Capítulo 1

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Estaba oscuro y no sabía por dónde ir, pero ella seguía corriendo sin tener un rumbo fijo. Parecía asustada, algo la perseguía. Respiraba rápido. Su vida estaba en juego.
Se tropezó con las raíces de un gran árbol, le pisaban los talones. Se levantó y siguió sin darse la vuelta ni un segundo. No permitiría que su torpeza causase un grave destrozo del que más tarde se arrepentiría.
La caza pareció ir bien, la bestia sentía muy cerca a su presa, la podía oler pero no tocar y eso le enfurecía . Sus ojos relucían con el brillo de la luna, unos ojos color miel que transmitían furia. Al parecer los ojos que brillaban no eran un par, eran tres pares de ojos. Era un híbrido con el cuerpo de una cabra, la cabeza de un león y la cola de una serpiente. Con total seguridad, no era una bestia común.
La quimera se movía con una sutileza increíble y era muy inteligente. Saltaba obstáculos como ningún humano jamás habría hecho.
Al final del bosque, la bestia frenó en seco mientras la joven seguía corriendo sin apenas darse cuenta de lo que tenía delante:
«Buena suerte muchacha» pensó la quimera.

—Ya tienes lo que me pediste, ahora por favor déjame marchar.
Una voz telepática sonó en su cabeza.
—Una promesa es una promesa, eres libre pero no por mucho tiempo.

Aquellas palabras resonaron tan fuerte en su cabeza que no las soportaba. Dio media vuelta y salió corriendo.

—No, no puede ser, no puede ser... He entregado a una pobre niña en manos de aquel monstruo, me ha estado manipulando para que se la trajese y luego yo me sintiese culpable.
Me sintiese culpable...— aquellas fueron las últimas palabras de la bestia antes de desaparecer de ese horrible lugar que por tantos años le hicieron sufrir.

Cuando la muchacha se dio cuenta de que ya no la perseguía nada se paró a tomar aire, se dio cuenta de que el ambiente era diferente a todos los demás.
Una suave ráfaga de aire paso rozando su cabello castaño en dirección a la torre. Ella siguió con la mirada la dirección del viento y sus ojos impactaron contra aquella construcción de ensueño.
Era muy voluminosa pero apenas se la distinguía de la oscuridad. Era de piedra. A la entrada había unos escalones antiquísimos con musgo entre ellos. Unos escalones al lado derecho y otros al lado contrario que se unirían a la entrada de la torre.
La chica golpeó la puerta antes de entrar, ya que de lo contrario, pasar sin pedir permiso sería de mala educación. La puerta de madera se abrió sola ante ella dejando un agudo chirrido. No parecía haber nadie. Todo estaba oscuro, lo que obligó a la chica a encender las antorchas que había alrededor de toda la sala principal con una cerilla que se hallaba en el suelo. Nada parecía fuera de lo normal. La puerta se cerró de golpe detrás de ella pero eso no la preocupaba asumiendo que sería el viento el causante de aquello.
La torre parecía deshabitada hasta que escuchó algo parecido a su nombre. Provenía de las plantas de arriba. Subió escalón a escalón pensando cuanto más tendría que subir para llegar al sitio de donde provenían aquellas palabras.
«subo y subo y no hay nadie, sin embargo la voz proviene de este mismo lugar» pensó en voz alta. Fue ahí cuando comprendió que lo que la hablaba no era nadie, por lo menos no era algo físico o así lo creía.

—Tú, si tú, ¿te llamas Kenvia verdad?— la voz resonó con una especie de eco.
—Sí, ¿quién eres y de qué me conoces?— preguntó la muchacha, puede que a algo inexistente.
—Te conozco por la simple razón de que te has adentrado en mi torre, es decir has pasado la prueba de mi quimera y eso es digno de alguien especial—mintió la voz. De momento es mejor que no me conozcas. Veo que estás cansada y muy sucia, te dejaré que utilices una de mis habitaciones. Si vas recto y giras a la derecha encontrarás una puerta de madera, ábrela y utilízala para hospedarte hasta que te recuperes.
A Kenvia le parecía una presencia agradable pero con muchas cosas que explicarla.
¿Quién era realmente y que hacía allí? Al no darle ninguna respuesta a sus preguntas pensó que sería mejor dejarlo así, si no lo respondía la voz era por algo y no debería entrometerse.

Entró en su habitación, tenía un aspecto peculiar y le traía muchos recuerdos de su hogar. Intentó rememorar como fue posible que llegase ahí pero sólo logro recordar tres cosas. Libros, portales y un bosque. Intentó apartar aquellas ideas de su cabeza. Preferiría tomarse una ducha y luego acostarse. Cuando entró al baño encontró una bata colgada en la pared y un pijama doblado en una silla que se hallaba ahí. Se empezó a quitar la ropa sucia dejándola en un rincón. Se sentía mucho mejor sin ella. Encendió el grifo y dejó correr el agua para que cogiera temperatura. Cuando sentió que el agua estaba perfecta, se metió. Las gotas caían sobre su rostro y su cuerpo, acomodándose a su silueta. Su larga melena empezó a empaparse y el agua que resbalaba caía como si de cascadas se tratase. Más tarde entendió que no debía estar mucho tiempo en la ducha, por muy bien que estuviese, estaba en propiedad ajena y no podía hacer lo que le diese la gana. Se secó, se puso el pijama y salió del baño con la ropa en la mano. Entró en la habitación, y antes de acostarse se asomó por la ventana.
«No se que es lo diferente en este lugar, ni siquiera se donde estoy, pero sólo se una cosa, esto no pinta bien» se dijo mirando al cielo.

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