Protección.

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Izō se mantenía silencioso mientras veía a Cardinale ir y venir por la pequeña estancia con un libro en la mano. Siempre creyó que el rubio no era de los que leía, hasta en esas últimas semanas en las que prácticamente ambos se habían encerrado en la abadía con el fin de que él se mantuviera seguro; lo que lo hacía sentir inútil en toda aquella situación, pues ni siquiera podía elaborar un buen plan.

Él no sabía de estrategias militares, menos occidentales, su conocimiento en armas de fuego era nulo, ni mucho de menos de política, jamás creyó que sus conocimientos fueran tan limitados. Cardinale era el que se estaba encargando de instruirlo en todo eso¹, mientras que Shion trataba de descifrar el escrito que Kala les había dejado y Mystoria recolectaba toda la información que pudiera sobre los movimientos de los sectarios.

Ese día, ambos esperaban noticias de sus compañeros, pues habían acordado reunirse una vez por semana para ver sí se conseguían avances, la primavera estaba por llegar y ellos seguían sin detener a los sectarios. El Santuario exigía que se dieran prisa, así que debían actuar rápido. No podían retrasar más aquella misión que se les había salido de las manos y tampoco podían simplemente retirarse y dejar todo en manos de los monjes Premonstratenses.

Mientras esperaban a sus compañeros, Izō tenía delante su katana y la claymore del clan Ruthven, viendo como ambas armas se diferenciaban; le impresionaba el tamaño de la espada escocesa, también los bellos adornos que en ella había, siendo lo más notable, una rosa tallada en oro y que parecía había sido puesta después de que el arma estuviera forjada.

Su meditación fue interrumpida abruptamente por Cardinale, quien de improviso tomó la claymore y sin mucho esfuerzo, desprendía la rosa que había estado viendo, aquella acción llamó su atención, Izō miró al de Piscis en gesto interrogativo, pues no entendía para qué quería la rosa, su compañero le devolvió la mirada y se encogió de hombros.

—Es una pieza demasiado bella para estar en algo tan poco elegante como una espada.

—¿Disculpa? —dijo Izō sintiéndose ofendido.

—Derraman sangre innecesaria, habiendo formas más suaves y gentiles de matar a alguien.

—No todos podemos usar veneno—respondió secamente.

—No creo que te moleste que la haya tomado, ¿o sí?

Negó con la cabeza y Cardinale le dio una sonrisa que no supo descifrar. Después de eso, salió dejándolo solo; eran muy diferentes, no solo en carácter y lo acababa de comprobar en una simple frase. No pasó mucho tiempo para que llegaran Shion y Mystoria con las noticias de lo que habían podido descubrir en sus respectivas tareas. Una vez los cuatro reunidos, Cardinale e Izō se dedicaron a escuchar a sus compañeros.

—Los escoceses planean un ataque ofensivo sobre Inglaterra—comenzó Mystoria—, solo esperan que el invierno culmine para volver a la batalla y eso les está dando tiempo para que les lleguen refuerzos y suministros de Francia; el ejército británico al mando de Cumberland se asentó en Aberdeen. Mientras que nuestros sectarios, se reúnen secretamente cada semana en una casa muy cerca del Castillo de Edimburgo y es probable que ya tengan en su poder la espada de Robert.

—¿Y a qué esperan para utilizarla? —pregunto Izō—Cardinale iba hablar, pero Shion se adelantó.

—El poema, tiene un mensaje oculto—los tres lo miraron esperando a que continuara—. Los primeros versos hacen alusión a un eclipse de luna, «el sol danza con la luna la tierra lleva el llamado, en medio de la unión, la llama se ha consumado»—nadie dijo nada por un momento, tratando de entender qué tenía que ver algo tan cursi, con un eclipse—. Sé que suena descabellado, pero es una forma de decir que el sol y la luna tiene una relación y en los eclipses lunares, la tierra se interpone y bueno...lo demás, es... Bueno es que... —intentaba decir desviando la vista y un intenso rubor cubría sus mejillas.

Un Camino Hacia El HonorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora