"Hay densidad en todo."
Eso decía su madre. Pero, para Jaebum, las cosas ahora son más densas que nunca.
Se estaba ahogando. Todo en su vida parecía asfixiarlo. La realidad lo tenía envuelto y reprimido. Cada día más.
Las calificaciones. Las cuentas. Las personas. Su presente. Su pasado.
Todo era pesado. Todo era una carga.
Los billetes se sienten como si ardieran en lo más profundo del bolsillo delantero de su pantalón. La nieve cayendo, por el contrario, enfría su rostro, ardiéndole también, solo que de otra forma. Una forma más física y humana. Camina sin prisa, aún lleno de una inseguridad asquerosa y cobarde. Esa de la que no se ha logrado deshacer desde la primera vez que se dio cuenta de que era diferente. Esa misma que también lo ahoga, hundiéndolo en la densidad. En la asolación.
Jaebum se odia a sí mismo.
Repudia su mente anormal.
Detesta no ser feliz, no haber podido serlo nunca. Detesta haber vivido su vida solo hundiéndose en la realidad, sin zambullirse, sin mezclarse. Solo cayendo como un peso muerto.
Así que necesita aquello.
Unos minutos de placer. Unos instantes sin sentirse ajeno y juzgado.
El frío también lo agrede. Todo parece estar en su contra. No solo esa noche. Desde hace años. Siempre.
Las luces de los autos pasando... de los edificios grises y altos… del alumbrado… de la luna… parece como si quisieran ser los únicos testigos. Así que Jaebum agradece la soledad y se hunde en su bufanda, buscando calor para sus mejillas. No conoce muy bien ese vecindario, pero confía en la dirección que le dieron. Confía porque se la dio alguien como él. Confía porque no tiene otra opción.
Bueno, sí la tiene. Pero quedarse en casa y guardar el dinero para comprar cualquier estupidez que su madre le recomiende no le parece atractivo en lo absoluto. Así que camina las cuadras que lo separan de aquel lugar. Más que un lugar, es una calle, un barrio, un callejón. Pero Jaebeom sabe que ahí va a encontrar lo que busca. Lo que necesita.
Solo pensarlo lo hace sentir un poco más ligero. El aire a través de su nariz se siente un poco menos frío y su corazón late con anticipación.
Híbridos.
Allí los hay. Por montones.
Son lo único que puede hacerlo sentir mejor en esa vida de mierda que lleva.
Jaebum sabe que hay pocas cosas peor vistas que los híbridos. Sabe que los consideran aberraciones, seres antinaturales, el más grave error de la humanidad, la causa más probable del apocalipsis. El intento del hombre por hacer el trabajo de la madre naturaleza. Un desafío, un prosaico intento de crear. Jaebum lo sabe, lo tiene perfectamente claro. No es idiota, solo raro.
Aun así, en ese momento no le importa. Está cansado de sentirse tan infeliz, de respirar tan pesado y de vivir tan ahogado.
Al menos por esa noche, quiere vivir sin peso.
Se da cuenta enseguida de que está en el lugar correcto. Solo basta con doblar en la esquina, justo donde dice el pequeño croquis que le dibujaron en un post-it. El olor cambia drásticamente y la temperatura parece aumentar a medida que avanza, que se adentra en aquella calle tan oscura y distinta.
Las miradas se sienten. Las siente en su nuca, en su espalda, en cada paso que da. De cierta forma, no tiene miedo, aun si apenas puede distinguir algo en esa calle sin faroles. Es una sensación un poco salvaje, pero emocionante. Puede oler ese aroma tan distinto, tan poco humano. Puede escuchar suaves gruñidos y ronroneos. Puede sentir como algunos pasos lo siguen. A una distancia prudencial. Su corazón late como loco dentro de su pecho, lo siente casi en su garganta. Sus arterias contienen, como pueden, la sangre que pasa, dura y violenta. Sus emociones apremian.