nos va a separar, ni la distancia, ni la muerte. Aliviado por todo este asunto, la cubrí con una manta y la dejé reposando en los arbustos cercanos a la orilla del río, tomé mi mochila, le di un beso de despedida y feliz me fui a la escuela.

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