Dust and Ashes (Lams)

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Era igual que todas las noches en el campamento, intentaba conciliar el sueño y cada vez que pensaba en atraparlo, este escapaba de mis manos, se burlaba de mi suerte en mi cara y corría, corría, corría y desaparecía en lo más recóndito de mis recuerdos.

Amor, despecho, olvido y nuevamente, lo que parecía ser una pequeña llama volviendo a tomar forma, no podía mentir y aunque intentaba hacerlo, la atmósfera tomaba una tonalidad completamente diferente cuando Alexander entraba en la habitación. Él era capaz de incendiar una habitación entera con su aptitud, hacer llorar a cualquier poniente durante un debate y reavivar las cenizas de un corazón roto, tal y como lo estaba haciendo con el mío.

Sin embargo y por más que mis sentimientos por él eran correspondidos y vastamente satisfechos, eran incorrectos, cualquiera que supiera se sentiría asqueado por mi naturaleza, me ignorarían como un esclavo y me tratarían como una ramera, o eso es lo que mi padre, el respetable Henry Laurens, me había metido en la cabeza durante años y años de estudios y excusas a mi comportamiento y falta de interés por el sexo opuesto.

Esclavitud, ese sí era un tema que podía defender y por el que debía luchar, no cabía en la ética de combatir por una independencia y liberación de un pueblo, mientras nosotros manteníamos seres humanos, en contra de su voluntad y carentes de derechos, bajo el mando de un superior de su misma especie, poniendo sobre nuestras cabezas como justificativo su color o raza. No entendía cómo podíamos hablar de libertad frente a tales pensamientos, frente a las personas, frente a las estrellas que brillaban en el cielo esta noche.

Ya podía ver a lo lejos las estrellas, estrellas que miles de soldados contemplarían en su momento de despedirse de esta vida, de dormir junto a la persona que aman, de disfrutar de su único tiro, como Alexander. Alexander quien seguramente debía estar en la ciudad convocando personas o en el despacho del general Washington escribiendo como si el tiempo se le escapara de las manos.

Aún debía pensar en su propuesta, que aunque había sido pronunciada hace mucho tiempo todavía se mantenía en mis concurrentes pensamientos, mientras lo veía entrecerrar los ojos para pensar o el movimiento de hombros que era como un reflejo de su agotamiento, incluso el tic recurrente al agitar su pierna cuando se concentraba para escribir un documento verdaderamente importante -y si me refería a Alexander Hamilton, pues todos lo eran-. A diferencia de lo que Lafayette o Hércules podrían pensar, no era su característica elocuencia la que me había hecho caer a sus pies, no, había sido su carácter luchador por el que me mantenía a su lado, ese carácter que lo había hecho luchar para escribir y salir de su isla por un mejor futuro, ese carácter que lo convirtió en la mano derecha del que sería presidente de la nación cuando venciéramos a los británicos, esa carácter que cuando se extinguiera y se esfumara como humo y cenizas, sabría que su verdadero ser se habría vaporado por su peor enemigo, la ambición.

Podíamos escapar, encontrar un pequeño lugar alejado de la población, descubrir un diferente estilo de vida o empezar una colonia, claro, me imaginaba lo imposible, un deseo delirante de un muerto en vida, como si eso fuera una opción con un hombre como Alexander Hamilton de tu lado. Y entre más lo pensaba y le daba vueltas, entre más recordaba las lecciones de mi padre, las excusas, las peleas, los gritos, los hombres que habían dado sus vidas para que llegáramos hasta aquí, más me desalentaba la demente idea de correr y escapar del ojo del huracán.

Me revolví por millonésima vez en la cama intentando encontrar una posición más cómoda, me revolví como si pudiera sacudir a las voces que no me permitían vivir en mis fantasías, me revolví como si de esa forma fuera capaz de mantenerme vivo haciendo lo que me habían enseñado que era lo incorrecto, porque ya había intentado hacer lo políticamente correcto y no había funcionado, porque de donde venía no era más que un error, una falla, un desliz, un fósforo encendido por casualidad, una máscara en blanco que podía ser pintada una y otra vez sin sufrir ningún daño.

Deseaba poder contar la verdadera historia de esa noche, esa noche que solo volvía a mí en pequeños destellos de velas, caricias y movimientos que no podían ser comparados con nada de esta tierra. Sonrisas, besos, brazos que me mantuvieron seguro y firme en el suelo por lo que fue la noche más sorprendente de mi existencia.

En ese instante supe que únicamente había estado viendo el vaso medio vacío cuando alenté a mi Alexander a que conociera a alguien, a que se entregara a otra persona que no era yo, a que de alguna forma encontrara una cura para nuestra supuesta enfermedad, recordaba la mirada que me había lanzado esa noche, la sonrisa que la había acompañado y el dolor detrás de ambas que por más que lo disimulaba con sus palabras, creando palacios y catedrales con cada frase digna de un poeta de cada continente, no logró engañarme.

Mírate aquí, John Laurens, mira en lo que te has convertido, soñando despierto por algo imposible, algo que sabes que está fuera de tu alcance, una pequeña chispa que se había convertido en una fogata y que sin la debida precaución podría quemar todo el bosque. Había sido un completo idiota, pensando que tendría un futuro al que sostenerme con uñas y dientes, mientras descuidaba el presente. Y ahí estaba, nuevamente, ahí estaba el sentimiento de angustia, ese peso en el fondo de mi pecho, ese agarre a mis entrañas, esas cuchillas clavándose sin piedad a lo que quedaba de mi alma.

Y a lo lejos, una mano, su mano, la mano de mi Alexander avivando la hoguera, extendiendo su voz, despertándome, con sus repetidos círculos sobre mi mejilla, de lo que parecía ser una pesadilla.

—John, despierta. Me voy a casar.

Cuando la pesadilla apenas estaba comenzando y el fuego se había descontrolado. Alexander ojalá te quemes lenta y dolorosamente.

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Entonces, en lugar de continuar traduciendo o escribiendo, bueno no tanto porque sí escribí, pues bien, he escrito Lams. La canción en la mutimedia es un mash-up de Satisfied y Counting Stars, la razón es que escribí esto basándome en Counting Stars, pero había escuchado ese mix hace un tiempo y me gustó la idea de añadirlo. Que lo hayan disfrutado y les aviso que aquí subiré las historias que escribí durante el pre.

In the Winter's Trail - one shots lamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora