El Lobo y el Zorro.

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De cómo algo que empieza formidablemente bien puede terminar terriblemente mal.

—El número siete es lo más importante.
—¿Importante?
—Es lo más importante, en él se establece la dualidad, el principio y el fin se han definido así. Es tu elección. Tu decidirás ir hacia a un lado u otro, formar parte de uno de los siete.

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Esa había sido por mucho la profecía más breve de la que hubiera participado jamás, y en realidad no le pareció inquietante.
Al abrir los ojos, notó que ya era de noche y que había muchas respiraciones acompasadas a su alrededor, estaba en una gran alcoba donde había cuatro camas, ocupando una de ellas. En las otras encontró a Meilin, Tomoyo y Akko. A un lado de su propia cama, Cerberus, en su forma real, estaba echado mientras roncaba rítmica y suavemente, susurrando los nombres de sus platillos favoritos. Bajó la mano con delicadeza para rascar las mandíbulas de la bestia, provocando un temblor espasmódico en una de sus patas traseras.
Seguía vestida en ropa de calle, en la contra cabecera encontró un hanfu rosado dispuesto ahí para ella, y luego de cambiarse, recapituló antes de volver a tenderse sobre la cama. La verdad es que no tenía nada de sueño, con el mayor sigilo posible se puso una diminuta frazada sobre los hombros y salió de la habitación, preguntándose cómo había llegado ahí en primer lugar, aunque eso no era en absoluto un misterio, era evidente que Li la había llevado hasta ahí.
La piel se le erizó mientras andaba por el solitario pasillo alfombrado tenuemente iluminado a pesar de ser altas horas de la noche, efectos de su aún no superada bogifobia, aunque se calmó un poco pensando en Xiao-Lang. Seguramente él estaría dormido para ese momento, y una parte muy oculta en su mente la llevó a pensar: ¿estaría solo en una habitación o lo habrían enviado junto con los otros chicos a una comunal como habían hecho con ella? Era una pregunta válida dado que él era uno de los dueños de esa casa, y por tanto, seguramente tendría una habitación para él solo... y si fuera así, ¿qué tan mala idea sería buscarlo en esa habitación... a la mitad de la noche?
Negó con la cabeza, riéndose de sí misma. Nunca reuniría el valor para hacer algo así, y aún si lo hiciera, ¿cuál sería el siguiente paso lógico? ¿despedirse y huir en medio de una situación que de lo incómoda sería insostenible? Además, era una casa enorme, era un disparate pensar que encontraría el lugar buscado así como así.
La noche era cálida y agradable, y en sus años de convivencia Xiao-Lang le había contado sobre todas las protecciones que esa casa tenía, lo que la convertía en uno de los fuertes más seguros de toda China, y quizás de toda Asia, y amparada en ese conocimiento, trató de buscar una ruta al jardín para relajarse unos minutos.
Cuando finalmente logró salir por una de las muchas puertas de la fachada, caminó con tranquilidad hasta el lïmite del jardín superior, viendo las copas de los árboles de ginkgo que cubrían parcialmente el cuidado césped de los terrenos de los Li hasta donde la vista alcanzaba, al favor de la luz selenita, entre el canto de ranas y grillos, ajenos al ajetreo de la metrópolis en la que esa casa se erigía como si no fuera parte de ella. Se recargó en el firme barandal de piedra tallada, barriendo con los ojos el lugar, hasta que encontró que no era la única noctámbula. En uno de los claros de abajo, en un pequeño estanque artificial custodiado por algunas bancas y árboles, dos figuras conocidas charlaban tranquilamente: Xiao-Lang y Ieran, sentados uno junto al otro. Li seguía vestido en ropa de calle, y al parecer su madre sin importar la hora o la actividad, lucía algún atuendo majestuoso y único, aunque su cabello no estaba arreglado en el usual tocado alto, sino suelto, como una cascada en reflejante azabache.
No pudo dejar de mirarlos y pensó en ella misma y en Fujitaka, seguramente discutían cosas como su partida o incluso ella misma era objeto de sus palabras. Así por sólo algunos minutos más hasta que finalmente la mujer se levantó, acarició la cabeza del muchacho, y con su usual paso flotante regresó a la mansión. Él se mantuvo en su asiento, aparentemente muy reflexivo.

Odisea de los Amantes de OrienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora