Capítulo 5

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[ A l m a d e á n g e l e s p í r i t u d e d e m o n i o ]

En otro punto de Italia...
Alessandro C.

Si existiera la elección de huir para olvidarlo todo o seguir quedándome aquí pero matar a los que lo merecen, definitivamente elegiría la segunda.

A pesar de mi maldito pasado de mierda en lo que mi padre lo convirtió prefería quedarme para verlo sufrir; tan lento, tan placentero, tan satisfactorio.

A la mierda.

Algún día lo tendré enfrente de mi, y esa vez será pronto...

Miré las luces de la enorme ciudad que lucían como pequeñas luciérnagas y solté el humo lentamente. Amaba estar aquí parado detallando cada instante de este lugar, sabía con claridad qué personas como yo estaban ahí, sufriendo...

Si tan solo pudiera evitarlo.

Aunque quisiera no podía salvarlos a todos, aunque quisiera era parte de esta asquerosa vida el sufrir, era parte de vivir...

_ _ ♥︎ _ _

Adrianna M.

Acaricié el suave pétalo de la rosa blanca que estaba en el barandal del balcón.
La miré y después la olí, era neutral, era suave y delicioso de oler.

Alce la vista y miré el cielo despejado de nubes pero lleno de estrellas.

Creía desde pequeña como me decía mi madre, que las estrellas eran deseos, o quizá esperanzas, por qué podías mirarlas horas y perderte en su brillo. En pensar en aquello que amabas o aquello en lo que sufrías.

En verdad pedía, suplicaba, que Ross estuviera bien, que no la lastimarán. No sabía que hacer, no sabía por donde empezar, no sabía... cómo salvarla.

Lentamente solté un suspiro–uno de angustias, de dolor, de todo eso que me estrujaba el corazón– que abandonó mi garganta.

Aquel hombre me había dicho cosas de las que nunca me imaginé, es como si hubiera estado encerrada en una burbuja y él solamente la hizo explotar.

Pero algo sabía bien, no me detendría hasta saber la verdad.

Si él quería mi vida a cambio de la de Ross se la daría, que mas daba, papa no venia a casa, y mama había muerto hace mucho, y había dejado de hacer lo que amaba; pintar en mis lienzos, tan solo perderme en los colores, en las formas, en la belleza de combinar tonos.

Si la daría, pero lucharía por escapar, porque quería volver a ver a Giordana, a papa, a Reinaldo... No solo se la daría, también lucharía por ella, y volveré para hacer lo que me gusta, por ver a Ross, sana y salva.

Gruñí levemente cuando escuche la alarma de la mesita y los suaves pasos de una de las sirvientas pasando por el pasillo y entrando a mi cuarto para despertarme.

—Buenos días señorita, ya es hora para alistarse a su Instituto—La voz de Kari una de las sirvientas de la casa Marchetti, inundó el relajante ambiente de la mañana.

La sirvienta después de mirarme con mi sonrisa somnolienta, abandonó la habitación.

No quería levantarme, no quería ir al Instituto, no quería que los minutos avanzaran, quería detener todo, quería no sentir esa angustia. Tenía tanto miedo...

Quite la sábana que me cubría y me rasque los ojos por la luz que brillaba desde el balcón. Aun tenia sueño, no pude dormir más que unas pocas horas y es que ¿Quién podría dormir cuando tenían secuestrando a alguien que apreciabas? Nadie. Me sentía estúpida, tonta y débil; odiaba tener que callar esas palabras ofensivas que tanto quería gritar, ya no me quería portar bien, ya no quería ser buena ni bondadosa, me sentía harta, me sentía tan mal.

Y me dolía tener que decir esto, pero tal vez era hora de dejar el recuerdo de mi madre, era hora de dejar de pensar en ella, y pensar en las cosas que se me presentaban. También sabía que le había prometido a madre en comportarme, en ser respetable y educada, pero no podía, ya no quería, esa no era la Adrianna que yo veía a mis diecisiete, tenía que ser yo, tenía que salir y olvidarme de todo.

Necesito principalmente salvar a Ross, y lo hare de una manera peligrosa, a mi manera.

Tome un baño de unos veinte minutos y me dirigí al cuarto de todo mi ropero y abrí las puertas para empezar a buscar unos jeans negros rasgados, recordaba que esos no eran míos si no de Giordana, pero poco me importaba, ahora mismo no usare los vestidos que decoraban todo el cuarto. Busque una camiseta discreta, y encontré una color azul marino de seda con mangas largas, me vestí y saque los nuevos y sin usar converse negros que Giordana me había regalado en mi cumpleaños dieciséis, me sorprendí que me quedaban. Busque mi gabardina color negra con un llamativo listón rojo y me lo amarre, me hice una coleta, me puse un poco de rímel y sombra oscura negra.

Tenía que pasar desapercibida.

Agarre mi celular: las nueve de la mañana, era perfecto. Tome la tarjeta de platinum ilimitada y unos pocos billetes y salí de la habitación sin que me vieran.

Tal vez no sabia a donde ni como, pero necesitaba un respiro, un poco de espacio, necesitaba tiempo para saber que Ross estaba secuestrada, que deje de pintar hace mucho, que mi amiga estaba triste, que necesitaba empezar de olvidar a mama, que papa estaba triste...

Solo espacio... tal vez así encuentra una manera de hacer, de pensar meticulosamente.

Llegue a la gran cochera y mire los automóviles, todos eran tan extravagantes, y eran tantísimos, mínimo unos treinta. Como si el auto me rogara mire un auto que estaba hasta atrás de todos los autos de mi padre, casi abandonado, y le sonreí. Era completamente negro, sin extravagancias.

Me acerque puse mi dedo pulgar en el reconocedor de huella y la puerta se abrió lentamente de manera elegante hacia arriba, aproveche para entrar, pulse el botón que estaba a lado del volante y el rugido del motor me sobresaltó. Se sentía tan extraño estar aquí sentada sin ir al colegio, con ropa oscura, con tanto maquillaje para que no me reconocieran, huyendo... Pero todo tenía un motivo.

Mire el volante como un deja-vù, sentía estar ahí con mi padre enseñándome unos pocos minutos el nuevo modelo de un auto de lujo para algún empresario, como recordaba cuando los trabajadores me mostraron toda la mecánica, hasta manejar, y mi padre estaba a una distancia prudente mirándome, se sentía tan bien estar ahí, qué quería volver el tiempo y repetirlo.

Espabile y arranque esquivando los autos y automáticamente la cochera de la mansión se abrió y salí a toda velocidad evadiendo el gran jardín y dirigiéndose a las rejas, mire al encargado de seguridad de una manera seria, tan impropio de mi, que inmediatamente él abrió las puertas.

Sali con éxito, y me sentía bien, sacar un auto sin pedir la aceptación de mi padre, huir sin saber que me podrían matar, huir dejándolo todo, parecía que había dejado una Adrianna en esa casa, y la que salía era una seria, fría y capaz de cualquier cosa por su prima...

¿Cualquier cosa?, ¿hasta conocerlo a él?


Cerezaytristeza

Él es más que un chico malo. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora