CAPÍTULO CUATRO

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Algo me despierta y abro los ojos enseguida. Me siento en la cama asustada, sigo teniendo el miedo incrustado en mi cuerpo. Miro a mi alrededor, menos mal, estoy en mi habitación, no me han secuestrado. Apago la alarma que es lo que me ha hecho levantarme y decido no ir al instituto. Estoy muy cansada, no he dormido apenas anoche. Me despertaba con cualquier ruido, he estado toda la noche alerta mirando constantemente mi móvil y el reloj deseando que amaneciera. He tenido muchas pesadillas con Guido atándome y llevándome a un sótano oscuro con mucha humedad mientras hablaba con los que supuestamente me iban a comprar. Lo pasé muy mal porque los sueños se transmitían en mi subconsciente uno detrás de otro. Se entrelazaban también con esa mujer morena que estaba con mi padre. En mis pesadillas esa mujer me torturaba para acabar con mi vida mediante una muerte lenta y dolorosa. Me metía alfileres dentro de las uñas, en esa piel que separa las uñas de la carne; me quitaba muelas con unos alicates arrancándomelas de un tirón, y más sucesos que ya no sé si los he imaginado o los he soñado.

Quiero quedarme en casa, estar tranquila. Aunque igual a mi secuestrador le interesa que me quede para poder venir a por mí con facilidad. No sé qué hacer, ahora estoy en duda porque si vienen aquí, estoy indefensa y sin embargo, en el instituto hay gente, no me pueden hacer nada. Pero pueden aprovechar cuando estoy saliendo o entrando de casa, así lo tendrían más fácil para meterme en una furgoneta de esas negras y con los cristales blindados. Le doy vueltas y más vueltas al asunto. Acabo decidiendo no ir porque también puede ser que venga mi padre a casa con esa mujer pensando de que yo estoy en el instituto y así, los pillo en plena acción. A ver qué me diría. Que excusa se inventaría, ya que he decidido que no lo llamaré para decirle que lo he visto. Quiero ver si sale de él decirme la verdad. Voy a hacer como si no estuviese pasando nada, como si no supiese nada. Puede ser que lo este juzgando sin motivos reales. O igual no esta preparado para decírmelo y tiene miedo de que me lo tome mal. Mal, mal no me lo tomaría, pero me dolería el hecho de que tuviese a otra.

¿No estas siendo muy egoísta Lea?

Dice esa voz que siempre está en mi cabeza. Habita allí desde que empecé a sufrir malos tratos día tras día. Se llama Afra, siempre está a mi lado y me habla cuando le apetece en algunas circunstancias. A veces hace que abra los ojos, que sea más consciente de mi alrededor, otras me apoya y me anima. Aunque a veces es una rebelde, me aconseja hacer cosas malas, cosas que no debería hacer. Me habla diariamente, pero hay días que se ausenta. Nunca me muestra su rostro o su cuerpo, es como si fuese un alma con voz que vive en mi cabeza. Al principio cuando me hablaba me asustaba porque pensaba que provenía de alguien que estuviera a mi alrededor, pero yo miraba y nunca había nadie. Hasta que descubrí que estaba en mi cabeza, que vive allí. Ella solo me pide que no le diga a nadie que vive en mi mente, que es un secreto que debo guardar. Así que no se lo digo a nadie porque no quiero que se enfade conmigo. Cuando se enfada mucho no puedo controlar mi propio pensamiento, es como si me lo absorbiera y no soy consciente ni de lo que hago. A veces tengo miedo, no sé si solo me pasa a mí o a más personas. Aun así intento no darle vueltas, me he acostumbrado a que esté conmigo.

Contestándole a Afra, creo que tiene razón, no estoy siendo justa. Mi padre tiene derecho a formar otra vez su vida. Es demasiado egoísta de mi parte el hecho de que me moleste tanto el que tenga a otra. Creo que igual me enfada más el hecho de que me lo oculte y me mienta diciéndome que esta de viaje cuando no lo está. Voy a calmarme, mi padre es un hombre con sentimientos con derecho a enamorarse otra vez. No puede estar toda su vida de luto por mi madre. Pero ¿Diez meses no es demasiado pronto? No hace ni un año de que se murió. No sé, aunque no le voy a decir nada, si se siente preparado que me lo diga y si no, pues hasta que lo este. Tengo que darle su tiempo y su espacio, no solo pensar lo que a mí me ofende. También tengo que entender su parte, si le es difícil decírmelo por miedo a mi reacción. Voy a dejarlo pasar hasta que él hable del tema e intentaré no tenerle rencor ni odiarlo. Hay que tener empatía, al igual que me gustaría que tuvieran muchas personas hacia mí.

¿LUCHAR O RENDIRSE? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora