SAGA SIEMPRE CONTIGO: Castigo

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Sanem permanecía cómodamente sentada en la cama leyendo un libro mientras esperaba que su secuestrador llegara con provisiones.

A pesar de que el calor parecía haber concedido una tregua, la temperatura seguía siendo alta. Agitó su camiseta ligeramente para poder refrescarse.

-- Madre mía, esto es insoportable.

Echó un vistazo rápido a la habitación divisando su adorado tesoro sobre el sillón que estaba frente a la cama, debía idear un plan para alcanzarlo pero no sería fácil, su contrincante era muy listo, estaba bien entrenado.

-- Tengo que conseguir ese mando como sea. - en su mirada se podía observar determinación, se había propuesto firmemente llegar a esa meta costara lo que costara y cuando a Sanem se le metía algo en la cabeza... Su vida dependía de ello, y sí, estaba en modo dramático.

Como de momento estaba inmovilizada tendría que conformarse con lo que tenía más a mano: ese barreño con agua calentucha, sólo con mirarlo de reojo le entraban los siete males.

-- Nunca pensé que agradecería poder lavarme como un gato.- expresó con bastante asco.- Y todo esto por unos pocos brownies... hasta los asesinos tienen derecho a un juicio justo, pero él... él me ha sentenciado sin ni siquiera darme la opción de defenderme.- sus brazos cubrieron su acalorado pecho mientras sus labios se arrugaban. Cada vez que lo recordaba el enfado emergía de nuevo.

Voz interior: No te hagas la dura, sabes que en cuanto veas esos morritos te vendrás abajo.

-- Tienes razón. Pero tengo que encontrar su punto débil y atacarlo sin piedad.

Voz Interior: Eso es fácil. Es un hombre. Piensa mal y acertarás.

-- Ya lo sé, se les conquista por el estómago pero como comprenderás estando aquí atada me resultará un poco difícil.

Voz Interior: No era esa la zona en la que estaba pensando precisamente.

-- ¿Y en cuál entonces? - frunció el entrecejo en señal de extrañeza.

-- ¿En cuál qué?

Se había concentrado tanto en sus pensamientos que no le había escuchado entrar. Su voz parecía relajada, sin acritud... su expresión corporal no delataba un ataque inminente, ¿se le habría pasado ya el cabreo? Ella rezaba porque la respuesta fuera sí, dormir con el enemigo no estaba siendo agradable.

-- Ahm... pues me preguntaba cuál de los mandos controlaba la televisión, creo que es ese.- señaló hacia el sillón que estaba colocado bajo aquella enorme pantalla plana de 45 pulgadas.- Es que ya he terminado de leerme el libro que me dejaste.- le soltó con esa voz ingenua e inocente que sabía usar a voluntad.

Can siguió sus indicaciones percatándose enseguida de sus intenciones.

-- Buen intento Caperucita, pero no cuela. - mostró una breve sonrisa, en el fondo estaba orgulloso de ella. No lo reconocería abiertamente pero le gustaba su temperamento, su ingenio cuando quería conseguir algo. No se rendía fácilmente y eso, en la mayoría de las ocasiones, resultaba algo bueno.

Sanem torció los morros, el lobo feroz no había caído en la trampa.

"Porras"

Desvió la mirada momentáneamente hacia él, fijándose en que había traído una bandeja con comida, o algo asqueroso más bien. Con ver el color verde oscuro que mostraba esa crema ya le daban arcadas.

-- ¿Qué es eso?- su labio inferior se levantó mostrando una mueca de rechazo.

-- Crema de verduras. No te hará daño en el estómago - dejó la bandeja sobre el regazo de su chica por si ella tomaba la iniciativa de dar el paso, pero por como su veía su actitud, eso no iba a pasar.

Erkencikus: Escenas CanemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora