Capítulo quince: Alcohol y un beso.

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Emilio llegó al anochecer, Joaquín le escuchó subir entre pasos torpes. Un ruido lo alarmó, parecía que el otro había caído. Sin pensarlo corrió hacia afuera, viéndolo tirado a mitad de las escaleras.

—¿Emilio?

—¡Joaquín!—exclamó extendiendo sus brazos.

—¿Estás borracho?—preguntó viéndole con la cabeza levemente inclinada.

—Nah—negó—, bueno, tal vez, un poquito mucho—rió con ganas.

—Ven, te llevaré a la cama—se acercó.

—No sabía que me traías ganas eh—dijo en tono burlón.

—Cállate, no piensas lo que dices, vamos—le tendió la mano y lo levantó.

Emilio en seguida se apoyó de su hombro con una sonrisa boba, ambos caminaron a paso lento hasta la habitación del más alto. Al llegar Joaquín lo acostó con cuidado en su cama.

—¡No tengo sueño!—grito sentándose.

—Estas actuando como un niño—le regañó rodando los ojos.

—Claro que no. Creo que tengo hambre, Joaco hazme un sándwich—pidió con un puchero.

—Es muy noche, mejor duérmete—lo empujó para que quedara acostado nuevamente.

—Pero no tengo sueño, hagamos una pijamada, ¿has hecho pijamadas?

—Si, un par de veces.

—¿Y qué hacías?—inquirió curioso.

—Comer y ver películas con amigos hasta la madrugada.

—¡Aburrido!, ¿y el alcohol?

—Estaba muy niño para tomar, aún lo estoy, también tú.

—Equis, somos chavos, la vida se va en un suspiro, ¿nunca has tomado?

—No, no lo necesito—afirmó.

—Tengo varias botellas aquí, ¿quieres probar un poco?, seguro te gustan, o una cheve pa' que empieces.

—Que no Emilio, mejor cuéntame, ¿por qué vienes así?, me dijiste que irías a hacer un proyecto

—Cuando terminamos Sebas propuso un brindis, todo se puso loco después—explicó entre risas torpes.

—Ay Emilio. Tienes suerte de que no está tú mamá, te daría una regañiza.

—Ella no es así, me daría permiso y a ti te diría aguafiestas—le sacó la lengua con diversión.

—Si soy un aguafiestas no me necesitas aquí, buenas noches—caminó hacia la puerta.

—¡No!, ya, espérate, quédate aquí un rato más, trataré de no ser tan tonto.

Joaquín le miró desconfiado pero terminó por acercarse.

—Ven, acuéstate conmigo.

—¿Qué?, ¡no!—exclamó abriendo sus ojos de par en par.

—Andale.

—Bien—se rindió e hizo lo que le pidió.

Ambos miraban al techo en un silencio cómodo, segundos después Emilio miró hacia Joaquín, este al sentir la mirada penetrante, volteo.

—¿Qué pasa?—preguntó en voz baja.

—¿Te han dicho que tienes una cara preciosa?

Joaquín lo miró avergonzado, pronto sintió sus mejillas calientes.

—El sonrojo te hace ver más lindo—susurró, ahora ambos hablaban tan bajo que apenas ellos se escuchaban.

—No soy lindo, mi piel es fea y...

—Estas loco, un poco de acné no te quita la belleza.

—Pero mírate tú, tu piel es perfecta y tu rostro es atractivo.

—Bueno, no negaré eso. Pero, no estoy bromeando, realmente me pareces hermoso—su mano se posó en la mejilla derecha del castaño, acariciandole con delicadeza. Joaquín cerró los ojos. —Aparte tus pestañas son de otro mundo.

—¿Qué?—abrió los párpados.

—Adornan tus ojos tan bien.

Emilio le sonrió, se vieron fijamente, sintiéndose totalmente expuestos el uno con el otro. Sus cuerpos reaccionaron antes que sus mentes y antes de darse cuenta sus respiraciones se estaban mezclando por la cercanía. Entreabrieron sus labios sabiendo lo que venía. Joaquín no quería aprovecharse de la embriaguez de su amigo, pero después de todas aquellas cosas que dijo no pudo evitar ser quien uniera sus labios.

Iniciaron un beso lento, sus bocas eran cálidas, los belfos contrarios eran suaves y adictivos, pero no duró mucho. Al separarse un fino hilo de saliva los mantuvo unidos unos segundos más.

Joaquín abrió los párpados poco después, aún sin creer lo que acababa de pasar. Emilio aún mantenía los ojos cerrados, y por su respiración se dio cuenta que se había quedado dormido.

—¿Mañana lo recordarás?

Hizo una mueca y se levantó, arropó a Emilio hasta los hombros y acarició sus rizos, eran demasiado sedosos. Miró su rostro sereno, suspiró, realmente era demasiado guapo, no iba negar que desde la primera vez que lo vio le llamó la atención, y el hecho de pensar que se habían besado tan solo unos segundos atrás, no lo podía creer.

Salió de ahí y fue a su habitación con una sonrisa adornando sus labios. Quitó sus pantuflas y se tiró en la cama de un brinco, se metió en el edredón y dio un grito ahogado.

Estaba emocionado, feliz. Pero, también sentía culpa. Sentía que lo había hecho sin su consentimiento, ¿qué tal si Emilio no quería besarlo?, ahora tenía miedo, ¿mañana estaría enojado?

Se durmió con esos pensamientos en mente y con un extraño sabor en sus labios. Esa noche fue la primera vez que Joaquín probó el alcohol.

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Perdonen por el capítulo tan corto, pero no he tenido mucho tiempo últimamente.

¡Gracia por los 2k!, los amo.

No olviden votar, comentar, y si pueden, compartir.

Espero les esté gustando, nos leemos a la próxima.

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