I

1.6K 214 52
                                    

Ivan Braginski era el representante de Rusia desde hace ya bastante tiempo, tiempo en el que se hizo conocer por ser una nación poderosa y de temer.

No podía decirse mucho aparte de eso, ya que Iván no tenía demasiados amigos, si tenía aliados, pero no amigos. Esto no era porque fuera una persona desagradable ni nada por el estilo, en realidad, omitiendo la aterradora aura que parecía no querer abandonarlo; Iván causaba una agradable impresión y era bastante atractivo con esos rasgos varoniles y gestos inocentes, solo que a Rusia nunca le había agradado demasiado relacionarse con el resto, había presenciado demasiadas guerras que lo habían vuelto desconfiado, por ello no creía mucho en otros y se reservaba su verdadera inocencia y la transformaba en palabras filosas para aquellos que lo molestaran.

Aún así, países como Japón o Italia, solían hablar con Iván con bastante facilidad, aunque había un tema que Feliciano tocaba bastante y a Rusia le molestaba un poco.

-Vee~ Iván ¿por qué no sonríes de manera natural?- Preguntaba el italiano con bastante insistencia.

-Porque no le veo nada de especial a una sonrisa ¿Da?- Respondía él y a continuación, Feliciano lo molestaba, hasta que Iván soltaba una sonrisa forzada que hacía al resto de países alejarse un poco, pero Italia solo hacia un puchero y gritaba.

-¡Así no! Vamos Iván, las sonrisas son bonitas, te tiene que hacer ver más agradable, no como si estuvieras enoj-

-Suficiente, vámonos Feliciano- Y era Ludwing quien terminaba por llevarse al italiano, antes de que se metiera en graves problemas.

Y no es como si a Iván le importase demasiado, era solo que sonreír nunca se le había dado bien y tampoco le encontraba nada de especial a ese gesto, al final, solo eran las comisuras de la boca que subían y formaban una curva en el rostro ajeno, a veces mostrando los dientes, a veces no, pero a él en especial, ese detallito nunca le había gustado demasiado.

______________________________

Iván nunca había apreciado demasiado las sonrisas, hasta que vio sonreír a Alfred.

Estados Unidos era una nación jóven y vibrante, con un espíritu de libertad y sueños. Era la clase de hombre que no le temía a nada, ni siquiera a él, Alfred podía mirarte a la cara y aceptar cualquier clase de desafío sin titubear. Podrías gritarle a Jones que si se creía la gran cosa, tratase de llegar a la luna y lo peor es... que lo haría, se pararía recto, te regalaría una sonrisa y gritaría "¡I'm a fucking hero! ¡I'll go to the moon!" Y lo lograría en unos cuantos meses, ese era Alfred F. Jones.

Aunque Iván realmente jamás había apreciado tanto lo bonito de su sonrisa, hasta ahora.

No era un secreto que Iván y Alfred habían tenido muchos choques a lo largo de la historia, pero tampoco era un secreto que cuando Alfred era un niño recién consciente de su existencia, a Iván le fascinaba pasar el tiempo con esa pequeña nación que era celosamente protegida por Arthur.

Iván admiraba secretamente la forma en que Alfred no temía soñar y mostrar su sentimiento de querer ser un héroe al mundo, pero nunca lo vio como algo más que un sueño de lo que él quiso ser alguna vez.

Nunca en su vida se imaginó a si mismo en una misma cama afirmando a un sonriente Alfred junto a él.

-Hi commie ¿cómo amaneciste?- Preguntó un adormilado estadounidense que le sonreía somnoliento. Y fue allí donde entendió todas las veces que Feliciano le insistió en sonreír verdaderamente, una sonrisa sincera debía ser tal y como la que Alfred le estaba regalando en ese instante, pacífica y alegre, una sonrisa que demostrara todos sus sentimientos en un simple gesto. Alfred sonreía de una manera muy especial, mostraba sus bonitos dientes en una amplia sonrisa que de vez en cuando lo incitaba a cerrar los ojos, sus comisuras subían con fiereza, formando una perfecta curva que denotaba seguridad, al igual que sus ojos te mostraban ese brillo de juventud e ilusiones que no perdía a pesar del tiempo que ya llevaba existiendo.

Sonríe AlfredDonde viven las historias. Descúbrelo ahora