Capítulo XVIII

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     Fue todo un logro hacer que Perla se quedara dentro de la habitación del hotel. Estuvo alterada por un buen rato, pero fue incapaz de decirle a Harrison lo que realmente le estaba ocurriendo. Terminó por excusarse diciendo que no podía dejar de pensar en su madre.

     Mejor así, no podremos lograr nada si dos de nosotros colapsan.

     ¿En qué maldita sea estaba pensando el padre de Harrison cuando decidió involucrarse en un asunto como este? ¿Realmente sería capaz de asesinar a su propio hijo?

     Esto es demasiado grande como para enfrentarnos sólo Perla y yo a ello. Pero… ¿No pondría en peligro a los demás si les pidiera ayuda? No podemos ocultarles a los demás que estamos bajo una amenaza inminente de muerte y Perla ni siquiera parece querer considerar la idea de salir de aquí… Tengo que admitirlo, el padre de Harrison ha logrado dar en un punto crucial de nuestro equipo. Sabe bien que Perla se entregará y yo también lo sé… Tengo que evitarlo a toda costa.

     —Necesito estirar las piernas —digo y me levanto sin llamar demasiado la atención de los demás—. Roosevelt, ven conmigo.

     Ella asiente y se levanta. Perla me mira angustiada y yo tengo que dedicarle una sonrisa tranquilizadora para que deje de preocuparse por mí. Detesto que se preocupen por mí.

     —Diamond, ven tú también —ordeno.

     Él salta del regazo de Perla para salir con nosotras de la habitación.

     Se cierra la puerta detrás de nosotros y nos enfilamos en silencio por el pasillo. Sin parar a conversar, entramos al bloque de escaleras de emergencia y comenzamos a subir, casi como si todos supiéramos a dónde ir.

     Hace demasiado viento, de pronto el cielo se ha nublado y pronto lloverá.

     —Pasó algo con Perla, ¿no es verdad?

     Diamond es muy perspicaz.

     —Un miembro de la Elite ha hecho contacto con ella cuando salió a tomar aire fresco —le respondo con indiferencia, seguimos subiendo y él tiene que saltar cada pocos peldaños para seguirnos el paso.

     — ¿Quién? —pregunta Roosevelt.

     —El padre de Harrison.

     Silencio sepulcral.

     El cielo comienza a tronar encima de nuestras cabezas. Una tormenta se avecina.

     —Russell Harrison es un hombre sin escrúpulos —dice Jackie y mete sus manos en los bolsillos de su chaqueta de cuero negro.

     — ¿Lo conoces? —le pregunto, ninguno de nosotros se digna a mirar a los otros.

     —Conozco a gran parte de los miembros de la Elite —responde—. Al menos, sé quiénes son más allegados al Jefe.

     — ¿El padre de Harrison es uno de ellos?

     Roosevelt asiente.

     — ¿Qué fue lo que ese sujeto le dijo a Perla? —habla Diamond.

     Tomo aire antes de responder.

     —Que debe salir sola de este hotel. De lo contrario, matará a todas las personas que estén dentro.

     —El Jefe la conoce demasiado bien, todo esto es obra de él —dice Roosevelt.

     — ¿A qué te refieres? —pregunta Diamond.

     —El Jefe sabe que Perla no permitirá que ningún inocente salga herido mientras ella pueda hacer algo para salvarlos —responde, suelta un pesado suspiro y continúa—: La ha estado estudiando todo este tiempo. Perla, aunque es más fuerte que todos nosotros juntos, es también nuestro eslabón más débil.

     — ¿Cómo puedes decir semejante tontería? —reclama Diamond con el pelaje erizado.

     —Ella tiene razón, Diamond —le digo y él me fulmina con la mirada—. Perla podrá tener una fuerza de voluntad inquebrantable, un coraje único y una capacidad para entinar a los Pokemon mucho mejor que la que nosotros tenemos. Pero… Tiene un corazón demasiado noble.

     —Y para vencer en una situación como esta, debes ser una persona con sangre fría —completa Roosevelt y yo asiento.

     —Pues no me importa —sigue Diamond—. Yo protegeré a Perla. ¡Ningún humano asqueroso le pondrá una mano encima mientras yo esté cuidando de ella!

     —Por esa misma razón es que la petición de ese hombre es que ella salga sin compañía —dice Roosevelt—. Saben que nosotros vamos a protegerla.

     —Si yo fuera tú, no me sentiría parte del equipo todavía.

     Ambas nos detenemos y nos sostenemos las miradas. Es como si nos hubiéramos… No, no es como si fuera así. Yo la he detestado toda mi vida.

     —Yo no maté a tu hermana, Sheryl.

     ¿Por qué todos deben recordarme eso?

     —De no ser por ti, ella nunca se habría unido a la Elite —le devuelvo y un rayo en el cielo remata mi frase.

     Ella pone los ojos en blanco.

     Comienza a llover, ya hemos llegado a la azotea del edificio. Las primeras gotas caen sobre mi rostro, es una sensación que resulta incluso revitalizante.

     —Tengo un plan y quiero que ustedes lo sigan al pie de la letra.

     No puedo creer que lo diré en voz alta. Ellos asienten.

     —Lo que voy a decirles requiere de discreción, así que nadie más debe saberlo. ¿Bien?

     Asienten de nuevo.

     Tomo aire una última vez para darme valor y les explico mi plan.

     Sólo espero que esto no se vuelva en nuestra contra.

Pokemon V: La Batalla Contra la EliteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora