Capítulo 37:

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JESS:

Esta mañana me había levantado con las ganas de correr una maratón.

Quizás simplemente estuviera feliz porque el sol había aparecido por Londres después de mucho tiempo o porque era mi último día, qué sabía yo. Lo único que podía decir con certeza era que, tan pronto como salí a la calle esta mañana para ir a la universidad con Marco, mi felicidad se atenuó un poquito.

No habíamos hablado en el trayecto hacia el centro a pesar de que él hubiese intentado sacar temas de conversación, lo que había hecho el recorrido demasiado vacío.

Lo cierto era que esta última semana, lo había estado evitando a toda costa por la casa y apenas le había dirigido la palabra. ¿El motivo? Necesitaba pensar en lo que estaba sintiendo por él, necesitaba espacio para mí, un lugar donde reunirme con mis miedos, mis esperanzas y donde poder reflexionar sobre si lo que estaba empezando a sucedernos era algo fugaz y pasajero que se marcharía de mi cabeza después de unos días rehuyéndole.

Él se dio cuenta, por supuesto que lo hizo, es demasiado inteligente como para no notarlo, y como ya dije hace tiempo, tiene un don para leer a las personas y a sus pensamientos, pero agradecí que no hiciera nada al respecto más que detener sus intentos de llamar mi atención.

Ahora podía decir que había estado haciendo ha sido una pésima y estúpida idea, primero porque he dado de lado a una persona que confía en mí, y segundo, porque nada respecto a él había cambiado ni siquiera un ápice en estos últimos días. Quizás necesitase más tiempo, qué sabía yo.

De momento, lo único que tenía claro era que me arrepentía de no haber hablado con él tanto como lo hacía antes. Rompí mi rutina a pesar de que dije que no me gustaba hacer eso y no lo pasé bien en absoluto.

Sin embargo, aquí estaba, en la universidad, tratando de enfocarme en las últimas clases antes de las vacaciones pre-exámenes y tratando de poner un poquito más de fuerza de voluntad para no salir corriendo y darle un abrazo al pelinegro en cuanto lo viera por los enormes pasillos del recinto.

Le debía una disculpa, pero quería seguir intentándolo. Me negaba a que alguien me volviese a romper el corazón, y si le decía algo a Marco sobre lo que me estaba sucediendo, eso era justo lo que iba a pasar porque él no sentía lo mismo. Estaba segura de eso casi a un cien por ciento, porque de lo contrario él habría emitido una señal por su parte. Sabía que el pelinegro tenía muchas facetas, pero me negaba a creer que fuera un actor de tal talante.

—¡Vamos, Jess! —exclamó Vero en un quejido acompañándome a la cafetería de la universidad. Estaba agarrada a mi brazo y le costaba seguir mi ritmo.

—Vero, no voy a correr esta noche, llegaré a Hell a la hora que pueda —le respondí sonriendo. Ella puso los ojos en blanco.

—Sabes que no es por eso por lo que te estoy suplicando. ¡Eres una experta en cambiar de tema! —se quejó de nuevo. Reí—. Llevas toda la semana evitando a Marco desde lo que pasó en Hell el domingo y sé que él no dice nada, pero para mí que soy espectadora de lo vuestro esto es una completa mierda. ¿Qué ha pasado?

Suspiré.

—Lo que me pasa con él es que... Cuanto más cerca lo tengo, más quiero... Tú ya me entiendes —respondí negando con la cabeza para esfumar todas aquellas ideas de mi mente.

—¿Estamparle los labios y hacer una escena típica de película? —Arqueó varias veces las cejas con una mueca pícara.

Le di un codazo por eso.

—¡Vero!

—Vale, lo siento. Pero sabes que llevo razón. —Se encogió de hombros, volví a suspirar en señal de rendición.

MARCO© ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora