Día 3...

1.3K 187 66
                                    


—¿Entonces vas a obligarme a decirte las cosas, Akutagawa? No debería sorprenderme de ti, considerando que siempre actúas como un salvaje.

—¡Eres un...! —respondió Akutagawa, pero no continuó, porque tanto él como Atsushi escucharon un fuerte sonido entre los árboles. No tuvieron que decir nada, pues con miradas tensas y alerta, ambos se acercaron al punto de donde provino el ruido, rodeando el área, solo para descubrir que no había nada. Al menos, ya no.

—Será mejor que volvamos —dijo Atsushi, y Akutagawa no tuvo otra opción más que seguirlo.


Una vez que llegaron, el lugar estaba helado.

—¿Podrías encender la chimenea mientras preparo la cena?

—¿De nuevo pretendiendo darme órdenes, Jinko?

—Solo trato de que podamos trabajar juntos y llevarnos bien, aunque sea por la misión, pero tú solo quieres pelear conmigo por todo y hacer que siga tu voluntad. Sé que tienes subordinados en la Port Mafia, pero que te quede claro que en este momento somos iguales, y no voy a permitir que me digas lo que tengo que hacer o no, y mucho menos que me amenaces para que te diga algo que no te incumbe —le reclamó Atsushi, visiblemente exasperado.

—Si es algo sobre Dazai-san, sí me incumbe.

—Pues cuando regresemos a Yokohama, ve y pregúntale tú mismo si tanto te interesa. A ver si te lo dice.

—Eres un mocoso insolente, te detesto tanto —dijo Akutagawa, conteniendo su enojo al pensar en la promesa que Dazai le había hecho: que si lograba la misión, lo volvería a tener como mentor.

—Y tú eres un sujeto odioso. Sabes qué, espero que terminemos esta misión lo más rápido posible para no tener que seguir soportándote —respondió Atsushi, visiblemente molesto. Dio grandes pasos hacia la chimenea y la encendió. Akutagawa no se movió de su posición junto a la puerta, y cuando Atsushi pasó a su lado rumbo a la cocina sin dirigirle la mirada, Akutagawa subió las escaleras; hoy le tocaba dormir en la habitación.

Un rato después, la cena estaba lista, pero Atsushi, sin dirigirse a su compañero, se llevó su comida a la sala y comenzó a cenar solo frente a la chimenea. Estaba frustrado no solo por tener que realizar la misión con Akutagawa, sino porque su rival no hacía el menor esfuerzo para que las cosas fueran más llevaderas.

¿Para qué demonios quería Dazai que trabajaran juntos si ni siquiera podían ponerse de acuerdo en encender una chimenea?

Por su parte, el delicioso aroma de los alimentos preparados por Atsushi llegó hasta la alcoba, lo que hizo que Akutagawa bajara. Encontró al joven cenando junto al fuego y lo miró un momento, observando cómo la figura de Atsushi se reflejaba en el suelo con el fuego crepitante, hasta que el detective notó su presencia.

Sus miradas se cruzaron, pero Akutagawa simplemente dio media vuelta, fue a la cocina, se sirvió comida y volvió a subir sin dirigirle la palabra a Atsushi. Este, al notar la acción, solo suspiró hondo y retiró sus platos.

La noche transcurrió en silencio, y cuando el amanecer trajo un nuevo día, nada parecía haber cambiado. Desayunaron en extremos opuestos de la barra de la cocina, y sin dirigirse la palabra, se prepararon para seguir el plan delineado el día anterior.

Cada uno buscó en las áreas que le correspondía, pero ambos estaban algo distraídos. Apenas si se detuvieron para comer, y aunque la noche ya caía, seguían buscando porque deseaban terminar la misión cuanto antes, aunque su cansancio era evidente.

En el camino de Akutagawa, aparecieron de repente unas huellas en la nieve. Sin considerar avisar a Atsushi, siguió el rastro, pasando entre varios arbustos secos y llenos de espinas, rasgándose las piernas, el rostro y el cuello, hasta llegar a un claro donde encontró a un hombre de pie frente a él.

—Pensé que nunca me encontrarían.

—Ahora que lo hemos hecho, te aconsejo no dar un paso más si no quieres morir —dijo Akutagawa, preparándose para atacarlo. El hombre, de unos 60 años, con barba blanca descuidada y un gorro azul grisáceo en la cabeza, vestido con ropa negra, comenzó a reír.

—Qué amable de tu parte advertirme que me matarás, pero lamento decirte que tú morirás antes, y aquí.

—No estés tan... —respondió Akutagawa, cuando de repente comenzó a ver borroso. Las heridas que se había hecho con los espinos empezaron a quemarle la piel y a escocerle, mientras su cabeza daba vueltas y gritaba de dolor.

—Salúdame a Fausto en el infierno —dijo el hombre, alejándose entre los árboles.

Al mismo tiempo, Atsushi escuchó los gritos de Akutagawa y corrió rápidamente, buscándolo por todos lados.

—¡Akutagawa! ¡Dime dónde estás!

Pero era inútil. El joven yacía en la nieve, respirando con dificultad, mirando el cielo azul profundo con los ojos apenas abiertos. Finalmente, la silueta de Atsushi apareció ante él.

—¡Akutagawa! ¿Qué pasó? —preguntó Atsushi al ver que su compañero no tenía heridas visibles, aunque su expresión reflejaba dolor.

—Era él... Creo que me envenenó con esas ramas —respondió Akutagawa, señalando los arbustos por los que había pasado. Atsushi también se había rasgado con ellos, pero no parecía estar afectado en absoluto.

—Tengo que llevarte a un médico. Vamos.

—Yo iré... Déjame ponerme de pie —intentó Akutagawa, pero al intentar incorporarse, cayó de nuevo en la nieve, respirando con dificultad.

—Te llevaré yo —dijo Atsushi, convirtiendo sus extremidades en las del tigre blanco. Cargó a Akutagawa y echó a correr a toda velocidad hacia el chalet.

A cada momento, Atsushi revisaba a Akutagawa, pero su semblante era cada vez peor. Deliraba y sudaba mucho. Atsushi se preocupaba más a medida que avanzaban, sobre todo porque, cargándolo, no podía correr tan rápido. Cuando llegaron al chalet, decidió dejarlo en la alcoba.

La nieve comenzó a caer, y Atsushi, algo cansado, cerró la puerta y salió corriendo en cuatro patas rumbo a la ciudad. Sabía que no había tiempo que perder. Aunque el frío le quemaba las patas y el rostro le ardía por la velocidad a la que iba, no pensaba detenerse. Tenía que salvarlo... No solo porque se lo había prometido a Dazai-san, sino porque no podía dejar que Akutagawa muriera. No lo permitiría...


Continuará... 

Nota de la autora: tras meses de no publicar la actualización espero les guste esta nueva entrega.

Gracias por esperarme y por leer!!


Cómo perder a un hombre en diez días... Shinsoukoku Bungou Stray DogsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora