A H O R A

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Parte única.

—Cásate conmigo—dice el rizado de pronto, sin abrir los ojos ni despegar la cabeza de su mullida almohada.

Temo por su parte, parpadea un par de veces por la tenue luz en cuanto le escucha hablar. Trata de enfocar su vista en la cara de su novio, pero la oscuridad de la habitación compartida y la necesidad que muestra Aris por enterrarse entero bajo las sábanas se lo impide. Y si antes estaba demasiado adormilado, ahora fácilmente estaba demasiado despierto para ser una hora tan temprana de la madrugada, lo que no explica por qué Aristóteles no ha tenido en cuenta una cosa bastante importante: —Ya estamos comprometidos, ¿recuerdas?

—Quise decir casarnos como, ahora.

Pero la vaga explicación de su propuesta no le es suficiente y Temo se sienta con total lentitud contra la cabecera de su cama, frotándose el sueño de los ojos. 

—¿Puedes explicarme por qué?—dice, ocultando su confusión en una carcajada cansada—, porque siento que tuviste más de la mitad de esta conversación mientras yo aún dormía...

—Okay, está bien. Escucha. Puede que tal vez no quieras casarte conmigo en este momento—la voz de Aristóteles se detiene de golpe, como si tratara de contener un gigante nudo en su garganta. Y aunque le cuesta, el moreno no deja pasar ese detalle por desapercibido—: sé que quieres establecerte en un mejor trabajo, tener un mejor sueldo y conseguir tu tan deseado doctorado. Pero hemos terminado la Universidad, estoy siendo bastante reconocido y tú estás a punto de conseguirlo todo de tu lista. Somos más maduros, mucho más capaces, y lo hemos demostrado cuando cuidamos de Arqui. Aún nos faltan cosas por aprender, y tiempo para crecer exitosamente, lo sé. Pero no lo termino de comprender: ¿que es lo que nos detiene?

Aristóteles luce entoncdd una peculiar mirada inquieta que Temo le ha visto muy pocas veces, y no es específicamente por el debate personal que ha cruzado incesantemente su mente, sino es porque Temo inmediatamente saltó de la cama y comenzó a vestirse en ropa cómoda. Lo que significa una camiseta limpia y jeans ajustados que dejó hace un tiempo, cuando decidió tajantemente que un traje siempre era una mejor opción dado su trabajo. Ari piensa que se ve magnífico enfundado en ellos, muy sexy, varonil y encantador. Le gusta verlo vestirse cada día antes del trabajo como un espectáculo personal, y claro, desvestirlo con sus propias manos cuando llega a casa después de tanto estrés. Los pantalones se ajustan en las zonas adecuadas, la camisa con los primeros botones abiertos y la corbata desarreglada, tal cual su cabello una vez él le pasa los dedos entre ellos. Era perfecto. Y le encantaba. Aunque ciertamente no aplica a las cinco de la mañana.

—Oh, vamos, cariño—murmura Cuauhtémoc suavemente—Hemos estado realmente comprometidos durante un año, y todo lo que has estado hablando durante él es cómo quieres una gran fiesta de recepción, y de repente tiene que ser ahora mismo.

Ari comienza el proceso de extracción él mismo de la cama, que es lento debido a su aversión natural a las mañanas. Nota también, el malestar ardiendo en sus entrañas.

—No tiene que ser ahora mismo— dice Ari—. Pero, ¿te imaginas ser esposos legalmente? Podemos tener la gran fiesta en otro momento, pero pensé que sería una buena fecha para celebrar nuestro aniversario.

Temo se detiene abruptamente y lo mira por un minuto. Incluso en la habitación en su mayoría oscura, los ojos de Aristóteles están brillantes de emoción. Totalmente relucientes. Han estado juntos por ocho largos años, "comprometidos" por cuatro, y literalmente todos en su grupo ya han parado de expresar todo el tiempo la preocupación porque se estén moviendo demasiado rápido. Claramente ya no es así.

Pero Temo piensa firmemente que si gastan su tiempo midiendo la relación según los estándares establecidos por sus padres y demás familiares, o Carlota y Thiago, o incluso Mateo y Diego, entonces deja de ser sobre ellos.

—¿Estás seguro?

—¡Temo—exclama, acercándose al cuerpo más pequeño para tomarlo de los hombros—, la vida sucede ahora!

Y Temo sonríe, mirando el lindo modo en como los leves rayos del sol mañanero entrando por sus ventanas hacen brillar las pestañas de su chico, el profundo color chocolate de sus ojos y cada grieta en sus finos labios. La forma en que el mayor lo mira es solo suya, la piel brillante como perlas y tan solo puede sonreír con mayor efusividad al recordar. El mismo gesto, la misma imagen ante él, con un hijo o más corriendo por la casa y ellos más envejecidos. Sí, puede imaginarse tener una familia con él.  Quiere una familia con él. Quiere todo mientras él sea quien se lo pida. 

»¿Qué?—ríe Ari, luciendo ligeramente avergonzado cuando notó que Temo lo miraba por un largo rato sin decir nada, pasando sus brazos en torno a su cuello.

Él se encogió de hombros.

—Pensaba en lo mucho en que te amo—susurró el menor con una sonrisa suave, siendo correspondida por una por parte de su prometido.

—¿Mucho?

—Más de lo que puedo describir, Ari—dice Temo—Y quiero formar una familia contigo.

Los ojos de Aristóteles se humedecieron de pronto, respirando profundo pero entrecortadamente. Sin poder poner en palabras cuanto quiere lo mismo con él, cuanto lo amo y cuán agradecido está por tenerle. Con la vez hecha un hilo a punto de quiebre.

—Yo también te amo. Demasiado, como sin palabras—intenta describir, riendo de su propia explicación.

—Vamos a hacerlo, Ari—aceptó Temo, llevando una mano a la mejilla de Aristóteles. Repasando la linea suave de su mandíbula, mientras Ari ladea la cabeza para recargarse en el suave contacto—. Vamos a casarnos. Ahora.

Le toma un segundo al rizado procesar lo que su prometido ha dicho, pero cuando ha acabado se cubre el rostro con las manos, ahogando un grito que sabe despertará a Arqui que está dormido en la otra habitación. Y Temo contiene la risa mientras estrecha al chico entre sus brazos y le besa la sien.

Aún así, Aristóteles no puede evitar otro grito de emoción.

—¡Vamos a casarnos!

AHORA, aristemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora