Las casi fundidas luces de la calle me iluminaban el camino de vuelta a mi casa. Volvía de comprar algo de comida y estaba satisfecha con solo pensar en lo que me prepararía para cenar aquella noche.
Desde que fui exiliada al mundo mortal me había acostumbrado a todas mis nuevas necesidades, el comer, beber agua y demás atenciones que necesitaban los humanos. Yo sabía que no lo era, pero estar allí me había proporcionado el tener que preocuparme de esos detalles, aunque tristemente también me había maldecido con el tener años mortales, en resumen; no poder vivir eternamente.
Abrí la puerta de mi casa con mi llave y la cerré tras de mí, dejando la compra sobre la encimera de la cocina. A veces reflexionaba sobre cómo podría ser mi vida si volviera a vivir en el Cielo, pero eso nunca ocurriría por mucho que rogase. Ser una ángel de alas grises era peor que ser una arcángel, no hay mucha información sobre otros ángeles de alas grises, pero sí sé que hicieron una excepción conmigo al no asesinarme.
—Hola mi angelita.— una voz femenina resonó en mi cabeza, sonreí levemente y le contesté a la nada.
—Hola mamá.
Gracias a ella pude recordar algunas cosas, como que era una ángel y que podía seguir utilizando mis alas. Mi madre utilizaba un poder angelical para poder comunicarse conmigo sin necesidad de bajar al mundo mortal.
—¿Qué tal el día?— me preguntó con una voz suave, mi madre tenía la voz más bonita que existía.
—Muy bien mamá, me va bien en el trabajo, gano dinero con ayudar a los demás y no necesito meterme en batallas, aunque no me gusta la idea de que siga habiendo guerras...— contesté algo decepcionada de mí misma, suspirando levemente.
—Pero cariño, recuerda la cicatriz de tu ojo...— contestó mi madre con una voz preocupada.
Pasé una mano sobre la cicatriz en horizontal que tenía en mi ojo derecho, desde entonces no he vuelto a abrir mi ojo porque sería muy doloroso.
—Tienes razón.— volví a sonreír, mi madre siempre tenía la razón.
—Bueno mi pequeña, voy a tener que dejarte, es hora de que alimentes tu organismo, ¿No?
—Puedes llamarlo "comer".
—Oh claro, es hora de que alimentes tu comer.— reí y ella también rió levemente.—Que duermas bien y tengas bonitos sueños.— dijo despidiéndose.
Cuando dejé de escuchar su voz comencé a guardar la compra en su lugar, primero guardé las cosas frías y luego el resto, dejando fuera solo lo que iba a cenar.
Estaba terminando de ordenar todo cuando algo me alertó, sentí un escalofrío en mi nuca y me giré instintivamente. Aunque no había nadie detrás de mí sabía que había alguien en algún lugar cerca de mí, y no era una persona normal, aquella presencia era la de un...
—Demonio...— susurré. Sobre mi cabeza se formó un halo negro con espinas y en mi espalda comenzaron a aparecer unas alas grises, me puse en posición de defensa, atenta a mi alrededor.
—Oh, perdona, creo que te he alarmado...— se escuchó una voz masculina y suave desde afuera de la cocina.
—Muéstrate.— le ordené, poniendo una mano tras mi espalda mientras una lanza metálica comenzaba a aparecer en mi mano.
El demonio entró en la cocina y se dejó bañar por la luz blanca de la lámpara en el techo, su pelo pelirrojo destacaba, pero no más que el único cuerno que tenía a la derecha de su cabeza.
—Perdona mi intrusión pero... Eres Hiven, ¿Cierto?— su sonrisa constante me daba mala espina, es como si quisiera lucir aquellos afilados dientes característicos de los demonios.
—¿Y tú quién eres?— rápidamente le amenacé con mi lanza. Este aproximó su mano para apartarla de su vista.—Yo que tú no lo haría, es un arma angelical, si la tocas te quemará.— hizo caso omiso a mi aviso y la quitó de su vista, apartándola a un lado con la mano.
—Veo que no me recuerdas...— se colocó bien su chupa de cuero negra y se sentó en una silla cercana, suspirando.
Tragué saliva, si un arma angelical no conseguía dañar a un demonio eso significaba que no era un demonio normal, y había algo en sus ojos que me lo decía claramente.
—¿Quién eres...?— dije esta vez un poco más preocupada que antes, no sabía a qué me estaba enfrentando.—Ya veo que mamá no te ha contado nada... Llegaste al mundo mortal sin ningún recuerdo, pero mamá te ayudó a que descubrieras tus alas, también habla contigo todos los días por lo que veo. No puedo creer que ni si quiera me haya mencionado.— dijo mientras posaba una mano donde debería haber un corazón, actuando como si estuviera dolido.
—No sé de qué hablas, mi madre me contó todo lo que me tuvo que contar sobre mi vida en el Cielo.— dije frunciendo el ceño, mi madre no me mentiría ni me ocultaría nada.
—¿Te habló sobre tu padre?
—Fue un arcángel, murió cuando yo era pequeña.— respondí rápidamente.
—¿Y qué me dices de tu infancia?
—Vivía escondida en casa porque si otros ángeles me descubrían me matarían.— en su cara volvió a formarse aquella siniestra sonrisa.
—Ajá... ¿Y te habló de tu hermano?— sus ojos se dirigieron rápidamente a mi expresión para ver cómo reaccionaba.
—No tengo ningún hermano.— dije convencida de mi respuesta.
—Error.— contestó levantándose de la silla. Se acercó a mí, quedando a una distancia de aproximadamente un metro.—Vamos Hiven, la magia angelical no es tan poderosa como parece, puedes recordarlo si lo intentas.— se cruzó de brazos, esperando una respuesta.
—Yo no... Nunca he tenido un hermano.— repetí, esta vez con menos seguridad que la vez anterior.
—¡Hiven!— gritó, poniendo ambas manos sobre mis hombros.—Soy Lucas...— y en cuánto ese nombre entró en mis oídos mi cerebro empezó a trabajar y recordé parte de mi infancia.
Un niño más pequeño que yo, con el pelo de un tono más rojizo que el mío castaño claro, jugaba junto a él sobre las nubes blancas mientras una mujer de un cabello castaño nos observaba a ambos.
"Lucas, juguemos al escondite."
Aquel niño más pequeño que yo era mi único amigo, era mi hermano y al igual que yo era extraño, pero él no tenía alas.
—Lucas...— susurré, llevándome una mano a la boca. Había olvidado a mi único amigo de la infancia, a mi propio hermano.
—Me alegra volver a verte, hermanita...
ESTÁS LEYENDO
La chica de alas grises
FantasíaÁngeles y demonios. Dos razas diferentes que existen en nuestro mundo, siendo los ángeles capaces de vivir sobre las nubes y los demonios viviendo bajo tierra. Hiven, una ángel de alas grises que vive exiliada en el mundo mortal deberá aprender que...