CAPÍTULO UNO.
"¿Qué has hecho?"
Se despertó de un segundo a otro, como cuando despiertas luego de una pesadilla. Al abrir sus ojos tan sólo pudo ver una habitación oscura, sin ventanas y el silencio obstruido tan sólo por su respiración pesada y acelerada. Sintió sobre su cuerpo un peso muerto que le impedía levantarse como tanto deseaba. No sabía donde estaba, ni que hora era. No recordaba su nombre ni su edad ni su aspecto físico. Tan solo sentía como si hubiera estado allí por años.
A su nariz llegó un olor nauseabundo. Oyó golpes violentos y pasos apresurados, pero sonaban lejanos, fuera de él lugar donde estaba. Deseó poder gritar, pedir ayuda, pero no sabía por que lo haría exactamente. No se hayaba en peligro. Sólo se había despertado en un lugar que no le era para nada conocido, pero por alguna extraña razón, todo aquello le resultaba desconcertante y extraño. Se obligó a si mismo a respirar por la boca en un intento de no impregnar sus pulmones de aquel aroma que lograba darle arcadas.
En la oscuridad alzó ambas manos, queriendo tocar su rostro; como si buscara algo que faltara o intentara verificar que todo estaba en orden, cuando sabía que no era así. Sus manos, frías y húmedas al estar en contacto con su piel, le dieron asco. Supuso que sus manos tan sólo estarían sudorosas por el exagerado calor que hacia en la habitación. Notó el sudor en su espalda, piernas, brazos y axilas. Traía una barba algo larga, sucia y enmarañada que le daba comezón por el pegajoso sudor que emanaba. Su cabello largo caía oscuro por su rostro, pegándose a este y haciéndole picar los ojos.
Necesitaba que alguien le ayudase, que le salvase. No sabía exactamente de que, pero eso quería. Quería que alguien abriera una puerta y lo sacase de allí lo más rápido posible. Quería poder darse una ducha, ponerse ropa limpia y verse como alguien normal. Aunque si de algo estaba seguro, era de que algo no iba bien.
Y lo que pasó a continuación, era exactamente lo que estaba esperando, o tal vez no.
De forma repentina, una luz alumbró toda la habitación. A sus ojos les tomó unos segundos acostumbrarse a esta, pero cuando finalmente lo hizo, deseaba que aquello no fuera cierto.
Aquello que le impedía ponerse de pie, no era precisamente lo que aguardaba.
Todo menos un cadáver.
El cuarto estaba repleto de ellos. Era realmente un escenario espeluznante. Eran, por lo menos, una docena. Y le aterraba estar allí, solo. Todos y cada uno de sus rostros reflejaban dolor y espanto, y por un momento le pareció notar que le observaban con detenimiento solo a el, como si estuvieran recriminandole algo que no podía recordar. Paseó su mirada por la habitación, notando detalles que se la habían pasado por alto hasta ese entonces. Una escalera que se dirigía hacia una puerta, dió a entender que se trataba de un sótano. Y las dudas afloraron en su mente. Se preguntó que era todo aquello. Por que estaba allí, que había sucedido. ¿Por que no podía recordar nada?
Se miró a si mismo y aquel lugar por completo. Sus manos, que hasta ese entonces había sentido calientes y húmedas, que le habían hecho pensar que se trataba de un simple sudor, estaban por completo rojas. Su camiseta, de un blanco percudido, con manchas de tierra y lo que cubría sus manos. Se sentía inmundo y pegajoso. Dejado y abandonado. Fue en ese momento, donde todo comenzó a perder aún más el sentido dentro de su cabeza, si es que aquello era posible. Todo comenzó a dar vueltas y tan sólo podía generar miles de preguntas por segundo.
¿Quién era?
¿Qué hacia allí?
¿Por qué estaba allí? Y, lo más importante.
¿Qué fue lo que hizo?
Un sentimiento de culpabilidad le invadió y las nauseas se intensificaron. Daba vueltas sobre sus pies, observándolo todo, queriendo comprender, en una búsqueda interminable de respuestas. Se hayaba desorientado y perdido. Y el oír aquella voz profunda y molesta, le había dejado fuera de lugar.
—¿Qué fue lo que ha hecho?
Al final de las escaleras, cortando la luz que provenía del exterior con su silueta, un hombre le miraba sin ninguna expresión en su rostro. No podía dilucidar si se trataba de enojo, frustración, o tal vez desilusión. Llevaba, al contrario de el, un aspecto envidiable; acompañado de un buen porte. Le miraba con una expresión inalterable, y luego de haber dicho esa pregunta que sonaba tan para fuera de lugar, se mantuvo reservado y taciturno. Por un breve momento, pareció tener la intención de bajar unos peldaños de la escalera, pero por una razón que le era desconocida, no lo hizo. Este se limitó tan sólo a mirarle desde su lugar, como si este le brindara alguna clase de seguridad. O, tal vez, superioridad ante el. Él, por su parte, se sentía frustrado y nefasto, y no tenía fundamento alguno, pero la mirada de aquel sujeto y la situación en la que se hayaba, le había generado una penosa sensación.
Estaba muy seguro de que el extraño podía observar con claridad la situación a su al rededor, pero este se mantenía imperturbable ante aquello. Tuvo la intención de subir, poniendo su pie derecho sobre el primer escalón, pero el extraño alzó su mano, deteniendole así y negando levemente con su cabeza.
Intentó hablar, pedir que le explicaran que era lo que había sucedido allí; sin embargo, en cuanto separó sus labios con determinación para hablar, ningún sonido salió de su boca. Lo intentó repetidas veces, y aún así nada pudo hacer.
Nada se oía. Ni sus quejas, ni sus pedidos de auxilio.
Nada.
Eso no hizo más que dejarle desconcertado.
Un punzante dolor de cabeza amenazaba con hacerle desfallecer y su intento por mentenerse de pie le era casi imposible.
Su acompañante le miraba desde su posición sin volver a mencionar palabra luego de formular aquella pregunta, y acabó por negar en forma de desaprobación y darse la vuelta, alejándose de allí; seguido de aquello, dos sujetos uniformados se encargaron de bajar por las escaleras a paso apresurado y tomarle por las axilas para ponerle derecho. Al igual que su antecesor, se mantuvieron en silencio y solo se abstuvieron a sacarle de allí con poco cuidado.
Esperaba que le ayudaran, o por lo menos, en su defecto, que le explicaran que era lo que había sucedido en ese lugar, pero nadie de los que estaban allí parecía tener intención de tratar con el más de lo estrictamente necesario.
Le llevaron de aquí para allá con pesadez. No le dieron siquiera la oportunidad de poder explicar lo que había sucedido, y aunque se la hubiera dado, dudaba realmente tener el valor de poder dar alguna clase de excusa, no por que no quisiera, sino por que no la tenía. Y una excusa era lo que más deseaba tener en aquel momento. Y el valor y capacidad para poder decirlo. Pero nadie iba a detenerse por el. Y mucho menos cuando todo aquello parecía suponer solo una cosa. Aquello que el desconocido le había hecho sentir tan sólo con mirarle de la forma en la que lo había hecho.
Es tu culpa.
No sabía por que, ni como, pero lo era. Y el desprecio con el que era tratado por todos no hacía más que lograr que hasta en cierto punto el mismo dudara de su inocencia. No recordaba nada, estaba en blanco, y eso no le favorecería. Y realmente tuvo miedo de lo que podía llegar a pasar luego de que le había empujado de forma brusca a la parte trasera de una camioneta y cerraron en sus narices las puertas, dejándole, una vez más, a oscuras.
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Es tu culpa.
Mystery / Thriller¿Qué haces si despiertas en un lugar totalmente desconocido para ti? ¿Qué haces si solo hay personas muertas a tu al rededor? ¿Y qué si tus recuerdos están en blanco? No sabes como estas allí, ni como llegaste; tus manos con sangre te dicen solo una...