Capítulo 44 Dos tontos, un par de damas y una carta

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- No.

- Por favor.

- No.

- Vamos Eitan, no me hagas esto.

- Raúl, no voy a ponerme eso, es ridículo.

- Oye ¿Qué falta de respeto es esa? Son las mascotas carmelianas, El Perry y el Tobby.

Los pongo en situación, Raúl nos consiguió un trabajo bien pagado (Más que nada porque nadie lo quiso hacer), animadores de fiesta, y no cualquier fiesta, al parecer se trata de un gran evento en donde gente importante acudirá para tratar asuntos que no podrían importarme en lo más mínimo, pero necesitan mantener a sus hijos distraídos, ahí es donde entramos nosotros.

Un par de mascotas caninas en lugar de payasos (Para que no asusten a los niños tal vez), no puedo describirlas sin mencionar que me parecen dos peluches gigantes muy mal confeccionados.

Cabezones, panzones, zapatos extra grandes, con un chaleco de color verde apagado y un pantalón de payaso con tirantes, esto va a ser humillante.

El primero (El Perry) apestada por todo lo alto, como si alguien hubiera muerto ahí, lo acaban de lavar así que eso es preocupante.

El segundo (El Tobby) es más bajito que el anterior, pero más abombado, esponjoso y cabezón, es más grande que todo el cuerpo en sí, Raúl ya lo escogió, debió hacerlo adrede, me lleva...

- ¿No arrestaron a un tipo vistiendo de esa forma paseándose por la ciudad?

- Si, pero ese no es el punto.

- Ajá...

- Vamos Eitan... Por favor... ¿Si?

- Sé que me voy a arrepentir...

- Que fácil eres.

- ¿Qué?

- Nada...

Todo listo para esta noche.

Ahora solo falta explicárselo a las chicas, tengo entendido que también estarán atareadas mientras Raúl y yo vamos a la fiesta (Y no necesariamente a convivir de una manera que me gustaría), o lo que sea que fuera.

Son las 17:30, el asunto empieza a las 19:00, pero nos pidieron estar como mínimo media hora antes, ya nos estamos preparando para salir, Raúl está afuera esperando en el carruaje que nos llevara al salón de eventos, y yo abriendo la puerta de nuestra habitación para despedirme de Hoshigawa.

Ni bien entre pude sentir un fuerte aroma a perfume, pero era agradable, casi hipnotizante, como si me hubieran acariciado el rostro con una delicadeza y cariño seductores, pensaba que era solo mi imaginación, hasta que la vi sentada a las orillas de la cama.

Llevaba un vestido elegante, blanco y reluciente que dejaba parte de su espalda descubierta, con un collar de perlas y aretes plateados con pequeñas piedras azules, y zapatos de tacón plateados, es Hoshigawa...

- O-Oh... Lo siento, creí que... - Balbuceé apartando la mirada, mi cara se tornó roja, y el sudor comenzó a fluir por mi cara – Te vez hermosa...

¡Ay no! ¡¿Que dije?!

- Tú... ¿Lo crees...? – Dijo ella con un semblante cautivador, lo mejor de su encanto es que es involuntario, bueno, no se enojó, así que quizás pueda...

- Si. Mucho.

El silencio se impuso en la habitación durante unos segundos, fue ella quien se encargó de romperlo con algo de timidez.

El Lamento de los HéroesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora