(1) Penumbra

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En una casa algo alejada del vecindario, se escuchaban ruidos que parecían ser de una pelea familiar. Los sonidos de gritos, llantos de dolor y otros ruidos angustiosos provenían de la casa más distante del vecindario. Los perros ladraban y rugían, sus nobles corazones llenos de horror y miedo ante esos gritos aterradores.

Este escenario podría ser común en algunas familias, ya sea por la falta de recursos económicos, O alguna riña intrafamiliar.

¿De quién provenían los gritos? De mi madre, que yacía en el suelo, golpeada por las asquerosas e inmundas manos de mi padre.

Mi padre, un alcohólico que siempre se desquitaba con mi madre, trabajaba en un taller de autos y ganaba tan poco que le importaba un carajo si comíamos o no.

-Maldito mocoso... ¡¿Qué miras?! -gruñó.

Su mano grasienta y apestosa golpeó mi mejilla, pero nunca me aparté de mi madre.

-Tch...

La botella se estrelló contra la pared, rasgando mi mejilla en el acto.

-¡Si no hubieras nacido!

Ese hombre, porque ya no lo veía como mi padre, me golpeó en el abdomen, lanzándome contra la pared de una patada.

-Ugh... Ahh... Kuh... no... te atrevas...

Viendo que aquel hombre volvía a acercarse a mi madre, aproveché el momento para luchar por levantarme y rogarle que no le hiciera nada a ella.

-¡Maldito... eres un maldito! ¡Déjala!

Mi vista se volvió borrosa y mi conciencia se oscureció.

Cuando recobré la conciencia, sentí las cálidas lágrimas de mi madre caer en mi frente. Su llanto era tan triste y lamentable que no pude evitar querer consolarla.

-Lo... lo siento, Edo. Por mi culpa esto pasa... yo... yo... -dijo mi madre.

Mi madre se echaba la culpa de todo, incapaz de perdonarse el hecho de que su hijo pequeño la protegiera.

Viéndola desconsolada, no tuve más remedio que limpiar sus lágrimas y abrazarla, tratando de aliviar un poco su sufrimiento.

-Mamá, tú no tienes la culpa. Así que no llores... por favor.

Como el hermano menor y el único que vivía con ella, protegerla era algo obvio para mí.

Aun así, el tormento no terminó para nuestra familia.

Lamenté tanto no haber protegido a mi madre... lamenté no haber podido ser su escudo...

Pocos días después, mi padre, en un arranque de cólera, estranguló a mi madre y luego se disparó a sí mismo. Ahora, mi vida no tenía sentido.

***

Habían pasado tres años desde aquel día. Fui adoptado por mi hermana mayor, que estaba fuera del país. Ella y yo vivíamos en un pequeño apartamento. Me quería mucho, pero por su trabajo, pocas veces dormía en casa. Al final, siempre le dejaba la cena. Mi hermana se sentía culpable por no estar ahí... Ahora solo nos teníamos el uno al otro.

Ahora soy un estudiante de preparatoria, tengo 17 años. Al principio, todo fue bien; mis compañeros me recibieron amablemente. Pero luego, después del segundo mes, empecé a sufrir abusos de mis compañeros. Si me negaba a hacer lo que me pedían, me golpeaban cada vez que podían.

-Oye, ¿has oído eso? Los rumores sobre Kamazuki.

-¿Te refieres a Kamazuki Edo? Ese tipo es lamentable, no puedo creer que tenga tanto miedo que se encierra en los baños a la hora del almuerzo... qué asco.

kegare no yuushaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora