Fotografía

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By Takeshi Maki

...

—Niños, él es el Señor Ray, es nuestro invitado especial.

Mamá Emma señaló entonces a un hombre de cabello negro, cuyo flequillo cubría parcialmente uno de sus ojos color oliva.

Harry, escondido detrás de su hermana Lizzie, asomó la cabecita rubia para verlo mejor. Nunca en su vida había visto a otro adulto además de su mamá, y menos a uno con tal porte inmutable cuyo gesto era serio.

El hombre en cuestión era diferente a la mujer pelirroja, no sonreía ni tampoco daba signos de tener una pizca de la calidez de Emma. El caballero solo repasaba su mirada por todos los niños, hasta que sus ojos oscuros se quedaron congelados en su persona.

Harry se asustó y se volvió a ocultar. ¿Acaso el señor Ray le había leído la mente cuando pensó que era tan amargado como un café sin leche ni azúcar?

—Será huésped —Continúa Mamá —, así que sean buenos y pórtense bien. —aplaudió entusiasmada y en respuesta recibió un unánime sí.

El pequeño rubio asintió también, aunque algo incómodo por la penetrante mirada del hombre azabache, que en ningún momento le perdió de vista incluso cuando se fue por el pasillo.

***

Se escuchaba a lo lejos el bullicio de los niños jugueteando en el patio, todos libres y contentos. Podía incluso ver a sus antiguos compañeros de orfanato entre ellos, corriendo con los brazos en el aire, como si ese fuera el último día de su vida.

El olor campestre y a flores es tan familiar que parece ahogarlos lentamente como si estuvieran encerrados en una cámara de gas.

Ray da una última mirada hacia la ventana, en específico al niño rubio de tierna edad. Allí estaba él, jalando las mejillas a una niña adorablemente regordeta, con una expresión que va entre la travesura y la irritación.

Justo como él cuando era niño.

"Apuesto a que te interrumpió mientras leías. ¿No es así?" —pensó divertido, notando que sí, el niño tenía un libro a medio leer.

De repente las emociones comienzan a pesarle en el corazón, con tanta fuerza que le duele. Así que decide concentrar su atención en el sonido que hace Emma lavando los platos.

—Siendo honesta, no esperaba que vinieras Ray. —comienza a hablar, aún sin dejar su labor.

—¿Es broma? Ya es la segunda vez que echas a perder otra radio. Una más y ya verás tú como te ganas el pan. —suelta tajante; su amiga de la infancia se pone a reír. Era tan de él hacer esa clase de comentarios venenosos, que más molestarle, le daban ánimos.

La mamá de la granja se voltea finalmente :—No seas duro. —enseña dos tazas de humeante té puro —, además cuento contigo para que me ayudes. —sonríe torpe y extiende una de las tazas.

Ray la recibe y hace un intento de sonrisa :—No cambias, Emma. Sigues siendo la misma cabeza hueca.

Después hubo un largo silencio donde el eco de las risas infantiles era el sonido que rompe el mutismo de la cocina. La amistad de ambos adultos se había oxidado, y no sólo por el tiempo, sino por situaciones que casi destruyen por completo su vínculo.

Casi podían sentir la presencia de Norman en la silla restante, tanto que les dolía.

—Y dime—carraspea Emma, recuperando la sonrisa —, ¿Qué llevas ahí? —señaló con su mirada esmeralda hacia un maletín grueso que yacía sobre la mesa.

Fotografía [The promised neverland; one shot] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora