Capítulo 2

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Algo en aquel sitio, la erizaba la piel. No sabía si era el lugar, el ambiente o la torre, pero  hizo que se apartara de la ventana de golpe. No le gustaba lo que veía. Tenía una sensación de estar siendo observada, pero no por la presencia de la voz, sino por que algo brillante se alzaba a lo lejos, era algo maravilloso, o eso parecía. Kenvia sintió impulsos. Quería escaparse de esa torre.
(En su trayecto, leyó sobre el sitio en el que se hospedaba y parecía llamarse la torre de Hudomim.)
Quería salir corriendo hacia esa luz pero algo la mantenía atada a Hudomim, así que cerró la ventana y dio unos pasos. Esos pasos la guiaron hacia una estantería. Un gran estantería se alzaba ante ella. Era majestuosa comparada con las que había sentido y tocado antes. Todos los libros que se encontraban situados en aquella estructura parecían normales y corrientes. Se preguntó que habría dentro de los libros pero no le dio muchas vueltas, al fin y al cabo eran simples libros para ella. Nunca había encontrado una gran pasión a eso de leer,adentrarse y conocer otros mundos creados por la imaginación. No sabía que esos libros contendrían la información necesaria para entender todo lo que estaba sucediendo, y la voz lo sabía, los había dejado a propósito, sabiendo que cuando se interesase por el interior y su historia, sería demasiado tarde.
Pero había uno que le llamo bastante la atención. Poseía un color verde alga, bordeado por un hilo de color oro, le recordaba al que acababa de ver unos minutos atrás. Lo agarró por los bordes y tiró hacia si. Pesaba demasiado pero la curiosidad la mataba por dentro. Tiró el libro encima de la cama, se sentó y observó por un rato la preciosa tapa dura. Abrió el libro y se le iluminó el rostro, se la notaba la esperanza en los ojos. Se sumergió en el las hojas. Parecía estar bajo el efecto de un conjuro o hechizo.
Trataba de criaturas mitológicas y de cómo el dios Rendrak había aniquilado a cada una de aquellas bellas y singulares criaturas, una por una. Asesinó a los familiares de los más pequeños dejándoles con ese dolor por toda su vida y dándoles el poder de la inmortalidad para vivir eternamente, pero con la condición de poseer ese sufrimiento que les mataba poco a poco el resto de su vida. Así no podría originarse un suicidio y los dioses no le molestarían mientras él no rompiese sus reglas. La vida puede ser arrebatada por alguien o por vejez, pero nunca por uno mismo. Eso sería deshonrar el duro trabajo que realizaron los dioses por más de dos décadas. Estos no tenían en cuenta la vida de sus propios seres, los conocían demasiado al ser sus creaciones, pero tenían en cuenta la vida de Rendrak. El no podía matar a nadie. En realidad, nunca lo hizo. Mandaba señales a diferentes personas sabiendo que alguno caería. Divulgaban su mensaje en forma de "visión". La gente creyente en los mensajes recibidos por un dios, se reunían en un "claustro", donde se crearon los primeros humanos. Los creyentes fueron los enviados para participar en un homicidio. Fue un grupo creado, en su mayoría, por elfos oscuros. Aunque también se componían por brujas, sirenas,momias y zombis.
Rendrak parecía tener todo bajo control hasta que llegó la hora. Quería acabar con todos de un solo golpe, las sirenas los entretendrían con sus cantos, haciendo que las criaturas se rindieran a sus pies, las brujas los envenenarían, las momias los atarían y los llevarían ante su dios y los zombis ayudaban a las momias. Bor, el ayudante de su dios y elfo oscuro, elaboró un proyecto que bajo su criterio, era espectacular. Tenía una altura considerable, refiriéndonos a los de su especie. Tenía la piel pálida, como si su rostro estuviese compuesto a base de nieve  y al derretirse dejara su cuerpo impregnado de aquel tono. Tenía aspecto humanoide, las orejas en punta y los ojos almendrados.
Él sería el líder de aquella batalla debido a sus altas cualidades. Era muy sigiloso, veloz, y sin duda, un gran trepador y escalador.
Todo falló en la batalla porque no pensaron en que sus propias virtudes podrían acabar con ellos.
Es como una persona armada, segura de sí misma, pero en cuanto le quitan el arma, la bala los atraviesa.
Kenvia estaba confusa, jamás había leído tanto en su vida pero esas historias la fascinaban. Se dio pronto cuenta de que tenía que dejar de leer, era muy tarde. Cerró el libro, lo dejó con cuidado en el suelo y se tumbó. Hacía frío, tuvo que taparse con una manta.
—¿De verdad existen esas "criaturas"? Parecen un cuento de hadas, pero si no fuese real, ¿que sentido tenía escribir todas aquellas fantasías?—muchas dudas se aparecieron de pronto en la cabeza de Kenvia. Tengo que encontrar a la persona que lo escribió.
Más tarde, sus párpados comenzaron a ser más pesados de lo habitual y los ojos tenían una visión más borrosa. Ella decidió dormirse.

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