Era un caluroso día de verano y yo me dirigía hacia la biblioteca pública de mi ciudad. A causa de la temperatura iba andando lento y a la mínima brisa fresca cerraba los ojos y levantaba el cuello para acariciar con mi cabeza todas las líneas de aire frío que cruzásen cerca mía. Llevaba puestas mis converse amarillas favoritas, unos vaqueros cortos y una blusa granate claro que hacía juego con mis gafas del mismo color, un conjunto típico de verano, la verdad.
Iba a la biblioteca para buscar unos libros de texto que me pedían para los últimos días de instituto, nunca voy a entender por qué me piden libros nuevos los últimos días, pero lo bueno es que de paso iba a sacar alguna novela para leerla durante el verano gracias a mi carnet VIP de la biblioteca, se podría decir que me gusta leer. -Buenos días Señora Romero- dije al entrar en el edificio de la biblioteca -Hola Laura, me gustan tus zapatillas, ¿Son nuevas?
-No señora Romero, son las mismas de siempre.
-¡Ah! ¡Vaya! Disculpame, cada día estoy más olvidadiza.- Sonrió y se ajustó sus gafas -Que pases una buena mañana hija.
-Gracias señora Romero, usted también- La señora Romero es la bibliotecaria, la conozco desde pequeña y como es evidente ya está bastante mayor, es la sexta vez que me pregunta por mis zapatillas esta semana... Pero igualmente es una señora amable y dulce, además de que la conozco tanto que siempre me deja devolver los libros fuera de plazo para así poder leerlos con calma.La biblioteca municipal siempre me pareció preciosa. Nada más entrar por la puerta de cristal se extendía bajo mis pies una larga alfombra decorada de color rojo con toques dorados la cual llegaba hasta la puerta del almacén mientras se habría paso por el pasillo central a través de las altas estanterías de madera repletas de libros las cuales creaban otros pasillos que emergían del central como si se tratase de un árbol con ramas y que, entre todas, formaban un amplio laberinto de letras que llegaba hasta cada rincón del primer piso. En una de las esquinas había una escalera de caracol que llevaba al segundo piso del edificio el cual consistía en unas plataformas de estilo balcón que rodeaba desde arriba toda la parte de estanterías; el piso estaba lleno de mesas de lectura y cabinas de estudio para los que les gustase repasar los apuntes en un entorno de silencio y tranquilidad. Al mirar hacia arriba podías ver una inmensa cúpula de cristal la cual permitía que cada rayo de luz penetrase en el edificio y bañase cada estantería con un brillo natural perfecto para la lectura y el cual permitía ver las pequeñas partículas de polvo las cuales daban un aspecto de misterio y antigüedad a todo el lugar. Colgando en medio de la cúpula había una lámpara colgante adornada con varios cristales que llenaban la sala de lectura de cientos de brillos que bailaban con el suave balanceo de la lámpara. Todas las paredes estaban llenas de estanterías con libros y el suelo era de madera natural que reforzaba ese aspecto de reliquia el cual inundaba el lugar.
Para mí ese lugar era mágico y podría pasar cada hora del día en el perdida en algún libro.
Empecé a andar lentamente para buscar los libros de texto, no fue difícil encontrarlos gracias al pulcro orden que había en la biblioteca. Ahora tocaba mi parte favorita: encontrar el libro en el cual me perdería durante las vacaciones.
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Post-me
RomanceUna adolescente, una librería y un libro lleno de notas adhesivas. ¿Es posible enamorarse a base de anotaciones en un libro?