Esta historia le pertenece a Nancy Kilpatrick, Todos los Derechos Reservados a ella y a la editorial Los Pocket. Espero que lo disfruten :D
-- ¿Te acuerdad de quien te hablé?... es él; ahí está, -- susurró Paula al oído de Karen, guiándola con discreción hacia un grupo de fumadoresque se encontraba en un rincón del salón. Abriéndose paso entre la multitud de invitados a la fiesta avanzaron con cierta dificultad. --Creo que mejor nos quedamos aquí-- dijo Karen, también en susurro--, no me gustaría perder tiempo o energía. --ÉL es exactamente lo que tú necesitas-- replicó Paula--, lo has estado buscando por mucho tiempo... estoy segura de que le vas a gustar mucho. Deberías creer en mí, yo no me equivoco. Los grandes ojos azules de Paula brillaban con esa chispa de picardía que Karen recordaba como lo primero que había percibido en ella cuando se conocieron, años atrás, en la escuela secundaria, en aquella clase de cerámica que resultaba tan aburrida para ambas. Apartir de ahí se habían convertido en amigas íntimas, tanto que cada una se refería a la otra como su "gemela" . Ahora Paula estaba casada, vivía en una mansión rentada en las afueras de París y su vida era fabulosa, al grado de que Karen se preguntaba qué clase de talismán tendría su amiga, pues parecía que todos sus sueños se hacían realidad. Así que Karen y Armand fueron presentados; él era un poco más alto que ella y también parecía un poco mayor, alrededor de los treinta años de edad; su aspecto era agradable, delgado y relativamente musculoso, aunque no tenía el aspecto de un deportista, sino más bien el de u hombre de mundo. Vestía un traje de diseño -- Pierre Cardin, pensó ella--, con hombreras realzadas y de un color indefinido, pero claro, lo que acentuaba el bronceado de su piel. Su pelo y cejas eran de un negro intenso, pero su piel presentaba visos de palidez apesar del bronceado -- parece muy saludable, pensó Karen--. Sus labios eran carnosos y bien dibujados, con un rictus en los extremos que le daban una sonrisa permanente. Pero lo que más impresionó a Karen fueron los ojos de Armand: esos ojos podrían ser grises o negros, pues cambiaban de color en cada momento, incluso cuando se posaron en ella y parecieron penetrar en su mente. --Encantada de conocerte --dijo Karen, extendiendo la mano.