Observo a la gente vivir sus vidas, mejorar. Daría lo que fuera por esa sensación, que yo también tuve un día. Un día tan lejano que no reconozco. Mis sentimientos anulan mi motivación. No dejan ni una sola muestra de interés por nada. A veces son tan intensos que quisiera no sentir. Y por ello me ahogo en el líquido de mil botellas de alcohol o en el humo de cien cigarros especiados.
Y pese a esto, no sé qué siento. No sé qué me causa este dolor físico, esta sensación.
Mi situación es parecida a la de un pájaro en una jaula, queriendo volar. Solo que la jaula es mi zona de confort. Una zona de confort en la que sufro, pero una zona de confort en la que permanecer es demasiado sencillo.
Quizás sea la propia creadora de esta jaula o quizás se formó a través de las situaciones que viví, pero mirar al pasado y admirar mi ágil vuelo hoy duele.
Porque hoy no soy capaz. Porque siento mis alas rotas y salir a volar como el resto de aves no sería más que fingir que no lo están.