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Un japonés estaba observando detenidamente por todas partes en el interior del aeropuerto buscando a cierto sudamericano que había llegado de visita.

Le había escrito diciéndole que ya había llegado y que lo estaría esperando al frente de un pequeño local de "chucherías" o como sea que haya dicho el venezolano... Pero por supuesto que habría más de un local de dulces en un aeropuerto.

Ya cansado de buscar, sacó su teléfono para llamarlo y decirle que mejor se encontraran en un mejor punto de referencia, hasta que por cosas del destino, algo llamó su atención y pudo notar a su amigo sentado un poco más apartado de donde quedaba la tienda de dulces.

― ¡Vene-chan!―llamó Japón alzando su mano a Venezuela que estaba sentado observando su teléfono mientras lo esperaba.

El venezolano al escuchar su apodo alzó la vista de su teléfono para ver a su amigo el asiático acercarse a él con paso rápido. Se levantó del asiento metálico para seguidamente tomar su maleta y darle un abrazo como saludo al japonés.

― ¡Tanto tiempo chinito! ―Venezuela lo apretó fuerte contra sí provocando que se elevara del piso debido a la diferencia de altura.

Japón se separó del abrazo un poco molesto―. Sabes muy bien que no me gusta que me llames así.

El tricolor soltó una risa divertido―. Perdón mano, mala mía.―se disculpó comenzando a caminar hacia la salida siendo seguido por el japonés― Y dime ¿Por qué tardaste burda?

―Me dijiste que estarías al frente de una tienda de "chucherías" cuando en realidad estabas más alejado de la dichosa tienda, baka.―respondió frunciendo un poco el ceño.

―Bueno chamo no es mi culpa que no hubiera asientos cerca de esa vaina.―se encogió de hombros mientras se ajustaba la bufanda para salir del aeropuerto. Estaban en temporada de invierno en Japón.

―Pudiste haberme dicho que estabas cerca de la tienda de takoyaki Vene-chan.―manifestó el asiático presionando el botón del control de su llave para abrir su auto.

El venezolano suspiró cansado abriendo la puerta del copiloto―. Que voy a 'ta sabiendo yo de taka taka, cabeza 'e huevo.―terminó la discusión Venezuela coronándose como el ganador, pues, Japón reconoció internamente que tenía razón. Apenas y sabía algunas palabras.

Luego de unos treinta minutos de viaje en carro con chistes, chismes, charlas y demás llegaron a la gran casa de Japón. 

El venezolano emocionado se bajó del carro rápidamente y sacó su maleta que estaba en los asientos de atrás (debido a que se quedaría poco tiempo su maleta no era tan grande).

―Ahhhh marico, amo tu casa. Te la gua expropiar un día de estos.―bromeó Venezuela contemplándola desde afuera. A pesar de que no era una mansión como la de USA, Rusia o China, tenía su encanto, ya que los pisos eran del tamaño ideal para que una familia de tres viviera ahí cómodamente.

―Arigatō Vene-chan. A mí también me gusta tu casa.―agradeció el halago Japón viendo divertido como el venezolano entraba dando saltitos al lobby del edificio. Así es, el japonés vivía en un departamento de súper lujo en Tokio, aunque como todo país tenía otras casas en sus estados.

―Verga, no recuerdo haberme subido en una poceta como para que me estés cagando en la cara.―comentó el sudamericano mientras hacía un gesto de limpiarse el rostro, luego giró un poco la cabeza y notó una cara conocida.― ¡Kumiko! ¿Cómo 'ta la vaina?―saludó a la secretaria del recibidor.

Japón solo lo miró confundido. Aún tenía muchas cosas que aprender de Venezuela.


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i don't give a fuckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora