Carmesí y obsidiana

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Ausencia de luz, oscuridad.

Nada más que una profunda oscuridad era lo que Dea veía, el pánico comenzaba a embargarla a dominarla, reviso nuevamente su arma, tenía un tiro solo uno. Cometió el error de bajar la vista, los cuerpos de su escuadrón decoraban el suelo como pintura en colores carmesí y obsidiana, solo quedaba ella.

Se tragó un sollozo e inhalo aire profundamente antes de salir de su escondite. Se arrodilló ante su compañero próximo, no evitó sentir una arcada al ver el cráneo de su compañero destrozado. Tomó su dispositivo para poder ver en la oscuridad ubicó el pequeño lente metálico y frió sobre su ojo derecho, ajustó el mango de su arma y observó todo el lugar No había rastro de lo que estaba buscando, el asesino de sus amigos.

Un ruido sordo se escucho a sus espaldas, ella giró con rapidez, un par de cajas se hallaban en el suelo, su pulso cardíaco se disparó pudo sentir su sangre golpeando con ferocidad en la sienes, se acercó en dirección a las cajas, las suelas de sus botas levantaban hilos espesos de sangre a cada paso.

Sin haberse dado cuenta, sobre ella se cernía un ser con rostro escalofriante, boca gigante con dos filas dientes afilados, lengua viscosa, garras arqueadas largas y filosas, su piel color grisácea, resistente, carente de ojos a primera vista, en dos patas probablemente con el doble de altura de aquella chica.

Dea había visto una infinidad de veces a ese tipo de engendros, a los que antes fueron humanos; en cuatro patas, en dos, lastimados, vivos, de todas las formas que se pudiera imaginar y dos años después aun no se acostumbraba a lo que sus ojos veían.

La bestia salto en su dirección, al tiempo es que ella volteaba y disparaba su último tiro, este ultimo rozó la parte izquierda de la cabeza del monstruo causando que sangre salpicara la cara de Dea, él extendió su brazo fibroso y con sus garras abrió el pecho de Dea como si de mantequilla se tratara, la chica soltó un grito de dolor y cayó al suelo.

Entrenamiento finalizado.

En cuanto la voz potente tronó por los altavoces el dolor en el pecho de la chica cesó, todo el escenario se esfumo dejando a cambio un cuarto gris desnudo.

Todos sus compañeros se levantaron del suelo pero ella no, se quedo en su lugar.

—Menos mal que Barend no estaba presente para ver la masacre.

La chica cerró los ojos con fuerza y se levantó haciendo caso omiso al comentario de su compañero, ella sabía que él no tenía la culpa, al menos no toda.

Dea le dio una mirada a su escuadrón, vivos, respirando.

Su equipo constaba de seis personas, incluyéndola, cada uno parado con distintas posturas, el chico que habló de primero se llevo una mano a su costado, en lugar que había provocado su muerte.

—¿Te duele Alix? —Preguntó Dea evitando llevarse la mano al pecho, en donde las garras de la simulación la tocaron, seguía doliendo.

Todos sabían que el dolor después de los entrenamientos era normal, sin embargo eso no permitía que Dea se preocupara menos. Desde el momento en que ella fue asignada como líder de su escuadrón, prometió cuidar de ellos como si de sus hermanos se tratase.

El chico negó con la cabeza provocando que un mechón de cabello castaño claro le cayera sobre uno de sus ojos marrones.

—¿Todo bien?

En esta ocasión se dirigió a todos, al recordar sus cuerpos en el suelo, fríos y sin vida. Posando la vista en cada uno de ellos se preguntó qué haría sin Alix y su insistencia por estudiar más las clases de mutaciones o sin las palizas de Fedora, las clases de armas con Rilo, las bromas de Kep o el apoyo incondicional de Habib.

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⏰ Última actualización: Aug 20, 2019 ⏰

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