Ha llegado la hora de dormir

Hay oscuridad, a donde quiera que voltee la oscuridad me persigue, cierro mis ojos y el absoluto color negro sigue ahí, mi respiración comienza agitarse, mi pecho sube y baja  a un ritmo desconcertante, mi corazón cual tambor late fuerte, fuerte, fuerte, tan fuerte que parece querer escapar de mi pecho y poder refugiarse en un lugar seguro, parece ser que se ha ido a mi cabeza la cual comienza a crecer como la cabeza de un gigante, se vuelve muy pesada, imposible de sostener.

Abro los ojos y frente a mi comienza aparecer una tenue luz roja, doy un paso y la luz se intensifica, un paso más y la luz roja se acerca, y a medida que ésta lo hace, unas tenúes voces la acompañan, apenas son unos susurros. Esto me da la esperanza de que hay alguien más aquí, tal vez no esté sola, con el propósito de buscar ayuda acelero mis pasos hasta que la tenue luz se convierte en un rojo intenso que cubre todo al rededor y aquellos susurros ahora son gritos, gritos desesperados, agonizantes desgarradores, como suplicas tormentosas y ahora puedo ver un sin fín de espejos que me rodean todos con mi cara en ellos, mi cara gritando, pidiendo ayuda, algunas riendose de mi, otras llorando, ya no tengo a donde ir, no puedo moverme, los llantos, los gritos, todo hace que mi cabeza de mil vueltas hasta que mi vista comienza a nublarse y sé que ese es mi fin. Cunado estoy a punto de desvanecerme siento unas pesadas garras que se posan en mi brazo, que me aruñan, entonces...

Abró los ojos y ahí esta Gigi, mi perrita, lista para ir a jugar, me levanto de mi cama y un gran suspiro sale de mis labios y de mi ser, aliviada de que estoy dormida ahora, que por fin ha llegado la hora de dormir.