Camino cabizbaja, nerviosa. Observo la ilusión con la que viven otros y solo puedo envidiarles. Vivo con el mono constante de encontrar algo que me llene, pero mi pecho, aunque vacío, se halla cerrado.
Ayer retomé las ganas de salir de esto. Quise luchar y me propuse salir de casa. La ansiedad llamó a la puerta al conocer mis intenciones y no fui capaz de enfrentarla.
Tomé un ansiolítico, deseosa de ganar esta batalla. Pero la apatía se hallaba detrás de esos nervios y el cansancio producido por este esfuerzo la acompañaba.
"Mañana" pensé. "Mañana saldré de este bucle". Pero mis fuerzas hoy son aún menores. Los nervios siempre atacan y, en el momento menos preciso, menos lógico, vuelvo a sentirme encerrada en un mundo onírico.
Ya no quiero conocer, ya no quiero crear. Tan solo quiero dejar de sentir esto. Quiero dejar de temblar constantemente, tanto exterior como interiormente. Pero ya no tengo fuerzas, soy la ceniza de lo que un día fui y mis intentos de resurgir de ella siempre son quebrados por mí misma. Por mis sensaciones. Por mis sentimientos.