Como carbón

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El aroma salado comenzaba a mezclarse con uno metálico y asfixiante. La cubierta del barco ya no apestaba a pescado y barro, las cenizas escalaban hacia el cielo, las brasas cubrían el suelo. Ninguna persona en la tripulación podría haberse quejado por el desastre que ahora reinaba en el Nauka, no sólo porque no hablarían nunca más, sino porque al zarpar fueron conscientes del riesgo que traía consigo transportar un piromante por mar. Ni las desesperadas sirenas se acercaban a la nave, le temían al hombre bajo el manto de fuego. Ni el furioso mar podría detenerlo, ahora era libre.

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