desde andrómeda, muy lejos de la tierra

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a ti, que nunca leerás esto, y a ti, que nunca sabrás que lo he escrito:
he querido, y por eso, gracias.

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no es fácil sacarme de mi apatía, mirando a la gente pero no viendo mucho más a través de carne y huesos. tengo huella de todos los que han conseguido hacerme abrir los ojos y tender la mano, salvando a pocos del río que me moja los pies. desde la chaqueta en el fondo de mi armario a las marcas permanentes en mi piel, habéis conseguido marcarme un poquito y tengo huella de todos los que habéis hurgado hasta llegar a las arterias, a base de risas y chistes que solo entendemos entre dos, a heridas y recuerdos. con espinas clavadas en el corazón y estacas bajo las costillas, se me han manchado las manos de mi propia sangre y la cara de mi triste ira, empapadas con por qués y resentimiento y con lamentos de mi propia bruma.

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— tengo miedo de que te vayas —susurro, voz propagada bajo las palmas de mis manos congeladas, al vacío.
— estoy aquí —oigo de vuelta, el eco demasiado difuso para creerlo.

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si sacarme de la niebla de mi cabeza es difícil, dar mi corazón es demasiado fácil, siempre al borde de las yemas de mis dedos, cediendo bajo las uñas de los que ponen la mano. cógelo bien, digo, puedes no darme el tuyo, pero sujétalo fuerte.

misma metáfora de siempre, llevo el corazón sin un as bajo la manga. cayendo a mis manos me susurra cautivado confía en mí, confía en mí. a ti te digo cógelo bien y tú me dices a mí también. y si el miedo a perder hace que apriete mis manos llenas y que las tuyas suelten del todo, no hay promesa que dure y no hay culpable al que señalar. porque rompiste un pedazo de mí y yo de ti, lo siento, y también te perdono. y por todo el amor, todos los abrazos y besos y sonrisas enormes dirigidas a mí y las sonrisas que me has sacado, gracias. por hacerme sentir que somos dos contra el mundo, aunque al final me apoyases en la repisa entre libros, aunque yo te hiciera sangrar, gracias. ahora que sigo en este mar sin ti, miraré a las estrellas, un poco más lejos, y le contaré al sol cuando no mira que me alegro de haber surcado olas y mareas contigo. no tengo más que sangre que no reconozco en mis manos, pero tus recuerdos son tesoros guardados bajo llave.

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¿por qué a mí? —entre llantos y los ojos cerrados,— ¿por qué no soy suficiente?
—¿no lo ves, niña? —responde con lástima una voz, tras devolverme lo último que queda— nunca ha tenido nada que ver con eso.

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si el viento que me azora me dejara escuchar un poquito más, puede que entonces hubiera callado las palabras huecas, hirientes como rayos en este pozo de veneno. no hay palabras que excusen al huracán que me tiene en su corazón, ojos cerrados y lágrimas resbalándose en el aire. no espero un perdón ni un pensamiento, estas lluvias de abril son tan lejanas que la playa ya no las recuerda. 

no es mucho lo que he vivido, pero si algo he aprendido después de haberme secado las lágrimas que me han arrancado estos vientos sin rumbo, es que la vida no es justa y nadie se queda en el mismo lugar. óyeme bien, no es una prédica sino un por fin, por fin. las promesas que no pueden cumplirse no son buenas y yo no te prometo que voy a curar estas heridas hasta que no queden huellas, pero te aseguro que los errores que nos han dejado estelas en el cuerpo son errores que no marcarán el cuerpo de los que estén por venir. 

el pasado ha hecho al presente y si no puedo cambiarlo no dejaré que el futuro me depare lo mismo. por más que quisiera echar esta cinta atrás, volvería a este punto, una y otra vez, hasta que me diera cuenta que el pasado no se cambia sin cambiar este presente, esta epifanía que me ha hecho aprender a leer constelaciones.

esto no es un lamento, más bien un adiós. tengo una estrella que me da la mano y que espero saber cuidar, saber oír, saber entender como no lo supe hacer contigo, que no leerás esto y, en parte, tampoco contigo, que nunca sabrás que lo he escrito. alrescha tiene un aura muy bonita, muy especial, que me desempaña los ojos y me hace ver lo que se me pasa cuando los cierro. y junto a las híades, quiero cuidarlas, guardarlas en las huellas de mis manos muy cerquita de mi regazo y, algún día, conseguir que dejen huella en esta piel marcada de cicatrices.

quiero asegurarte, a ti, que te he hecho daño, y a quien venga después, que a este perro negro que me acompaña no lo voy a dejar morder más, aunque no sea mío. aunque no lo pueda controlar. 


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⏰ Última actualización: Jan 11, 2020 ⏰

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