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Samanta notaba a Harry cada día peor, pero aun así él se levantaba de la cama y mantenía una sonrisa en el rostro. 

Claro que la sonrisa ella no se la tragaba, no cuando veía las ojeras bajo sus hermosos ojos verdes. 

—Buenos días— Dijo ella, preparada para sonreír sin querer hacerlo. 

—Buenos días— Contestó Harry, sonriendo e intentando esconder todo el cansancio detrás de su espalda. 

Samanta caminó derecha, como siempre. 

Parada frente al gran ventanal que poseía la casa de Harry, se sintió asustada. 

No. Samanta estaba aterrada. 

Samanta estaba triste, y enojada. 

Y estaba muy enamorada. 

Pero el amor no siempre es mutuo, y esta es una prueba en carne de ello. 

Samanta vive su vida como una persona normal, porque es lo que ella es: normal. 

Pero Harry nunca ha tenido esa normalidad que a ella la caracteriza. 

Harry podía ser un cobarde, a veces un mentiroso, cruel, tonto, raro ocasionalmente, sexy la mayoría del tiempo y un completo amor de persona cuando se lo proponía. 

Harry podía parecer una persona normal, sí. Pero estaba lejos de serlo. 

Porque tenía otra cosa corriendo por su sangre: la malicia que llega con un corazón incompleto descomunal. 

Harry no estaba roto, estaba incompleto. 

Le faltaba esa otra mitad de la que todos hablan. 

Y en realidad esperaba completarse con Samanta. 

Pero el problema es que Samanta sí estaba completa. 

Con pareja o sin pareja, ella estaría bien. 

Pero Harry quería una pareja. 

Y escribir cartas que nunca iba a entregar no servía de nada. 

Buscó la mirada de Samanta, pero ella estaba demasiado perdida en la hermosura del mundo exterior. 

No era ningún secreto que Samanta estaba enamorada de ese ventanal. 

— ¿Alguna vez has estado ta enamorado...— La pregunta se formuló desde la garganta de la pelinegra— ... que duele?

Harry lo pensó, claro que sí. 

Esa iba a ser su respuesta. Pero no encontraba las palabras. Su boca se había secado y su ritmo cardíaco aumentó. No quería admitirlo, no quería que se convirtiera en algo real, no quería terminar con la misma mierda de siempre, no quería aceptar que salió herido. No quería aceptar que sí estaba enamorado. 

—El amor no debería doler. — Fue lo único que pudo responder. 

Samanta se dio vuelta, con una sonrisa triste. 

—A veces, Harry...— comenzó a decir, caminando hacia él—... El amor puede ser lo más doloroso y despiadado que existe. El amor puede ser aterrador

Harry subió la mirada y soltó un suspiro, ni siquiera se dio cuenta cuando quedó cabizbajo. 

— ¿Cuándo?— Preguntó, arriesgándose a romper más su corazón. 

Samanta hizo un pequeño ruidito adorable con su garganta y comenzó a suavizar su expresión. 

—Cuando el amor no se da. — Comenzó explicando. —O cuando no es correspondido, ocuando los demás no pueden aceptarlo. 

Harry comprendía esas palabras, pero no dejaban de doler. 

— ¿Y cuándo duele más?— Su corazón rebelde palpitaba con fuerza, aunque él no lo ordenó de esa manera. 

Samanta lo miró a los ojos, sin saber que rompería con potencia su corazón. 

—Cuando el amor está ahí pero nosotros mismos no podemos aceptarlo, aun sabiendo que no está mal. 

— ¿El amor siempre está bien?— Preguntó Harry, aferrándose a la calidez ya conocida que sentía en su pecho. 

—Por supuesto que sí, hay que seguir al corazón aunque a veces se rompa— Las palabras de la pelinegra llegaban a Harry, cada una como una señal de salir corriendo. Pero no lo hacía, sus piernas ya no respondían. 

Harry estaba asustado, necesitaba un abrazo, un abrazo de Louis. 

Porque Louis era lo único que Harry quería al final del día

Quería que al momento de acostarse a dormir Louis le diera las buenas noches. 

Quería escuchar su corazón latir y asegurarse de que lo hacía por él.

Quería a Louis, lo necesitaba. 

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Si adivinan qué canción estaba escuchando durante este capitulo, no me enojo. 

Océanos [l.s.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora