ÉGOGLA IX

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El pastor Meris se encuentra, en el camino de Mantua a Roma, con su amigo Lícidas y le cuenta la desgracia de los labradores de aquella tierra, y en especial la de su amo Menalcas, oprimidos por la tiranía de los soldados.

(Lícidas. Meris)

LÍCIDAS
¿Adónde diriges tus pasos, Meris? ¿Acaso a la ciudad, a la cual conduce ese camino?
MERIS
¡Oh Lícidas!, tanto habremos vivido para que (cosa que nunca debimos recelar) un forastero, apoderado de nuestro pobre campo, nos diga: "Mías son estas tierras; emigrad, antiguos colonos." Vencidos ahora, tristes, pues todo lo trastorna la fortuna, le enviamos estos cabritos, que mal provecho le hagan.
LÍCIDAS
Pues yo había oído decir que desde donde empiezan estos collados a rebajarse y descender con suave pendiente hasta la ribera del río y hasta esas añosas hayas desmochadas ya, todo lo había conservado vuestro Menalcas, merced a sus versos.
MERIS
Lo oíste, y así corrió la voz; pero tanto valen nuestros versos, ¡oh Lícidas!, entre los dardos de Marte, cuánto pueden las palomas de Caonia ante la embestida de las águilas; a punto que si la siniestra corneja no me hubiese amonestado, desde una hueca encina, que no me metiese en nuevas contiendas, ni éste, tu Meris ni el mismo Menalcas estarían con vida.
LÍCIDAS
¡Ah! ¡Cabe en alguno tamaña maldad? ¡Será posible que contigo, ¡oh Menalcas!, hayamos estado a punto de perder nuestras delicias? ¿Quién, faltando tú, habría cantado las Ninfas? ¿Quién habría esparcido por la tierra floridas hierbas o cubierto las fuentes con verdes sombras? ¿Quién habría compuesto estos versos, que poco ha te robé sin que me sintieses cuando te ibas a ver a Amarilis, nuestro encanto? "¡Títiro, mientras vuelvo, que no voy lejos, apacienta mis cabrillas, y después de apacentadas, llévalas a beber; mas en el camino guárdate, Títiro, del morueco, porque embiste y hiere."
MERIS
Estos otros más bien, que aún no limados, dedicaba a Varo: "Los cisnes canoros sublimarán tu nombre hasta las estrellas con tal que nos conserves a Mantua, a Mantua, ¡ay!, harto cercana a la desgraciada Cremona."
LÍCIDAS
¡Así tus enjambres eviten los tejos de Córcega! Así apacentadas con cantueso rebosen de leche las ubres de tus vacas. Comienza, si algo recuerdas. También a mí las Musas me hicieron poeta, también yo compongo versos, también a mi me llaman poeta los pastores, pero yo no los creo, porque hasta ahora no me reconozco digno de celebrar a Varo y Cina; antes soy ánade que grazna entre canoros cisnes.
MERIS
Eso procuro, Lícidas, y aquí en mi idea trato de recordar unos versos que no han de parecerte del todo malos: "Ven, ¡oh Galatea!, ¿qué placer encuentras en jugar con las aguas? Aquí brilla la purpúrea primavera; aquí en torno de los ríos produce la tierra pintadas flores; aquí el álamo blanco señorea la gruta y las flexibles vides tejen sombrías enramadas. Ven, deja a las furiosas olas estrellarse en la playa,"
LÍCIDAS
¿Y aquellos versos que una noche serena te oí cantar a tus solas? Recuerdo el ritmo, pero no la letra.
MERIS
"¿Para qué contemplas, ¡oh Dafnis!, el nacimiento de las antiguas constelaciones? Mira cómo se levanta ahora el astro de César, hijo de Venus, astro a cuyo influjo se regocijarán los campos con ricas mieses y se colorarán las uvas en las solanas. Injerta tus perales, Dafnis; tus nietos algún día cogerán el fruto." El tiempo se lo lleva todo, hasta el aliento; me acuerdo que cuando yo era muchacho, me pasaba días enteros cantando; todos aquellos versos se me han olvidado ya. Hasta la voz falta a Meris; los lobos, sin duda, vieron a Meris los primeros; pero bastantes veces te repetirá Menalcas esos versos que deseas.
LÍCIDAS
Con esos pretextos vas alargando complacerme, y eso que ahora tienes la mar en silencio y han caído. ya lo ves, todos los murmullos del aura. A mitad estamos del camino, pues ya empieza a descubrirse el sepulcro de Bianor; cantemos aquí, Meris, aquí donde estos labradores están podando las espesas ramas. Deja aquí tus cabritos; tiempo tenemos para llegar a la ciudad, o si temes que antes la noche nos sorprenda lluviosa, vamos cantando por el camino, y así nos será menos enojoso; para que podamos caminar cantando, yo te aliviaré de esta carga.
MERIS
Déjate de eso, zagal, y tratemos ahora de lo que importa. Cuando vuelva Menalcas cantaremos más a gusto aquellos versos.

Eneida, Bucólicas y GeórgicasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora