Capítulo 32 Sobreviviendo a Zalnarys

6 1 0
                                    


Esquivo esas fauces venenosas de milagro, si Hoshigawa no me hubiera advertido seria otra historia, esa cosa es enorme, unos 7 metros de largo desde la cabeza hasta la punta de la cola, y como 3 metros de alto, y eso que es un lagarto cuadrúpedo.

Hoshigawa usa sus propulsores para mantenerse en el aire, desenfunda su rifle de Energía y acribilla a la criatura desde arriba, las escamas del Megalania son resistentes, pero no tienen nada que hacer contra la Energía Cristalina, el rugido de dolor que deja escapar lo demuestra, pero la criatura es muy grande, no caerá así de fácil, desenfundo mi espada y me escabullo entre sus patas para cortar su vientre, una vez abierto ruedo hacia un lado para evitar empaparme de sangre, Raúl sale del refugio espadón en mano, realiza un golpe ascendente impactando en la cabeza de la bestia, obligándola a erguirse, Sphiret lanza una bola de fuego justo al vientre expuesto del varano, quemándole las entrañas desde adentro, y con un rugido final la criatura cae muerta al suelo.

Estuvo cerca...

- ¿Están todos bien? – Pregunta Hoshigawa algo alterada.

- Si, estamos bien.

- Descuida.

- A poco.

La Guardiana suspira de alivio y nos concentramos en el cuerpo de la criatura.

- ¿Cómo dio con nosotros? ¿Nos deshicimos de la comida y todo? – Pregunte al grupo.

- Creo que... - Hoshigawa señala el lomo de la bestia, el cual tenía incrustado algún tipo de saeta – Eso sería la razón.

Pero antes de que pudiéramos acercarnos a inspeccionar algo se mueve frenéticamente entre los arbustos cercanos, 3 Cynognathus salen de ellos y van a por nosotros.

El primero se abalanza sobre mí y lo retengo con mi espada, bloqueando sus garras y evitando su mandíbula moviendo mi cabeza de lado a lado, se sostiene de sus patas traseras y usa su peso en mi contra, tratando de doblegarme con tal de que mis piernas cedan ante la bestia.

Dejo que la gravedad haga lo suyo y me inclino hacia la derecha de tal forma que el Cynognathus llegue a tierra sin que me ataque, una vez en el suelo, esquivo sus garras antes de que alcanzaran mis piernas, y luego de un rápido golpe triple de mi espada acabo con el animal.

El resto del grupo no tuvo tantos problemas, Raúl aplasto a uno de ellos con su espadón, y Sphiret literalmente cocino vivo a uno de ellos.

- Demasiados ataques en tan poco tiempo – Alega Raúl.

Es entonces que nuevamente en los matorrales traseros, vemos a toda manada de lobos listos para saltarnos en cualquier momento.

Son demasiados, 15 o 18, están comenzando a rodearnos, todos captamos la situación y retrocedemos poco a poco, puede que nuestros poderes nos ayuden en esta situación, pero de nada nos servirá si nos rodean, necesitamos espacio.

Los lobos abandonan su cobertura y avanzan raudos sobre nosotros, comenzamos a correr por el sendero de caza, alejándonos del refugio, ya vienen, cada vez más cerca, llegamos hasta una roca que permanecía a un lado del sendero y nos preparamos para el ataque, sin embargo, los lobos frenaron en seco y comenzaron a gruñir, luego esos gruñidos se convirtieron en chillidos y se fueron corriendo todavía más veloces de lo que fueron al perseguirnos.

No entendíamos lo que pasaba hasta que sentimos cierto ruido a nuestras espaldas, una respiración lenta y pesada, seguido de un fuerte resoplido que levantó las hojas caídas del sendero, no era una roca...

Volteamos a ver a la nueva criatura a la que nos enfrentaríamos, y allí estaba: Una tortuga pétrea.

Su nombre viene de su escamosa piel, tan gruesa y dura como las rocas más pesadas, además de un caparazón todavía más resistente y una larga cola que terminaba en una especie de mazo natural.

El Lamento de los HéroesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora