El Consejo

Capítulo 1

En el callejón detrás del restaurante "Hamburguesas Colins" había un chico de dieciséis años, de rodillas y con la boca ensangrentada. Detrás de él tres hombres con el uniforme del Regimiento de Represión. Un pantalón negro, botas negras, gorra negra y camisa negra con un chaleco antibalas encima y una chaqueta de cuero negro por encima del chaleco. Uno de ellos llevaba una estrella en el pecho de la chaqueta, representativa de su cargo de cabo mayor. Los otros eran simples soldados.

Uno de los soldados se acerca al chico y lo sujeta del pelo con fuerza, levantándolo del suelo.

—Aún no hemos acabado contigo, delincuente.—Rugió el soldado, asestando un golpe de porra en las costillas del chico, que hubiera caído de nuevo al suelo si no fuera por el agarre del soldado en su cabello—Todos los maleantes sois iguales. Cometéis una infracción, os avisamos, respondéis con violencia, golpeamos y os echáis a llorar.—El chico lloraba desconsoladamente por el dolor, la impotencia y el miedo.

—¡Ayuda!—Gritó desesperado el chico, aunque se desgarrase la garganta gritaría. El otro soldado se acercó a su compañero.

—Häns, si lo sigues golpeando morirá.—Dijo el soldado, poniendo una mano sobre el hombro de su compañero, que seguía agarrando al muchacho por el cabello.

—No merecen tu compasión, Jeremy. Merecen la muerte, todos ellos. Son nuestros enemigos.—Respondió Häns, con rabia contenida por mucho tiempo.—Mataron a mi hija, mi pequeña...—Los ojos de Häns se aguaron por un momento, pero enseguida volvió a poner su permanente expresión de enfado y pasó su brazo por su cara, limpiando cualquier rastro de lágrimas. Levanto lo más alto que pudo la porra y golpeó con fuerza la cabeza del chico, que, esta vez sí, cayó al suelo.

—Nunca me dijiste que mataron a tu hija...—Respondió Jeremy, sorprendido ante la nueva información.—Pensé.. que seguía viva, al igual que tu esposa.—Häns respondió volviendo a levantar al chico del suelo y comprobando que se había desmayado, pero que seguía con vida

—Ella sólo tenía cuatro años cuando murió... No. Cuando la mataron. Entraron en mi casa. Me amarraron a una silla. Violaron a mi esposa delante de mi y mi hija. Después agarraron a mi hija y le cortaron el cuello con un cuchillo. Lo único que podía hacer era gritar y gritar para que no les hicieran nada. Que me hicieran a mi lo que quisieran, pero que las dejaran a ellas. Me uní al ejército y prometí no dejarlo hasta vengarme de los salvajes que le hicieron eso a mi familia. —Dijo Häns, arrastrando el cuerpo del chico hasta hacerlo recostarse en la pared de la parte de atrás, bajo un charco de sangre que ya estaba ahí.

—Pero ganamos. La guerra terminó y no habías conseguido llevar a cabo tu venganza. ¿Por eso te uniste al regimiento de Represión?—Preguntó Jeremy, sacando una linterna de su cinturón.

—Así es. Aún no he encontrado a esos malditos hijos de puta.—Häns sacó también su linterna y ambos vigilaron de que no hubiese nadie cerca, después se acercaron al cabo.

—Señor. No hay nadie en las inmedia...—Las palabras de Jeremy fueron acalladas por el ruido de un arma de fuego al ser disparada. El cabo cayó sobre los brazos de Jeremy, que dejó el cuerpo en el suelo y sacó su pistola apuntando hacia adelante, pero no vio nada más que oscuridad.

—¡Jeremy!—Gritó Häns, sacando también su arma y posicionándose cerca de su compañero, apuntando también hacia donde apuntaba él.

Ambos soldados intentaron ver algo pero seguían viendo nada más que oscuridad, hasta que Häns logró ver un brillo metálico sobresaliendo detrás de un árbol. Apuntó y disparó. Un segundo después un cuerpo bajaba rodando por la ladera de la pequeña colina.

—¿Qué ha sido eso?—Preguntó Jeremy al aire.—Häns, pide refuerzos.—Häns asintió y sacó un pequeño teléfono negro de su cinturón, lo abrió pero antes de marcar un número otro tiro rasgó el aire y le atravesó la pierna, haciéndolo caer al suelo gritando de dolor.—¡Häns!—Gritó Jeremy, poniéndose de rodillas al lado de su compañero.